"Black Ice", AC/DC (2008)



KEPA ARBIZU
Lumpen



Hay diferentes motivos por los que decidirse a comentar un disco. Puede ser por su calidad, por las expectativas puestas en él (cumplidas o no) o simplemente, como es el caso de “Black Ice” de AC/DC, porque hay que hacerlo. Y es así ya que cada nuevo lanzamiento de los australianos trasciende lo meramente musical para situarse en un hecho histórico, el de pertenecer a la discografía de uno de los nombres ineludibles en el rock and roll.

No descubriré nada nuevo si digo que este grupo tiene una peculiaridad y que curiosamente consiste en la casi segura ausencia de novedades en su sonido, nunca han estado sometidos a ningún tipo de evolución esencial que no apareciera ya desde sus primeras grabaciones. Tampoco hay que equivocarse y sentenciar el tema afirmando la supuesta facilidad o el poco mérito en lo que hacen ni proclamando su supuesto agotamiento, simplemente saben que son los mejores en su terreno y no están interesados en ir más allá, donde muy probablemente su calidad bajaría algunos puntos. Ellos son conscientes, sus admiradores lo aceptan, así que nada que objetar.

Para su nueva grabación, 8 años que no teníamos noticias suyas en forma de disco, cuentan en la producción con el popular Brendan O’Brien (artífice del sonido de Pearl Jam, Stone Temple Pilots o Aerosmith). Su habitual querencia a adornar las grabaciones en este caso le ha llevado a disimular en exceso algo inherente al sonido acostumbrado del grupo. Nos encontramos con que las guitarras de los hermanos Young carecen de la fuerza habitual (muy por debajo, por ejemplo, de sus dos anteriores trabajos, “Stiff upper lip” y “Ballbreaker” que tampoco figuran entre los más destacados). También surgen pegas, por los mismos motivos de antes, con la voz de Brian Jonhson (una de las características más reconocibles del sonido de AC/DC), su tono chillón y rasgado aquí aparece por momentos demasiado manso y en unos registros desconocidos y nada favorables.

“Rock and roll train”, la canción que se utilizó como single de adelanto no fue capaz de aclarar cuál era el rumbo por el que discurriría el disco, es un buen tema aplicando los cánones del grupo, coros y guitarras clásicas, pero no llegaba a emocionar de la manera necesaria para adentrarse sin reparos en el resto de las canciones ni tampoco servía para espantarnos. Descubriendo uno tras otro los “cortes” no hay mucho espacio para el optimismo, sólo es verdaderamente destacable la concatenación de tres canciones (“War machine, “Smash N Grab”, “Spoilin’ for a fight”) donde la primera de ellas es el momento más brillante del disco y habría destacado como un perfecto anticipo. Al margen de esto hay una alternancia entre temas insípidos (“Decibel”), algún intento de crear clásicos sin conseguirlo (“She likes rock and roll”) y otros donde se ponen en evidencia los problemas de sonido que antes he comentado (“Rock and roll dream”, “Skies on Fire”).

Es innegable que el disco resulta una oportunidad perdida para hacer una vuelta a los escenarios con un puñado de nuevas canciones vibrantes y habiendo creado grandes expectativas de escucharlas junto a los viejos clásicos. Aun con todo existen muy pocos “peros” que oponer a esta genial banda que simplemente han firmado un disco carente de fuerza en una carrera longeva donde precisamente de fuerza y espíritu no andan escasos.