Black Sabbath, la banda más influyente del heavy metal regresa con material revisado


Tony Iommi, Ozzy Osbourne, Geezer Butler y Bill Ward son cuatro jóvenes de la ciudad industrial de Birmingham, Inglaterra, castigada seriamente, no hace muchos años, por la aviación alemana. Tras la enseñanza básica todos abandonan la escuela. Unos porque tienen claro que la música es su destino, otros porque la calle y lo fácil les puede, caso de Ozzy Osbourne. A unos y otros, tras muchos quiebros, el destino les une bajo el manto negro de Black Sabbath.


PABLO CABEZA
Gara



El inicio de la década de los setenta llega marcada por el poder de bandas como Led Zeppelin y Deep Purple, formaciones contra las que Black Sabbath no puede luchar en sus primeros días. Los Zeppelin y los Purple son ya conocidos e influyentes en 1970, año de la edición del primer disco de los Sabbath. Con el paso de los años, los dos primeros crecen desmesuradamente, influyendo en miles de formaciones. Por detrás, Black Sabbath no alcanzan su nivel de popularidad, pero, curiosamente, arrancada la década de los ochenta cientos de grupos comienzan a fijarse en la sórdida y tétrica sonoridad del cuarteto de Birmingham. De tal forma que comienzan a ser inevitable referencia para las bandas que toman el camino del thrash, del doom, del black metal, del stoner, del rock oscuro... En poco tiempo, la discografía de Black Sabbath es saqueada por miles de músicos que buscan en la oquedad de su sonido la inspiración para un nuevo metal.

El atractivo y sugerente sonido Black Sabbath se caracteriza por la solemnidad y gravedad de sus notas, por el contraste entre la pesadez de su propuesta y la voz aguda de su vocalista, Ozzy Osbourne, por los riffs característicos de su guitarrista, Tony Iommy, la sombría y espectacular base rítmica y el juego de sombras y esoterismo de las letras de sus primeros discos. Los cuatro miembros originales aportan un espacio cromático que difícilmente hubiese sido el mismo sin la participación de cada uno de ellos. No obstante, sin Iommy ni siquiera hubiese habido un inicio ni un sonido trascendente. Arte personal que, en buena parte, proviene de un accidente de juventud que marca el destino de la mano derecha (él es zurdo) de Frank Anthony Iommi, nacido el 19 de febrero de 1948.

En Birmingham, en el barrio de Aston, se inicia la historia musical de Tony Iommy, a quien tomaremos como referencia inicial del sonido Black Sabbath, si bien, como se ha indicado, Ozzy, Geezer y Bill son también parte fundamental del acabado. A Iommy dejan de importarle los estudios con prontitud. Su primera banda de cierto relieve (tuvo otras en los días de escuela) fue The Rockin' Chevrolets, allá por 1964.

El día del accidente

Con 18 años, y ya con un buen número de formaciones creadas y rotas, se encuentra trabajando en una factoría de coches, Lucas. Un día decide que se ha acabado el trabajo en la fábrica y que quiere dedicarse por completo a la música. Tony solicita la liquidación, por fin va a poder dejar la cizalla de cortar metales y, si las cosas salen mal, ahí está la ciudad repleta de oportunidades para los obreros. Sin embargo, el mismo día de la despedida, la cuchilla que tantas veces ha cortado el metal le sesga la punta de los dedos anular e índice de su mano derecha. Conmocionado y con el porvenir en dos trocitos de dedo, los recoge y toma rumbo al hospital con el ruego de que le sean injertados, pero la técnica no está aún tan avanzada y sólo se llevan unos vendajes por solución. Lo ve claro: adiós a sus sueños, adiós a su carrera como músico.

Tony se encierra en casa, desconcertado, sin rumbo. No hay consuelo, ya que hasta los médicos le dicen que nunca volverá a tocar la guitarra. Con todo, una tarde se acerca a su casa de Aston Park su ex jefe de factoría. Le lleva un disco de Django Reinhardt. No sin resistencia consigue que Iommy lo coloque en su tocadiscos. El chaval reconoce que el tipo toca muy bien, pero no le reconforta en exceso. Menos aún que sea un gran guitarrista, estatus al que él ha tenido que renunciar. La situación cambia cuando su superior le dice que Django sufrió con 18 años un incendio en su caravana que acabó con dos de sus dedos. El hecho le impacta de tal forma que de inmediato cabila la forma de iniciar de nuevo su carrera. En principio idea una prótesis artesana que le sirva para puntear. Posteriormente rebaja la afinación en una escala y media para que estén más suaves, al tiempo que utiliza cuerdas de calibre fino con la intención de poder estirarlas sin problemas. También basa buena parte de sus acordes en las cuerdas altas de la guitarra. Circunstancias que obligan al resto de la banda a sonar también más graves, más solemnes. El accidente ha cambiado la morfología de su mano derecha, pero también le ha dado una sonoridad, que unida al talento, se convierte en única.

Black Sabbath

Del 64 al 69, las formaciones de ida y vuelta son numerosas, así como los músicos que vienen y van, aunque en casi todos los capítulos se encuentran alrededor de Iommy, Geezer o Bill. En 1969, los tres convergen en un nuevo proyecto, pero les falta vocalista. Geezer le dice a Tony que conoce a uno que puede valer. Éste accede a probar y no sale del asombro cuando por la puerta del local entra Ozzy Osbourne, el crío a quien había martirizado en el colegio en numerosas ocasiones. Finalmente, se saludan, olvidan los rencores y comienza la historia de Black Sabbath, nombre aportado por Geezer, el cerebro más oscuro y bizarro de la banda, quien se había quedado con este nombre gracias al filme de igual nombre dirigido por el italiano Mario Brava e interpretado por el singular Boris Karloff.

«Paranoid» se reedita acompañado de un CD con instrumentales y un DVD con sonido 5.1

Después de treinta años de actividad y más de una veintena de discos entre oficiales, directos y recopilatorios, Vertigo inicia la reedición expandida de buena parte de la discografía de Black Sabbath. El primero en ser revisado es «Paranoid» (1970), curiosamente el segundo de su carrera, pero contenedor del hit «Paranoid», una de las canciones más sencillas de la discografía de Black Sabbath, pero corte muy directo y efectivo. El álbum se abre con «War pigs», una de las canciones más versioneadas de la banda, objeto del deseo de innumerables formaciones tanto del metal extremo como del rock setentero. En principio la canción se llamó «Walpurgis» e iba sobre la fiesta de Satán. A la discográfica el asunto tratado no le satisface, por lo que el grupo tiene que cambiar título y letra. La segunda versión la titulan «War pigs» un himno antibelicista con la guerra de Vietnan en primer plano. En la portada se ve a un guerrero con un escudo y un sable, en consonancia con la guerra o incluso con Satán. Tras el cambio de título del disco, las cosas no encajan, pero la carátula no se revisa, no hay tiempo. «War pigs»: «...No más cerdos de la guerra en el poder. Y como Dios ha marcado la hora del Juicio Final, Dios os reclama. Los cerdos de la guerra se arrastran de rodillas suplicando piedad por sus pecados. Satanás, riendo, se frota las manos». También debió ser el título del álbum, pero nuevamente chocan con las ideas de la discográfica (en realidad Warner, EEUU, no Vertigo, Gran Bretaña), que no cree conveniente que esa temática sea prudente tratarla desde la llamada de un título. Además, meses atrás había tenido lugar la masacre de Charles Mason y la palabra pigs aparecía por multitud de paredes. La versión satánica se puede escuchar en «Ozzman cometh», una recopilación de éxitos de Ozzy Osbourne. De otra parte en el tercer disco de la presente reedición se incluye una versión alternativa de «Paranoid» con texto diferente. En «War pigs» se encuentran todas las claves de Sabbath: el sonido oscuro, los famosos riffs de guitarra de Iommy; Satanás de una u otra forma, el tono vocal monocorde y nasal de Ozzy, pero distinto a todos los demás cantantes y magnético: la calidad de Geezer Buttler al bajo, tocándolo con precisión y muy suelto y los golpes a la batería de Bill Ward, enorme en detalles e inventiva. Bien se nota su admiración por el jazz.

El disco continúa con «Planet caravan», donde nos hallamos ante un grupo más relajado. La textura conduce hacia el rock espacial, la introversión. La versión alternativa resulta también muy motivadora. Con «Iron man» se regresa de nuevo al lado más tortuoso de Sabbath, quienes prosiguen por el resto del disco con canciones donde pronostican que el apocalipsis llegará en forma de radioactividad, «Electric funeral» o que la heroína es una mala cosa, «Hand of doom». Curioso, porque Ozzy, en especial, ha tenido graves problemas con las drogas a lo largo de toda su vida. Iommy se luce en riffs pioneros para el heavy metal, en solos perfectos y calculados, a la par que puede descubrirse una sección rítmica de calado y un vocal por carácter y tono, único.

De momento Black Sabbath descansan, mientras que Iommy y Ronnie J. Dio serán noticia el 28 de abril con Heaven and Hell y su nuevo álbum, «The devil you know».