Sid Vicious, el genuino "enfant terrible" del punk


FRAN CASILLAS
El Mundo




Carecía de talento musical, incluso para los estándares de un 'punk rocker'. Podría haber ensayado arpegios con los pies y nadie habría notado merma alguna en sus habilidades. Sin embargo, su carisma y descaro convirtieron a Sid Vicious en el icono de una época extrañamente ávida de antihéroes. Como bajista de los Sex Pistols, Vicious lideró aquellos 70 corrompidos y furiosos. Fue la imagen de la provocación y la rebeldía, y culminó su ilustración dejando un bonito cadáver de sólo 21 años. Este lunes se cumplen 30 años de su muerte, trágica, repulsiva... y previsible.

es que la fatalidad es inevitable para quienes como John Ritchie —su verdadero nombre— pretenden peinarle los cuernos al diablo. Sid creció al cuidado de una madre con problemas de drogas, después de que su padre abandonara el hogar al poco de su nacimiento.

El referente paternal (es un decir) lo encontraría a principios del 77 en el seno de los Sex Pistols. Johnny Rotten, el vocalista, trabó amistad con Vicious y fue quien acuñó su legendario alias. Malcolm McLaren, mánager y arquitecto de la banda, contrató a Sid como bajista tras la áspera salida de Glen Matlock, quien afortunadamente ya había grabado casi todo el material de 'Never Mind The Bollocks', primer y último álbum de los británicos.

¿Qué importaba si Vicious era un yonqui calamitoso al bajo? "Si Rotten es la voz del punk, Sid es la actitud", solía explicar McLaren. Efectivamente, su pose desafiante y violenta definió una generación, cimentando la improbable inmortalidad de unos Sex Pistols cuya implosión se confirmó tras apenas un año de colérica actividad.

Necronoviazgo con Nancy

Rota la banda, Vicious se embarcó en delirantes proyectos en solitario, incluyendo una versión demencial del 'My Way' de Sinatra. Pero sería su turbulenta relación de amor y muerte con Nancy Spungen la que causaría sensación en los tabloides. 'Nauseabunda Nancy' era una joven depravada con un historial psiquiátrico infinito. Nacida para irritar al prójimo, ejercía como 'groupie' a jornada completa, acostándose con rockeros para obtener heroína o viceversa. Predeciblemente,Vicious cayó rendido a sus pies.

Se instalaron en la Gran Manzana, en la habitación 100 del hotel Chelsea, y compartieron una relación volátil e inflamable, con las venas siempre a punto de jaco. El turbulento idilio halló un escabroso desenlace en octubre del 78, cuando la lencería negra de Nancy amaneció ensangrentada.

Sid fue el primer y más prometedor sospechoso. Mientras suplicaba que le disparasen, formuló una declaración errática ante la policía de Nueva York. Lo mismo juraba que no la había matado que confesaba el crimen: "La amaba, pero me trataba como a un perro". Explicó que la noche anterior habían cenado un cóctel de barbitúricos; al despertarse notó las sábanas húmedas y pensó que se había meado. Pero era la sangre de Nancy. Una puñalada en el abdomen había acabado con su vida.

Se rumoreó que entre los amantes existía un pacto de suicidio que Sid incumplió. Otros especulan con el asesinato cometido por un tercero. Sea como fuere, las sospechas sobre Sid determinaron su ingreso en prisión, aunque abonó la fianza y salió al cabo de unos meses. En presidio había intentado cortarse las venas, pero el personal carcelario lo asistió a tiempo y logró demorar lo inevitable. Inevitable porque escaso tiempo después, Sid moría junto a una cuchara, una jeringuilla y restos de heroína. Así se zanjaba la investigación en torno a la muerte de Nancy.

Drogas y espaguetis a la boloñesa

Tengo el presentimiento de que moriré antes de llegar a viejo. No sé por qué. Es sólo una corazonada". Estas proféticas palabras de Vicious preconizaban su aciago destino. La misma noche en que salió de la cárcel se organizó una fiesta para celebrar su libertad. Su madre le cocinó su plato favorito, espaguetis a la boloñesa, y se malicia que también le suministró el postre: heroína de una pureza letal. Aunque lograron revivirlo, Vicious cometió el fatal error de acostarse a continuación. Dormir tras una sobredosis va deteniendo lentamente los latidos del corazón, y ese sueño fue el definitivo para Sid.

Aquel joven larguirucho y pendenciero extremó las connotaciones del lema 'vive rápido y muere joven', creando un mito en el camino. Llorado por los fans que compartían su desdén y su rabia, las cenizas de Sid evocan todavía sus declaraciones tras la ruptura de los Sex Pistols: "Al final, yo era el único que conservaba algo de anarquía". Irrebatible.