"The spinning top", Grahan Coxon (2009)


KEPA ARBIZU
Lumpen




El dicho popular afirma que detrás de un gran hombre siempre hay una gran mujer. Aplicada esta teoría al mundo del rock podemos decir que detrás de un líder carismático suele haber, en la sombra, un músico con talento. Ése era exactamente el papel que desempeñaba Graham Coxon en los afamados Blur. Él sustentaba, a base de acelerados y alegres ritmos de guitarra, el molde sonoro del grupo inglés.

Sus primeros discos en solitario conviven con su presencia en el grupo pero no es hasta 2003, tras abandonarles a causa de discrepancias internas y en busca de una vida más sana y tranquila, cuando sus trabajos personales empiezan a tener algo más de empaque por sí mismos y relevancia de cara al público.

Justo al año posterior publica “Happiness in magazines”, todavía algo deudor del sonido Blur de la primera etapa. Mucho más acelerado y cercano a los postulados del post punk y new wawe sería “Love travels at illegal speeds”. Ambos son una muestra perfecta de la frescura con que sabe dotar Coxon a sus composiciones.

Viendo su currículum parece obvio cuáles son los parámetros en los que se encuentra más cómodo y dónde saca mayor rendimiento a su talento. Parece ser que tras abandonar a Damon Albarn y a sus chicos también creció en él la necesidad de no repetirse y de buscar nuevos formatos musicales. Así que este año se presenta con un disco, “The spinning top”, que por una parte está estructurado de manera que nos cuenta el desarrollo vital, desde el nacimiento hasta la muerte, de un hombre, y por otra se acerca a unos sonidos “folkies” desconocidos hasta la fecha dentro de su repertorio estilístico. Para este propósito se ha servido de la ayuda de Robyn Hitchcock y Danny Thompson como colaboradores especiales.

La nueva influencia mencionada, queda más patente en el primer bloque de canciones, (“Look into the light, “This house” e “In the morning”), todas ellas con vocación mística. Parecen elaboradas a partir de la escucha compulsiva de artistas como Cat Stevens, Nick Drake o más psicodélicos al estilo Donovan. No es hasta “If you want me” cuando aparecen las guitarras y los ritmos acostumbrados en manos de Coxon, aunque para ser exactos estos llegan a mitad de canción. El comienzo nos induce a pensar que va seguir por la senda más introspectiva pero sufre un cambio radical, tornándose en un ritmo más oscuro y pesado. Sólo se trata de un breve paréntesis porque “Perfect love” regresa con un folk optimista y melódico.

En pocas ocasiones nos vamos encontrar con que las guitarras eléctricas cobren la importancia de pasados trabajos. Son excepción por tanto canciones como “Dead bees”, la más fuerte de todas ellas que recuerda a unos Blur pasados de distorsión, “Humble man”, bonito tema con un innegable sabor a Kinks, o la onírica y psicodélica “Tripping over”. Esos mismos aires, los psicodélicos, aparecen en el blues acústico y de ritmo trepidante y angustioso que es “Sorrow’s army”, probablemente el tema más destacado del disco y con título homenaje al “Oliver’s army” de Costello.

El resto de temas fluctúan entre diferentes matices del folk. En clave más pop, “Feel allright”, con sonidos “espaciales”, “Home”, o la sobria y onírica “Far from everything”. Esta amalgama de canciones nos ilustra el modo en el que el disco intenta transmitir los diferentes estados de ánimo del personaje por medio de diferentes estilos.

Un disco realmente curioso el editado por Coxon, dejando atrás su “personalidad” y adentrándose en terrenos, en un principio, poco propicios para sus características. Una prueba de fuego tanto para el oyente, acostumbrado a otros registros, como para el propio músico. En ocasiones puede quedar desbordado por lo amplio de sus miras y su poca pericia, vocal principalmente, para estos menesteres, pero es justo decir que se trata de un conjunto más que agradable con algunos temas realmente interesantes.