‘Netherland’ es una excelente novela sobre las consecuencias del 11-S en Nueva York

La última revelación de las letras americanas, Joseph O’Neill, nació en Irlanda y creció en Holanda antes de instalarse en Nueva York. En ‘Netherland’ utiliza el paisaje moral de la Gran Manzana después del ataque a las Torres Gemelas como metáfora del desmoronamiento de una pareja. Una brillante reflexión sobre la identidad y las dificultades de adaptación con el críquet como trasfondo



JORDI PUNTÍ
El Periódico de Catalunya




Una semana después del atentado contra las Torres Gemelas, en septiembre del 2001, escuché por la radio en Nueva York la confesión de un oyente. Tras la tragedia, decía, él y su mujer aún no habían mantenido relaciones sexuales: se sentían culpables de disfrutar mientras había tanta gente sufriendo. La identificación me pareció ingenua y exagerada, pero tenía su cosa. De la misma forma que, históricamente, los apagones generales se traducen nueve meses más tarde en un aumento de la población, no es extraño que las desgracias de gran magnitud social y mediática –terremotos, atentados, inundaciones– terminen usurpando el estado de ánimo de las personas. La poesía de la experiencia lo llama correlato objetivo.

CRISIS DE PAREJA

El punto de partida de Netherland, subitulada en castellano El club de críquet de Nueva York, la espléndida novela de Joseph O’Neill (Cork, Irlanda, 1964), contiene una identificación similar, aunque más justificada. El narrador, Hans, es un holandés que trabaja como analista económico en Londres. En 1999, él y su mujer, inglesa, se trasladan a Nueva York y al cabo de un tiempo tienen un hijo. Como viven en la parte baja de Manhattan, justo después del ataque del 11 de septiembre no pueden volver a casa y se refugian temporalmente en el Hotel Chelsea. Este estado provisional acaba afectando los cimientos de la relación y la mujer decide volver a Londres con su hijo. En un primer momento ella pone como excusa el terror que siente ante la posibilidad de un nuevo ataque, pero cuando él dice que volverá con ella, sale a la luz la insatisfacción amorosa. No, él tiene que quedarse. El narrador escribe: «La misma vida se había vuelto incorpórea. Mi familia, la columna vertebral de mis días, se había desmoronado. Estaba perdido en un tiempo de invertebrado». La identificación con las Torres Gemelas es efectiva.

El Nueva York de después del atentado es el paisaje moral en que el protagonista deambula desorientado. Si su aflicción se vuelve más soportable es gracias a la galería de personajes que conviven con él en el Hotel Chelsea y, sobre todo, a su afición por jugar al críquet. A través de este deporte, sin tradición en Estados Unidos y que solo practican varias minorías étnicas, conoce a Chuck Ramkissoon. Chuck es un antillano metido en mil negocios y que tiene el sueño de construir un gran estadio de críquet en Nueva York. Hans, que es el único jugador blanco de su equipo, va narrando los pliegues de esta extraña amistad. Como contrapunto, el lector accede también a un repaso de sus viajes a Londres, para rehacer el matrimonio, y a los recuerdos de su infancia en Holanda que le suscita el críquet.

Con estos mimbres, Joseph O’Neill trenza una brillante reflexión sobre la identidad y las dificultades de adaptación. ¿Qué nos define mejor, el lugar donde vivimos o el lugar donde hemos nacido? Chuck representa el inmigrante que quiere asimilarse a cualquier precio para formar parte de una idea de éxito. Hans, en cambio, lucha contra la sensación de fracaso. Su relato mantiene siempre un tono lírico y escéptico, y solo el personaje de su esposa –malhumorada y cruel– resulta un poco esquemático. Escrita con un gran virtuosismo estilístico, de corte tradicional, Netherland fue una de las 10 mejores novelas del pasado año en Estados Unidos y lo podría ser también aquí.