Isaac Asimov: haciendo historia con el futuro

El escritor alcanzó la fama con 'Fundación', editada por La Factoría de Ideas


ÁLVARO CORTINA
El Mundo




Montones de 'frikis' revolotean por la Red llevándose noticias de alguna posible y cercana adaptación de la saga 'Fundación' al cine. Lem, Bradbury, Heinlein, Dick y Arthur C. Clarke han tenido adaptaciones muy notables, no así Isaac Asimov.

Lo cierto es que el espacio exterior, desproporción absoluta, pozo negro espolvoreado con fuegos en letargo y materia a la deriva, es un espectáculo visual muy resultón, y además da mucho que pensar. Escribe Asimov:

"Su primera visión del sol de Trántor fue la de una mota blanca y dura, casi perdida en medio de una miríada de otras idénticas, y sólo la reconoció porque el guía de la nave se la indicó".

Leyendo 'Fundación' (La Factoría de Ideas), uno ya está viendo la película. Asimov, antes de alcanzar la fama por divulgar la historia del mundo y de la ciencia, se dedicó a la historia extraterrestre, a hacer historia del futuro, y comenzó su fama con este título. En concreto, comenzó con la historia de la Fundación, organismo más o menos misterioso, que concentra sus esfuerzos en una Enciclopedia Galáctica.

'Fundación' está formada por cinco partes, a saber: 'Los psicohistoriadores', 'Los enciclopedistas', 'Los alcaldes', 'Los comerciantes' y 'Los príncipes comerciantes'. Son como oleadas de generaciones que, desde el exilio al que se ven forzadas, van dando forma a un proyecto científico informe, en la periferia de un Imperio. Asimov se aplica en la "fanta-ciencia" para narrar la historia de sus colonias, que baila los ciclos de prosperidad y de barbarie.

La erudición que se necesita para la "fanta-ciencia" es todo producto del sentido del gusto y no de bibliografías. Los datos, inventados, tienen que hacer atmósfera, las citas de la 'Enciclopedia Galáctica' tienen que volverse reales.

Aunque son inevitables las oscuridades, los cabos sin atar. Hari Seldon es obligado a irse de la capital del Imperio por haber hecho una serie de predicciones probabilísticas sobre el ocaso del Sistema. Le obligan a exiliarse a Térmibus como aquí en España exiliaban a los ministros a las Canarias o a las Baleares.

Es curioso, Asimov no describe Térmibus. Tampoco se deshace en 'fanta-ciencia', en realidad. Apenas hace mención de rasgos físicos, o de pensamientos, o de psicologías. Su ambición parece centrada en describir alianzas y políticas de los pioneros de Térmibus. O sea, como un historiador del futuro. Allí en Térmibus, esa isla del espacio, se forma la 'Fundación', que termina siendo una especie de religión de la ciencia.

Los manejos de Salvor Hardin para imponer la comunidad de Térmibus dentro de aquel salvaje oeste se hacen palmarios y protagonistas en el tercer capítulo. Personaje maquiavélico y juicioso asume una gran centralidad, jugando al ajedrez con la historia en los constelados abismos, valiéndose del poder de la superstición que aureola la Fundación para someter a la poderosa corte de Anacreonte:

"En su afán por consolidar para siempre su dominio sobre su propio pueblo, los reyes de los Cuatro Reinos aceptaron la religión de la ciencia, que los hizo divinos; y esa misma religión fue su silla y su bocado, pues puso la sangre vital de la energía nuclear en manos del sacerdocio".

Camino incierto de una civilización

También cuenta Asimov de las nieves y las luces que caen sobre su planeta imaginario, el planeta de los pioneros que él mismo pobló, pionero a su vez de las letras. Pero por encima del espectáculo helado de las estrellas y de las naves, se aprecia un seguimiento en el camino incierto de una civilización.

El espacio, sombra y candelabros, receptáculo perenne desvestido de fronteras, es quizá el escenario que mejor puede transmitir esa incertidumbre, esa lucha por la vida, esa fragilidad del hombre, ¡tan pequeño al lado de los planetas! "En el espacio nadie podrá oír tus gritos", que decía el eslogan de 'Alien'. Al fin y al cabo, un hombre está verdaderamente solo cuando se le observa desde el espacio.

El Imperio parece una lucha aislada por vencer sus decadencias. Es como si Asimov hubiese puesto unas cuantas cobayas a flotar en el espacio con la luz de cristales que por allí reina. Y desde entonces sus seguidores quieren verlo con los ojos en la pantalla de algún cine. Los 'frikis' y los no tan 'frikis'.