Un Bob Dylan poliédrico en "I’m not there"

Crítica de la película inspirada en la vida del cantante de Minnesota





AIDA M. PEREDA
TerceraInformación


Tres años ha habido que esperar para que se estrene en España ’I’m not there’, el biopic más atípico hasta la fecha de Bob Dylan (’Don’t look back’ y ’No direction home’). Todd Haynes construye el puzzle más caótico y metafórico de uno de los cantautores más importantes de la historia de la música. No es la primera vez que Haynes recurre a un icono de este tipo. En 1998 filmó ’Velvet Goldmine’, donde recreaba la época del glam rock, con David Bowie e Iggy Pop a la cabeza. Once años antes ya había filmado ’Superstar: The Karen Carpenter Story’, donde contar los problemas de anorexia de la cantante de The Carpenters le costó una demanda de su hermano, Richard Carpenter. Aprendida la lección, para hacer ’I’m not there’ pidió la autorización expresa del cantante estadounidense.

Haynes reinventa a Dylan a través de cuatro personajes (Arthur, Woody, Jack y Jude) que dan a conocer algunos de los momentos más cruciales de su vida. Según su realizador, Arthur representa la influencia de Rimbaud en su carrera y habla de las motivaciones sociales y políticas de sus letras utilizando citas de algunas de sus entrevistas. Woody es un niño negro que encarna las aspiraciones de sus inicios. Jack (Christian Bale) escenifica el comienzo del éxito, la época de las grandes canciones protesta de principios de los sesenta recogidas en ’The Freewheelin Bob Dylan’ y ’The times they are a-changin’. Robbie (Heath Ledger) da vida a su faceta más íntima, y Jude (Cate Blanchett) recrea la crisis existencial del cantante cuando su carrera se consolida y al mismo tiempo se ve resentida por las críticas. Para salir de ese pozo se refugia en la religión y aparece Jack veinte años después convertido en un evangelista, el pastor John, que da cuenta de su conversión al cristianismo y de la época donde se pasa al gospel con álbumes como ’Slow train coming’, ’Saved’ o ’Shot of love’.

Todos estos personajes son Dylan, el Dylan complejo y poliédrico que, aunque no aparece en la película como tal, es el protagonista indiscutible de la cinta a pesar de la ambigüedad del título. ’I’m not there’ hace referencia a una canción grabada con The Band en el festival de Woodstock de 1967, pero que no fue editada. "Evoca el famoso verso de Rimbaud e ilustra el descolocamiento personal y la estrategia de múltiples Dylan que la película utiliza", explicaba su director.

Uno de esos Dylan es el interpretado por Cate Blanchett. Hay que recordar que este papel le valió la Copa Volpi a la Mejor Actriz en el festival de Venecia y consiguió una nominación a los Oscar como Mejor Actriz de Reparto en el año 2007. Y ahora que podemos ver su actuación, es ciertamente impactante, puesto que no es habitual ver a una mujer ataviada como un hombre (Gwyneth Paltrow consiguió también un Oscar por su papel en ’Shakespeare in Love’), pero ya sabemos el gusto de los especialistas por las caracterizaciones y los personajes extremos. En mi opinión, me hubiese impresionado más ver a la Blanchett con toda su belleza y femineidad haciendo del músico en su época más andrógina.

En el reparto destaca además el desaparecido Heath Ledger con una actuación soberbia, donde, ayudado por el buen hacer de Charlotte Gainsbourg, deja entrever los vericuetos más reprochables del cantante. También merece la pena mencionar a Christian Bale, y a Richard Gere, quien interpreta a Billy, el forajido de la película ’Pat Garrett & Billy The Kid’ para la que Dylan compuso su banda sonora. Julianne Moore, indispensable en filmes de Haynes como ’Safe’ o ’Lejos del cielo’, aparece en este caso en un minúsculo papel, haciendo de Alice, una cantante folk amante de Dylan.

Con todos estos ingredientes, Haynes elabora una pseudo-biografía sobre Bob Dylan en dos horas y cuarto de imágenes de gran belleza visual, donde se pasa del blanco y negro al color con el mismo sinsentido con el que se entrelazan las etapas del poeta de Minnesota. Los dibujos más logrados son sin duda los que recrean su vida sentimental y su faceta profesional. A través de Heath Ledger queda más definida su relación con las mujeres, en especial con la madre de sus hijos, y Cate Blanchett refleja su actitud en los conciertos, su relación con la prensa y sus coqueteos con las drogas. Por el contrario, otras caras, como su devoción religiosa, se presentan sólo como boceto.

Y aunque la idea de representar las diferentes etapas de una misma persona con distintos personajes es altamente ingeniosa, una vez plasmada no obtiene un buen resultado. Tal vez con un montaje más lineal, contando cada etapa de principio a fin, sin rupturas, el resultado hubiese tenido más cohesión y coherencia. Porque la sensación del público es que asiste a un espectáculo desordenado y desorientador, pero entretenido al mismo tiempo. Por ello, quien no sea un acérrimo seguidor del cantante de Minnesota no llegará a comprender del todo este filme de valor claramente experimental. Ahora bien, tal vez su visionado pueda sembrar la curiosidad sobre la figura de Dylan y aumentar el interés por su música.

Teniendo en cuenta que a estas alturas todo aquel que estuviera interesado en el filme ya lo habrá visto, parece que ’I’m not there’ no hará grandes cifras de recaudación, pero sin duda, es una buena ocasión para disfrutar en pantalla grande de la minuciosidad y el barroquismo de sus imágenes, además de de su exquisita banda sonora, que, como no podía ser menos, incorpora una selección de grandes composiciones del artista, versionadas para la ocasión (lo que puede restar puntos), pero es curioso escuchar el particular homenaje de bandas como Yo la Tengo, Caléxico, Sonic Youth o Antony and The Johnsons al músico estadounidense.