Las fantasías y pesadillas de Tim Burton llenan el MOMA


El cineasta dió las gracias a los comisarios por "dar sentido a su vida"


CARLOS FRESNEDA
El Mundo




Son más de 700, entre monstruos, marcianos, manostijeras, payasos, freaks, novias cadáveres, mujeres góticas, niños melancólicos, seres de pesadilla y criaturas de varios ojos. Se han amotinado desde esta semana en el MOMA de Nueva York y allá piensan estar hasta bien entrada la primavera, compitiendo con los Mirós y los Picassos, y atrayendo de paso a una clientela más habituada a la oscuridad cinéfila que a las paredes blancas.

"Este museo tendrá un antes y después de Tim Burton", vaticinó el director del MOMA, Glenn Lowry. Sin quitarse las gafas de sol, como recién caído del reino de las tinieblas, el propio cineasta certificó: "Esto es como una experiencia fuera de tu propio cuerpo... Me gustaría saber si hay un doctor en la sala, para certificar si estoy efectivamente muerto".

Ya en serio, con incorregible humor negro, Tim Burton agradeció al MOMA el detalle de "haber hurgado en mis armarios para dar sentido a mi vida". De su arte dijo bien poco, aunque ahora ya sabemos todos a qué dedica el tiempo libre: a soñar despierto y pintar a raudales, como si su mano librara una carrera enloquecida con su propia imaginación por ver cuál de las dos llega antes...

"Gracias también a Ron (Magliozzi) y a Jenny (He) por descubrir en mí influencias que ni yo mismo sospechaba", terció Burton, arropado por los comisarios de esta delirante y ululante exposición que discurre ante la retina como una trepidante sucesión de fotogramas.

En tres escenas

Primera escena: 'Sobreviviendo a Burbank'. Viajamos a los orígenes del genio en el sur de California, en ese paraíso suburbano que siempre le resultó lo más parecido al infierno. Las películas de horror (Vincent Price, mito de su infancia), la ciencia ficción de los tardíos cincuenta y los monstruos japoneses fueron su antídoto contra el aburrimiento. Con trece años, y con sus vecinos como protagonistas, rodó su dos primeros cortos en 8 milímetros: 'La isla del Dr. Agor' y 'Houdini: la historia nunca contada'. Una escultura de acero y poliéster, fechada en el 2009, es el homenaje que Tim Burton rinde a sus 51 años a aquella infancia edulcorada o torturada, según se mire.

Segunda escena: 'Embelleciendo Burbank'. Burton se somete durante dos años a los rigores de la CalArts, y luego ficha como animador aventajado para los estudios Disney. Por la noche cuelga la carpeta de la rutina y se entrega a proyectos irrealizables, como 'Romeo y Julieta' o 'Little Dead Riding Hood', donde se empiezan a dibujarse presentes y futuras obsesiones góticas. Como entretiempo, las caricaturas de Ronald Reagan o de los Ramones, testimonio ambivalente de aquella década nada prodigiosa (estamos aún en los ochenta)

Tercera escena: 'Más allá de Burbank'. El cineasta se recupera de los primeros tropezones y despliega por fin sus alas con 'La gran aventura de Pee-Wee' y después con 'Beetlejuice'. Pero antes, su colección de juguetes existencialistas o 'trágicos', y las memorables ilustraciones de 'La muerte melancólica del niño ostra'. Siguiendo la estela de 'Batman' llegamos a la sala consagrada a sus grandes aventuras de celuloide, con la réplica de 'Eduardo Manostijeras' y el rincón consagrado a los dibujos de 'La novia cadáver'.

'Una relación fluida'

Allí coincidimos con los catalanes Carlos y Jordi Grangel, acompañantes de excepción en el viaje de Emily y Victor al país de los muertos... "Tuvimos con él una relación increíblemente fluida", recuerdan los Grangel, distinguidos como "co-creadores" de Burton en los títulos de crédito. "Hablamos la misma lengua, que es la lengua de la imaginación... Basta con pasar cinco minutos en esta exposición para hacerse una idea de su tremendo caudal creativo".

Los comisarios Ron Magliozzi y Jenny He han creído ver en Burton influencias que van desde el arte pop del sur de California hasta el expresionismo alemán, pasando por el Gótico o el Grand Guignol... "Hemos querido que el museo se contagie de la energía de Tim Burton", concluye Magliozzi, vigilado desde lejos por el gigante hinchable 'Ballon Boy' (una de las siete obras concebidas para la exposición) y a las puertas de un ciclo especial, consagrado a las películas que alimentaron la imaginación del cineasta total: "La belleza extravagante de los monstruos".