El presentador del telediario nocturno de France2 trata de arrancar una llamada a la calma de un sindicalista de Continental. En la pantalla, la imagen de una subprefectura arrasada. El trabajador declina la propuesta y pide justicia para los despedidos. La crisis se encrespa y en la calle se muestra comprensión incluso ante el secuestro de patronos
MAITE UBIRIA
Gara
La empresa Continental ha optado por cerrar por un período de tiempo indefinido su planta de Clairoix (Picardía). Todo un sarcasmo para una compañía que desde el pasado 11 de marzo mantiene un nivel de producción simbólico, a la espera de ejecutar un plan de cierre definitivo que dejará sin empleo a 1.120 personas. La dirección de esta empresa de equipamientos de automóvil decidió ese día que echará la persiana tanto en la planta de Oise como en la alemana de Hannover, que emplea a cerca de 800 personas.
El motivo del cierre temporal de la factoría de Clairoix es el empeoramiento de la crisis social abierta por ese anuncio de clausura de la planta. Efectivamente, el tribunal de Sarreguemines (Moselle) echaba por tierra el martes el último recurso de que disponían los trabajadores para afrontar la pérdida de sus empleos.
La cólera con que los empleados acogieron esa decisión saltaba poco después a la cabecera de los informativos nocturnos de la televisión francesa. Por descontado, el grupo Continental no presenta un balance global de pérdidas que le permita justificar mínimamente una decisión como la adoptada en la planta de Oise.
Esa circunstancia, que se repite en no pocos cierres empresariales en el Hexágono, ha hecho que, a ojos de la opinión publica, la batalla de los trabajadores de Continental, como también la que llevan a cabo estos días los cerca de 300 empleados de un fabricante del sector de la electrónica, Molex, sean vistas con comprensión cuando no con abierta simpatía por una buena parte de la ciudadanía.
La entrevista de France2 fue una demostración del caldeado ambiente social que se vive en Oise, pero que amenaza a otros muchos centros del trabajo del Hexágono, donde la crisis se lleva por delante cada día los sueños de millares de trabajadores.
El presentador, David Pujadas, trató en vano de obtener una muestra de repulsa de un sindicalista de CGT al asalto por los trabajadores de la sala de recepción de la empresa y de la subprefectura de Compiègne. El trabajador respondió que eran las vidas de los trabajadores que en breve perderán su empleo las que habían sufrido una «premeditada campaña de destrozos y devastación». En ese punto, el presentador solicitó una llamada a la calma, invitación a la que el em- pleado de Continental respondido simplemente «no».
Visiblemente incómodo, el presentador despedía al entrevistado, a cuyas espaldas se mostraban las imágenes de varios de sus compañeros rompiendo enseres varios durante el asalto a los locales de la subprefectura de Oise.
La opinión pública
La opinión pública francesa observa con cierta comprensión unas acciones sindicales que en las últimas semanas han subido visiblemente de tono.
Aunque no es una práctica nueva en la historia sindical, desde hace semana se suceden los secuestros de patronos en empresas sacudidas por la crisis económica. En estos días, en los medios de comunicación se recuerdan las acciones que llevaron a cabo los sindicatos con motivo de las diversas reconversiones industriales que se han abordado en el Hexágono. En los años 70 se registraron cuatro secuestros de patronos en otras tantas factorías, en Lorraine; en los 80, los obreros retuvieron en la empresa de Usinor a varios directivos; al igual que hicieron los empleados de Air France con sus directivos.
En esta primavera de 2009 los secuestros de patronos se suceden. El último de ellos acabó el martes, cuando dos directivos de la factoría de Molex (Villemur) salían en medio de una sonora pitada de sus todavía empleados.
El de Molex es un caso de manual en la economía globalizada. El gigante americano achaca a la caída de ventas el cierre de la planta de Haute-Garonne. Sin embargo, hoy se sabe que mantiene en stock en una planta de Holanda parte de la producción de la planta francesa para, de manera encubierta, derivar hacia Nebraska esas piezas y, una vez completado el proceso de fabricación, sacarlas el mercado.
La CGT de Molex no duda en afirmar que, gracias al secuestro durante 24 horas del ayudante del gerente y de la directora de recursos humanos de la planta de Villemur-sur-Tarn «ya nadie puede decir que no conoce lo que hacen los patronos americanos con nuestra producción».
El investigador social René Mouriaux habla de una «necesidad de mediatización» para explicar el uso por los trabajadores de medios coercitivos para denunciar su situación. «En la era de la comunicación romper el silencio, salir del anonimato, es una necesidad mayor», sostiene.
En los medios se mantiene un discurso de cierta prudencia hacia esta escalada de tensión en los centros de trabajo. La política al uso de «condena de la violencia» sin más matices resulta quizás más difícil de mantener cuando se ve a trabajadores que peinan canas emprenderla a golpes en su empresa o en la subprefectura.
Un medio respetado en ámbitos financieros, «Les Echos» (www.lesechos.fr), ha lanzado incluso un sondeo para pulsar la opinión de sus lectores sobre los secuestros de patronos. El miércoles, los resultados de esa encuesta situaban a un 40% de los encuestados en contra de esas acciones. Mientras, el 6o% restante se dividía entre quienes confiesan entender tales medios aún no compartiéndolos y quienes los aplauden.
Por su parte, los trabajadores tratan de difundir sus propias informaciones a través de internet. Ese es el caso de la dirección http://www.contiblog.fr/ en la que se da cuenta de la protesta que llevan a cabo de forma ininterrumpida los empleados de Continental desde hace ya cinco semanas. Con esos medios, ciertamente menos potentes que los tradicionales, pero sin duda directos, tratan de hacer frente a la «oleada de mentiras». Con esa expresión se referían, esta vez en las columnas de www.rue89.com, a las manifestaciones realizadas por el primer ministro, François Fillon, que tras denunciar el saqueo de la subprefectura, atribuyó esa acción a una minoría.
«Podía haber dicho a mis compañeros que pararan, pero les dejé hacer (...) a costa de verse maltratadas las ovejas se han convertido en leones, y como es sabido los leones no se dejan llevar así como así al matadero», afirmó Xavier Mathieu (CGT). Según indicó, en el asalto tomaron parte «200 personas, apoyadas por otras tantas desde fuera».
Desde la CFDT, sindicato más bien moderado, se reprocha a Fillon que evoque ahora una mediación del Estado ante la compañía «cuando hace más de 10 días la intersindical ha remitido una petición en ese sentido que no ha tenido ninguna respuesta».
Las dudas que planean sobre la política del Gobierno de la UMP para enfrentar la crisis crecen cada día. Y, como era de esperar, desde PS y PCF, los primeros espadas se han apresurado a utilizar las protestas laborales como arma arrojadiza contra Fillon.
El gobierno
Por lo demás, las imágenes de ciudadanos franceses rompiendo mobiliario en una institución estatal han dejado fuera de juego el discurso de Sarkozy en Niza. Escoltado durante su visita por su ministra de Interior, Michèle Alliot-Marie, Sarkozy presentó sus ideas para mejorar la seguridad de la ciudadanía frente «al peligro que representan las bandas criminales organizadas». Mientras Sarkozy se esconde tras su discurso-refugio sobre la seguridad, el Observatorio Francés de Coyunturas Económicas acaba de publicar un informe que corrobora que «la economía francesa conocerá en 2009 la recesión más grave desde 1930». Con una previsión de 800.000 parados más entre 2009-2010, la agitación social promete ganar enteros.
El motivo del cierre temporal de la factoría de Clairoix es el empeoramiento de la crisis social abierta por ese anuncio de clausura de la planta. Efectivamente, el tribunal de Sarreguemines (Moselle) echaba por tierra el martes el último recurso de que disponían los trabajadores para afrontar la pérdida de sus empleos.
La cólera con que los empleados acogieron esa decisión saltaba poco después a la cabecera de los informativos nocturnos de la televisión francesa. Por descontado, el grupo Continental no presenta un balance global de pérdidas que le permita justificar mínimamente una decisión como la adoptada en la planta de Oise.
Esa circunstancia, que se repite en no pocos cierres empresariales en el Hexágono, ha hecho que, a ojos de la opinión publica, la batalla de los trabajadores de Continental, como también la que llevan a cabo estos días los cerca de 300 empleados de un fabricante del sector de la electrónica, Molex, sean vistas con comprensión cuando no con abierta simpatía por una buena parte de la ciudadanía.
La entrevista de France2 fue una demostración del caldeado ambiente social que se vive en Oise, pero que amenaza a otros muchos centros del trabajo del Hexágono, donde la crisis se lleva por delante cada día los sueños de millares de trabajadores.
El presentador, David Pujadas, trató en vano de obtener una muestra de repulsa de un sindicalista de CGT al asalto por los trabajadores de la sala de recepción de la empresa y de la subprefectura de Compiègne. El trabajador respondió que eran las vidas de los trabajadores que en breve perderán su empleo las que habían sufrido una «premeditada campaña de destrozos y devastación». En ese punto, el presentador solicitó una llamada a la calma, invitación a la que el em- pleado de Continental respondido simplemente «no».
Visiblemente incómodo, el presentador despedía al entrevistado, a cuyas espaldas se mostraban las imágenes de varios de sus compañeros rompiendo enseres varios durante el asalto a los locales de la subprefectura de Oise.
La opinión pública
La opinión pública francesa observa con cierta comprensión unas acciones sindicales que en las últimas semanas han subido visiblemente de tono.
Aunque no es una práctica nueva en la historia sindical, desde hace semana se suceden los secuestros de patronos en empresas sacudidas por la crisis económica. En estos días, en los medios de comunicación se recuerdan las acciones que llevaron a cabo los sindicatos con motivo de las diversas reconversiones industriales que se han abordado en el Hexágono. En los años 70 se registraron cuatro secuestros de patronos en otras tantas factorías, en Lorraine; en los 80, los obreros retuvieron en la empresa de Usinor a varios directivos; al igual que hicieron los empleados de Air France con sus directivos.
En esta primavera de 2009 los secuestros de patronos se suceden. El último de ellos acabó el martes, cuando dos directivos de la factoría de Molex (Villemur) salían en medio de una sonora pitada de sus todavía empleados.
El de Molex es un caso de manual en la economía globalizada. El gigante americano achaca a la caída de ventas el cierre de la planta de Haute-Garonne. Sin embargo, hoy se sabe que mantiene en stock en una planta de Holanda parte de la producción de la planta francesa para, de manera encubierta, derivar hacia Nebraska esas piezas y, una vez completado el proceso de fabricación, sacarlas el mercado.
La CGT de Molex no duda en afirmar que, gracias al secuestro durante 24 horas del ayudante del gerente y de la directora de recursos humanos de la planta de Villemur-sur-Tarn «ya nadie puede decir que no conoce lo que hacen los patronos americanos con nuestra producción».
El investigador social René Mouriaux habla de una «necesidad de mediatización» para explicar el uso por los trabajadores de medios coercitivos para denunciar su situación. «En la era de la comunicación romper el silencio, salir del anonimato, es una necesidad mayor», sostiene.
En los medios se mantiene un discurso de cierta prudencia hacia esta escalada de tensión en los centros de trabajo. La política al uso de «condena de la violencia» sin más matices resulta quizás más difícil de mantener cuando se ve a trabajadores que peinan canas emprenderla a golpes en su empresa o en la subprefectura.
Un medio respetado en ámbitos financieros, «Les Echos» (www.lesechos.fr), ha lanzado incluso un sondeo para pulsar la opinión de sus lectores sobre los secuestros de patronos. El miércoles, los resultados de esa encuesta situaban a un 40% de los encuestados en contra de esas acciones. Mientras, el 6o% restante se dividía entre quienes confiesan entender tales medios aún no compartiéndolos y quienes los aplauden.
Por su parte, los trabajadores tratan de difundir sus propias informaciones a través de internet. Ese es el caso de la dirección http://www.contiblog.fr/ en la que se da cuenta de la protesta que llevan a cabo de forma ininterrumpida los empleados de Continental desde hace ya cinco semanas. Con esos medios, ciertamente menos potentes que los tradicionales, pero sin duda directos, tratan de hacer frente a la «oleada de mentiras». Con esa expresión se referían, esta vez en las columnas de www.rue89.com, a las manifestaciones realizadas por el primer ministro, François Fillon, que tras denunciar el saqueo de la subprefectura, atribuyó esa acción a una minoría.
«Podía haber dicho a mis compañeros que pararan, pero les dejé hacer (...) a costa de verse maltratadas las ovejas se han convertido en leones, y como es sabido los leones no se dejan llevar así como así al matadero», afirmó Xavier Mathieu (CGT). Según indicó, en el asalto tomaron parte «200 personas, apoyadas por otras tantas desde fuera».
Desde la CFDT, sindicato más bien moderado, se reprocha a Fillon que evoque ahora una mediación del Estado ante la compañía «cuando hace más de 10 días la intersindical ha remitido una petición en ese sentido que no ha tenido ninguna respuesta».
Las dudas que planean sobre la política del Gobierno de la UMP para enfrentar la crisis crecen cada día. Y, como era de esperar, desde PS y PCF, los primeros espadas se han apresurado a utilizar las protestas laborales como arma arrojadiza contra Fillon.
El gobierno
Por lo demás, las imágenes de ciudadanos franceses rompiendo mobiliario en una institución estatal han dejado fuera de juego el discurso de Sarkozy en Niza. Escoltado durante su visita por su ministra de Interior, Michèle Alliot-Marie, Sarkozy presentó sus ideas para mejorar la seguridad de la ciudadanía frente «al peligro que representan las bandas criminales organizadas». Mientras Sarkozy se esconde tras su discurso-refugio sobre la seguridad, el Observatorio Francés de Coyunturas Económicas acaba de publicar un informe que corrobora que «la economía francesa conocerá en 2009 la recesión más grave desde 1930». Con una previsión de 800.000 parados más entre 2009-2010, la agitación social promete ganar enteros.