La cárcel de papel
No se puede poner en duda que Maus es una de las obras más influyentes de la historia del tebeo. Independientemente de los gustos personales, la realidad marca que la obra de Art Spiegelman ha contribuido de forma fundamental al cambio de consideración de la historieta, convirtiéndose en argumento reiterado y, ya hasta cierto punto fácil, para demostrar y ejemplificar la madurez del medio.
El Pulitzer a Maus supuso para la historieta el espaldarazo final a su consideración adulta popular y mediática, consiguiendo lo que nunca antes se había logrado, pese a los muchos merecimientos. Cualquier buen aficionado al tebeo sabe que esta afirmación no implica, en modo alguno, que Maus sea la cúspide absoluta del noveno arte –siendo como es, una obra maestra-, pero es obvio que Spiegelman aunó en su obra méritos y características que le concedieron ese ansiado beneplácito común de público, crítica, medios y cultura oficialista al que nunca se había llegado.
Sin embargo, si dejamos ya de lado los anteriores méritos y afirmaciones y nos centramos en la figura del autor, resulta cuanto menos paradójico que sea realmente complejo enumerar más títulos de su obra. No es raro encontrar autores que basan toda su fama en una única obra (incluso, por desgracia, autores a los que la fama de una obra les ha sepultado creativamente), pero siempre se puede estudiar su trayectoria artística previa. Un intento que, en el caso de Spigelman era casi imposible. Incluso la todopoderosa y omnisciente wikipedia apenas arroja más información sobre el autor que su trabajo de ilustrador y, por supuesto, Maus.
Y aunque se pueda aceptar, con ciertas dificultades, que existen casos de genialidad artística innata… ¿Se puede creer que Maus es una especie de afortunada generación espontánea de la nada? Una respuesta que, evidentemente, sólo puede tener la negación como respuesta. Maus es un ejercicio narrativo de alta complejidad en la que se detectan multitud de influencias y detalles que denotan un inmenso trabajo de preparación, que sólo se puede entender a partir de una experiencia anterior de investigación constante en el lenguaje de la historieta.
Un ejercicio previo que es posible conocer gracias a Breakdowns (Random House Mondadori), que reedita la primera recopilación de trabajos de Art Spiegelman publicada en 1978 y que permite comprobar la evolución artística y personal de este autor. A través de las historias cortas reunidas en este volumen, originalmente dispersas por diferentes publicaciones alternativas de la década de los 70, vamos a encontrar a un autor profundamente comprometido con la investigación y la búsqueda de nuevos límites y recursos del lenguaje de la historieta. Spiegelman parte de las formas de la ilustración, pintura y narrativa clásicas (incluyendo, obviamente, las de la historieta), para experimentar y descubrir nuevos recursos.
Juega con la misma facilidad con las Biblias de Tijuana que con el cubismo, con los préstamos entre medios desde la televisión y cine o con la experiencia metalingüística e incluso con recursos propios de las primeras experiencias secuenciales de Lynn Ward. Es fácil reconocer la influencia de Justin Green (los dedos falo en la experiencia autobiográfica), pero también a Crumb. Deconstruye la página y la vuelve a reconstruir, rompe la dinámica lectora para luego restaurarla. Nada es ajeno: el collage de Ersnt es vehículo de una corrosiva reinvención de la tira diaria de los años 50 mientras que Picasso convive en igualdad con Mr. Potato. Sólo hay una máxima común a todas las historias: la transgresión formal, la ruptura continuada.
Recuperar las historias que se reúnen en Breakdowns es un verdadero placer para el aficionado, que puede asistir en primera fila no sólo al proceso formativo de un genio de la historieta, sino también a uno de las etapas más apasionantes de reinvención del lenguaje de la historieta. Sin embargo, Spiegelman nos guardará para esta obra un regalo todavía mayor si cabe, creando una introducción de 20 páginas en las que comprimirá su evolución personal dentro de la historieta. En un ejercicio de declaración apasionada de amor por la historieta, el autor irá descubriendo cómo los tebeos han formado su personalidad, cómo han estado en momentos claves de su vida pero, también, cómo se ha ido relacionando la compleja relación entre autoría y vida. Influencias cruzadas que van desde su descubrimiento del arte a los diferentes trabajos que desempeña, asimilando todo para volcarlo en sus propias creaciones.
Una síntesis brutal en la que Spiegelman vuelve a fascinar con sus propuestas formales, en las que es casi imposible hacer una enumeración de los pequeños detalles que salpican cada página. Desde las composiciones aparentemente sencillas en las que el autor estructura una complejo juego de niveles hasta la evolución estilística en función de la época de su vida que está narrando, en la que juega con el estilo que más le impresionaba y el que él utilizaba, pudiéndose rastrear casi toda la historia de la tira diaria americana en esas escuetas veinte páginas.
Pero además, Spiegelman engloba todo ese despliegue de recursos en un discurso corrosivo y profundamente autocrítico, en el que el autor pone en duda todos sus planteamientos y relativiza con inteligencia todos sus planteamientos anteriores, que finalizará con una atrevida reivindicación de la libertad en el arte que el mismo autor se permite ironizar en dos viñetas finales simplemente geniales. Un juego lúdico en el que deja al lector la última palabra sobre la definición de su arte y de lo que verá en las páginas de Breakdowns.
Un libro de obligada lectura que RandomHouse publica con exquisitez.
El Pulitzer a Maus supuso para la historieta el espaldarazo final a su consideración adulta popular y mediática, consiguiendo lo que nunca antes se había logrado, pese a los muchos merecimientos. Cualquier buen aficionado al tebeo sabe que esta afirmación no implica, en modo alguno, que Maus sea la cúspide absoluta del noveno arte –siendo como es, una obra maestra-, pero es obvio que Spiegelman aunó en su obra méritos y características que le concedieron ese ansiado beneplácito común de público, crítica, medios y cultura oficialista al que nunca se había llegado.
Sin embargo, si dejamos ya de lado los anteriores méritos y afirmaciones y nos centramos en la figura del autor, resulta cuanto menos paradójico que sea realmente complejo enumerar más títulos de su obra. No es raro encontrar autores que basan toda su fama en una única obra (incluso, por desgracia, autores a los que la fama de una obra les ha sepultado creativamente), pero siempre se puede estudiar su trayectoria artística previa. Un intento que, en el caso de Spigelman era casi imposible. Incluso la todopoderosa y omnisciente wikipedia apenas arroja más información sobre el autor que su trabajo de ilustrador y, por supuesto, Maus.
Y aunque se pueda aceptar, con ciertas dificultades, que existen casos de genialidad artística innata… ¿Se puede creer que Maus es una especie de afortunada generación espontánea de la nada? Una respuesta que, evidentemente, sólo puede tener la negación como respuesta. Maus es un ejercicio narrativo de alta complejidad en la que se detectan multitud de influencias y detalles que denotan un inmenso trabajo de preparación, que sólo se puede entender a partir de una experiencia anterior de investigación constante en el lenguaje de la historieta.
Un ejercicio previo que es posible conocer gracias a Breakdowns (Random House Mondadori), que reedita la primera recopilación de trabajos de Art Spiegelman publicada en 1978 y que permite comprobar la evolución artística y personal de este autor. A través de las historias cortas reunidas en este volumen, originalmente dispersas por diferentes publicaciones alternativas de la década de los 70, vamos a encontrar a un autor profundamente comprometido con la investigación y la búsqueda de nuevos límites y recursos del lenguaje de la historieta. Spiegelman parte de las formas de la ilustración, pintura y narrativa clásicas (incluyendo, obviamente, las de la historieta), para experimentar y descubrir nuevos recursos.
Juega con la misma facilidad con las Biblias de Tijuana que con el cubismo, con los préstamos entre medios desde la televisión y cine o con la experiencia metalingüística e incluso con recursos propios de las primeras experiencias secuenciales de Lynn Ward. Es fácil reconocer la influencia de Justin Green (los dedos falo en la experiencia autobiográfica), pero también a Crumb. Deconstruye la página y la vuelve a reconstruir, rompe la dinámica lectora para luego restaurarla. Nada es ajeno: el collage de Ersnt es vehículo de una corrosiva reinvención de la tira diaria de los años 50 mientras que Picasso convive en igualdad con Mr. Potato. Sólo hay una máxima común a todas las historias: la transgresión formal, la ruptura continuada.
Recuperar las historias que se reúnen en Breakdowns es un verdadero placer para el aficionado, que puede asistir en primera fila no sólo al proceso formativo de un genio de la historieta, sino también a uno de las etapas más apasionantes de reinvención del lenguaje de la historieta. Sin embargo, Spiegelman nos guardará para esta obra un regalo todavía mayor si cabe, creando una introducción de 20 páginas en las que comprimirá su evolución personal dentro de la historieta. En un ejercicio de declaración apasionada de amor por la historieta, el autor irá descubriendo cómo los tebeos han formado su personalidad, cómo han estado en momentos claves de su vida pero, también, cómo se ha ido relacionando la compleja relación entre autoría y vida. Influencias cruzadas que van desde su descubrimiento del arte a los diferentes trabajos que desempeña, asimilando todo para volcarlo en sus propias creaciones.
Una síntesis brutal en la que Spiegelman vuelve a fascinar con sus propuestas formales, en las que es casi imposible hacer una enumeración de los pequeños detalles que salpican cada página. Desde las composiciones aparentemente sencillas en las que el autor estructura una complejo juego de niveles hasta la evolución estilística en función de la época de su vida que está narrando, en la que juega con el estilo que más le impresionaba y el que él utilizaba, pudiéndose rastrear casi toda la historia de la tira diaria americana en esas escuetas veinte páginas.
Pero además, Spiegelman engloba todo ese despliegue de recursos en un discurso corrosivo y profundamente autocrítico, en el que el autor pone en duda todos sus planteamientos y relativiza con inteligencia todos sus planteamientos anteriores, que finalizará con una atrevida reivindicación de la libertad en el arte que el mismo autor se permite ironizar en dos viñetas finales simplemente geniales. Un juego lúdico en el que deja al lector la última palabra sobre la definición de su arte y de lo que verá en las páginas de Breakdowns.
Un libro de obligada lectura que RandomHouse publica con exquisitez.