Hamlet y el espíritu de La Colmena

JUAN IGNACIO GARCÍA GARZÓN
El País



La abeja reina «no es la reina en el sentido en que lo entenderíamos entre los hombres. No da órdenes, sino que se encuentra sometida, como el último de los súbditos, a ese orden oculto y soberanamente sabio que llamaremos el espíritu de la colmena». Estas palabras del dramaturgo simbolista belga Maurice Maeterlinck, Premio Nobel de Literatura en 1911 y notorio también por sus ensayos de filosofía entomológica, pertenecen a La vida de las abejas, un libro delicioso y profundo que proporciona sugerentes perspectivas sobre los usos sociales del enjambre humano al hilo de las descripciones de la atareada peripecia vital de la Apis mellifera. Ese espíritu de la colmena aletea en La abeja reina, el título elegido por Verónica Forqué para su traduccción al castellano de la brillante comedia de Charlotte Jones The Humble Boy, gran éxito de la escena británica y estadounidense que, desde su estreno en el Royal National Theatre de Londres en 2001, con dirección de John Caird, y Diana Rigg y Simon Russell Beale en los principales papeles, ha recibido numerosos premios. El Teatro Lope de Vega de Sevilla acoge en estos días el estreno del montaje español dirigido por Miguel Narros en una gira cuya próxima etapa es Alicante, del 3 al 5 de abril.

Tono Sttopard. El argumento trenza varios hilos sorprendentes: la astrofísica teórica, la apicultura y los ecos de Shakespeare, para enredarnos en la almendra esencial de su trama: la dolorosa relación de una madre con su hijo y el abismo que hay entre la realidad y lo que creemos atisbar de ella. Y todo esto tan serio expresado de forma muy divertida, pues la autora lo envuelve en una ironía punzante cuya profundidad se alía con el vertiginoso humor de muchas situaciones emparentadas con el espíritu del slapstick, según algún comentario crítico, en el que se subraya asimismo el tono Sttopard de la comedia unido a algún toque Ayckbourn, un ajustadísimo ensamblaje realizado con talento por Jones, autora con pasado de actriz. Entre otras piezas ha escrito Airswimming, In Flame, The Dark, The Lightning Play y el libreto del musical The woman in White, sobre la novela de Wilkie Collins, con letras de David Zippel y partitura de Andrew Lloyd Webber. La abeja reina comienza con el regreso al hogar de Félix Humble para asistir al funeral de su padre, biólogo, botánico y entregado apicultor.

Historias no cerradas. El treintañero Félix se ocupa en Cambridge de investigar la teoría de las cuerdas, es decir, de encontrar una explicación al Universo zurciendo la física cuántica y la teoría de la relatividad de Einstein. De lo universal a lo personal, mientras busca la gran respuesta no logra encajar las piezas de su vida y huye de la iglesia incapaz de pronunciar unas palabras en el oficio religioso. La vuelta a los escenarios de su niñez ha supuesto para este Hamlet astrofísico el reencuentro con Flora, su madre, que mantiene una relación con otro hombre empeñado en casarse con ella, y también el volverse a enfrentrar a historias no cerradas, como el amor que le unió a Rosie, ahora madre soltera e hija de la nueva pareja de Flora. Narros trabaja por cuarta vez con Verónica Forqué, tras sus encuentros en la lorquiana Doña Rosita la soltera, El sueño de una noche de verano, de Shakespeare y ¡Ay, Carmela!, de Sanchis Sinisterra. El director asegura que la actriz y él se han gustado. «Verónica -explica- es una gran intérprete y me fascina la forma que tiene de hacer las cosas. Su traduccción funciona muy bien en escena». Sobre la comedia, asegura que le parece «inquietante por la forma en que, utilizando el humor, se aproxima al conflicto entre una mujer y un hijo que, como Hamlet, descubre el adulterio de su madre. Charlotte Jones ha logrado un trabajo muy personal en el que, a la vez, es perceptible la rica tradición literaria británica, Shakespeare, claro, y Tom Sttopard, pero también Agatha Christie».

Dolor y humor. En el reparto Verónica Forqué, Juan Díaz, Miguel Rellán, Marta Fernández Muro, Juan Carlos Sánchez y Alba Alonso. La protagonista ha escrito que desea que al público «le guste entender algo más sobre las madres y sus hijos y sobre el Universo. En esta obra también hay abejas, y muchísimo humor, y un dolor a veces muy, muy profundo. Como en la vida. Espero que La abeja reina sea una obra de teatro que, como decía Kafka, sirva para derretir la capa de hielo que cubre el corazón de las personas».