ÁLVARO CORTINA
El Mundo
El conde de Lautréamont dijo haber visto a Dios cuando miraba hacia lo alto, entre las constelaciones. Lo describe impudoroso, antropófago y animal en los 'Cantos de Maldoror':
"Sumergía sus pies en una gran charca de sangre en ebullición en cuya superficie emergían bruscamente, como tenias a través del contenido de un orinal, dos o tres cabezas prudentes que se bajaban enseguida, con la rapidez de una flecha".
Los 6 'Cantos...' (editados por Alianza) conocieron su alumbramiento editorial en 1868, cuando su autor Isidore Ducasse (Lautréamont y su título nobiliario eran sólo pseudónimo) contaba 22 años. Muy poco después, otro joven esteta e inmoralista, Rimbaud, daría a conocer sus 'Iluminaciones' y 'Una temporada en el infierno'.
Sobre estas escandalosas e inexplicables prosas poéticas cuelga la misma aureola maldita, la misma apología de la enfermedad y de la disidencia. Floraciones temperamentales y adolescentes en dos breves carreras con larga estela de influencias. Dice Lautréamont:
"¡Yo utilizo mi ingenio para pintar las delicias de la crueldad!"
Leon Bloy lo encontraba: "descabellado, negro y devorante", y Breton, ya en el siglo XX, difundió sus 'Cantos' como protosurrealismo (como pasó con el Bosco), por encima incluso del ígneo Rimbaud. De Ducasse poco se sabe.
Hijo de diplomático galo, nació en Montevideo y se formó en pequeñas poblaciones de provincia de Francia. Murió a los 24 años. Parece increíble que en un habitante de lugares (en especial por entonces) tan tranquilos, pueda haberse gestado la insania profética de Lautréamont. Si bien, el tedio puede ser un gran revulsivo.
Otra cosa que se puede adelantar sobre él, sobre su enigma, es su afición zoológica. 'Los cantos de Maldoror' (abreviación de "Mal d'aurore", "Mal de aurora") son un bestiario de 185 animales. Algunos ni existen, y de hecho, las notas del traductor, Ángel Pariente, sirven básicamente de diccionario faunístico. El escenario podría ser un osario, o un légamo anfibio y sin sol, o un infierno estrellado.
Recomienda Ducasse/Lautréamont dejarse largas las uñas y destripar bebés y su océano es una "inmensa magulladura sobre el cuerpo de la tierra". Hace copular a hombres y tiburones, y cuenta cómo un bulldog viola a una chica. Los perros, explica, ladran por "ansia de infinito" y los 'Cantos...' tienen este mismo objeto.
"Si la tierra estuviera cubierta de piojos, como lo está de granos de arena la orilla del mar, la raza humana habría desaparecido en medio de dolores terribles. ¡Qué espectáculo! Y yo, con alas de ángel, inmóvil en los aires para contemplarlo". Comprenderán que haya quien piense que el joven Lautréamont murió consumido por el desafuero de la droga.
Este muchacho temerario no sólo eleva su loa en honor del "buen sentido al revés", que dirían los surrealistas, sino también hacia la luz incólume de la aritmética: "Oh matemáticas severas, no os he olvidado desde que vuestras sabias lecciones , más dulces que la miel, penetraron en mi corazón como una refrescante ola".
La estética de la contradicción
Impera, imperioso, el espíritu esteticista de la contradicción sin esclusas, del nudo infame que une los excesos en la sombra irracional de los opuestos imposibles. La contradicción como combate, y el combate como mórbida expresión de lo bello. Vindicación del caos, de lo informe y del vicio: "hice un pacto con la prostitución para sembrar el desorden en las familias".
Se trata de grandilocuentes cantos a la noche. La noche y la ultratumba de las lechuzas en asalto, de los ojos opalinos en el pozo, de las tarántulas, de la pederastia, de las danzas macabras del opiómano: "si después de la muerte no hay otra vida, ¿por qué la mayoría de las noches veo abrirse las tumbas y a sus habitantes levantar suavemente las cubiertas de plomo, para respirar el aire fresco?".
La noche aciaga del poeta misántropo, del Zaratustra que ladra con los perros su ansia de infinito, que preconiza la majestad del último de los hundimientos, guirnalda y aurora de mortandad. Y Dios aúlla:
"Os he creado, y tengo todo el derecho a hacer lo que quiera con vosotros. No me habéis hecho nada, no digo lo contrario. Os hago sufrir porque me gusta".
"Sumergía sus pies en una gran charca de sangre en ebullición en cuya superficie emergían bruscamente, como tenias a través del contenido de un orinal, dos o tres cabezas prudentes que se bajaban enseguida, con la rapidez de una flecha".
Los 6 'Cantos...' (editados por Alianza) conocieron su alumbramiento editorial en 1868, cuando su autor Isidore Ducasse (Lautréamont y su título nobiliario eran sólo pseudónimo) contaba 22 años. Muy poco después, otro joven esteta e inmoralista, Rimbaud, daría a conocer sus 'Iluminaciones' y 'Una temporada en el infierno'.
Sobre estas escandalosas e inexplicables prosas poéticas cuelga la misma aureola maldita, la misma apología de la enfermedad y de la disidencia. Floraciones temperamentales y adolescentes en dos breves carreras con larga estela de influencias. Dice Lautréamont:
"¡Yo utilizo mi ingenio para pintar las delicias de la crueldad!"
Leon Bloy lo encontraba: "descabellado, negro y devorante", y Breton, ya en el siglo XX, difundió sus 'Cantos' como protosurrealismo (como pasó con el Bosco), por encima incluso del ígneo Rimbaud. De Ducasse poco se sabe.
Hijo de diplomático galo, nació en Montevideo y se formó en pequeñas poblaciones de provincia de Francia. Murió a los 24 años. Parece increíble que en un habitante de lugares (en especial por entonces) tan tranquilos, pueda haberse gestado la insania profética de Lautréamont. Si bien, el tedio puede ser un gran revulsivo.
Otra cosa que se puede adelantar sobre él, sobre su enigma, es su afición zoológica. 'Los cantos de Maldoror' (abreviación de "Mal d'aurore", "Mal de aurora") son un bestiario de 185 animales. Algunos ni existen, y de hecho, las notas del traductor, Ángel Pariente, sirven básicamente de diccionario faunístico. El escenario podría ser un osario, o un légamo anfibio y sin sol, o un infierno estrellado.
Recomienda Ducasse/Lautréamont dejarse largas las uñas y destripar bebés y su océano es una "inmensa magulladura sobre el cuerpo de la tierra". Hace copular a hombres y tiburones, y cuenta cómo un bulldog viola a una chica. Los perros, explica, ladran por "ansia de infinito" y los 'Cantos...' tienen este mismo objeto.
"Si la tierra estuviera cubierta de piojos, como lo está de granos de arena la orilla del mar, la raza humana habría desaparecido en medio de dolores terribles. ¡Qué espectáculo! Y yo, con alas de ángel, inmóvil en los aires para contemplarlo". Comprenderán que haya quien piense que el joven Lautréamont murió consumido por el desafuero de la droga.
Este muchacho temerario no sólo eleva su loa en honor del "buen sentido al revés", que dirían los surrealistas, sino también hacia la luz incólume de la aritmética: "Oh matemáticas severas, no os he olvidado desde que vuestras sabias lecciones , más dulces que la miel, penetraron en mi corazón como una refrescante ola".
La estética de la contradicción
Impera, imperioso, el espíritu esteticista de la contradicción sin esclusas, del nudo infame que une los excesos en la sombra irracional de los opuestos imposibles. La contradicción como combate, y el combate como mórbida expresión de lo bello. Vindicación del caos, de lo informe y del vicio: "hice un pacto con la prostitución para sembrar el desorden en las familias".
Se trata de grandilocuentes cantos a la noche. La noche y la ultratumba de las lechuzas en asalto, de los ojos opalinos en el pozo, de las tarántulas, de la pederastia, de las danzas macabras del opiómano: "si después de la muerte no hay otra vida, ¿por qué la mayoría de las noches veo abrirse las tumbas y a sus habitantes levantar suavemente las cubiertas de plomo, para respirar el aire fresco?".
La noche aciaga del poeta misántropo, del Zaratustra que ladra con los perros su ansia de infinito, que preconiza la majestad del último de los hundimientos, guirnalda y aurora de mortandad. Y Dios aúlla:
"Os he creado, y tengo todo el derecho a hacer lo que quiera con vosotros. No me habéis hecho nada, no digo lo contrario. Os hago sufrir porque me gusta".