Juan Goytisolo: generación renovada

La colección Verticales de Bolsillo recuerda 'Señas de identidad'


ÁLVARO CORTINA
El Mundo



Aquello de la "renovación de la novela española" llegó morosamente, a destiempo, ya para los 60. Por estos años fechan los manuales todas aquellas aboliciones prosísticas, y todos aquellos arreglos nuevos, tan aquilatados de intelectualismo, edificantes o aparatosos, según gustos.

Ya no es escribir en registro literario, u oral, ya se trata de escribir como se piensa, en retorcidos flujos de conciencia, se trata de hacer subversión desde algún prisma raro de las palabras. Los títulos que renovaron esa década son libros difíciles que denotan asfixia hacia las acotaciones clásicas tipo peripecia o personajes.

Juan Goytisolo fue (y va) a la cabeza de toda esta renovación, de este canon que hizo la guerra estética desde unas lecturas de Joyce o de Faulkner. El abigarrado manual de desamparos llamado 'Señas de identidad' (editada ahora por Verticales de Bolsillo) es una expresión de asfixia. Barcelona en posguerra, charlas, burguesía en fotos... todo le resulta al protagonista Álvaro Mendiola ligeramente egoísta y caduco.

Las personas verbales de la narración cambian, la puntuación se atrofia. Frases largas o sin puntos, son como una brecha abierta a una gárgola del tiempo, hemofílica y equivocada, chorro de meandros y atropello. Los personajes son impresiones estampadas o paisajes de un hilo musical que dibuja o presiente a Álvaro Mendiola.

París/Barcelona o Barcelona/París, entre estas dos distancias se intenta descubrir el universo. Las charlas se suceden y se disuelven. Goytisolo, el autor desentendido, el autor autoexiliado ataca las identidades, borra las caras y retuerce las lenguas.

Hay 'joseantonianos' y gramófonos (efluvios de voz de Katheleen Ferrier), descapotables que recogen putas del Barrio Chino, hay un pueblo, Yeste, por donde asoma el polvorín. Hay informes sobre rojos sospechosos, y hombres sin contexto, y cierta desesperanza, y cierto reproche. Todo cabe dentro de un inefable curso sospechoso, unas veces encendido, contestatario y autobiográfico, otras indefinido.

Naturalmente, esta novela conflictiva y autobiográfica ataca a los orígenes de Goytisolo, ataca al señorito decadente. Así, Barcelona cabe dentro de la metáfora de un camposanto:

"El cementerio había sido concebido en sus orígenes como una apacible y somnolienta ciudad de provincias con sus jardines y avenidas, glorietas y paseos, nichos de clase media y pobre y suntuosos panteones burgueses y aristócratas".

Incriminaciones

El reproche está casi al final de cada uno de los accesos líricos de tan fragmentada construcción: "Nos hemos preparado para algo y no ha pasado nada". 'Señas de identidad' es una obra muy coyuntural, o mejor, generacional. Trabaja en una resistencia roja y generacional, en ironía. Una novela directiva y cargada de futuro (hoy ya de pasado).

"Los españolitos de un metro y sesenta y cinco centímetros de altura con 25, treinta o 35 años de hambre y privaciones a la espalda, llegan en tren a París buscando trabajo. Toman la marcha, ellos que luego serán abuelos, de ese sistema de viejas fotos que regenera las familias en un flujo eterno".

Goytisolo hace del españolito generacional un ser grotesco e incapaz. Muy notable cómo los retrata, indefensos y heridos, frente a la liberada mujer francesa (o alemana o escandinava).

Mendiola, obvio alter ego de Goytisolo, contempla largamente, desdeñosamente, este legado de su estirpe: "En fotos desvaídas y amarillentas los espectros familiares posaban una y otra vez para ti, como en concertadas y tediosas repeticiones de una escena fallida y tu breve y ya lejana historia renacía con ellos". De fondo está aquella licencia que asemejaba cementerio y ciudad: "Charnegos pobres y barceloneses ricos, muertos dormidos y muertos despiertos".