JUAN PEDRO QUIÑONERO
ABC
¿Qué hay de nuevo, cuando se han visto todas las fotografías de todos los fotógrafos del mundo sobre París…? Henri Cartier-Bresson.
La Maison Européenne de la Photographie (MEP) presenta, hasta el 30 de agosto, una gran retrospectiva parisina, con 320 obras que reúnen, en una sola muestra, dos exposiciones anteriores, «Paris à vue d’œil» (1984) y «Des Européens 1997», presentadas ahora con un título ecuménico: «Henri Cartier-Bresson à vue d’oeil», una gozada para la vista, el alma y la revelación de París, justamente.
Fotógrafo parisino, formado en la escuela pictórica de André Lhote, seducido temporalmente por las locuras surrealistas, HCB se hizo célebre fotografiando la calle, los hombres y mujeres de España, los EE.UU., las Américas, Rusia, Asia, que sé yo, mucho más de medio mundo.
El corazón de los morales
De vuelta a casa, Cartier-Bresson no solo traía a la agencia Mágnum memorables imágenes de otros mundos. Descubría nuevos rostros de un París cambiante a una velocidad más vertiginosa que el corazón de los morales, según la imagen canónica de Baudelaire.
Cartier-Bresson conoció el París nocturno inmortalizado por Brassaï, y era sensible al Paris de la alta costura (de Avedon a Newton), entre muchas otras metrópolis parisinas, mestizas, cosmopolitas y reciamente tradicionales. Pero él veía con nuevos ojos la ciudad de su vida, a través de una cámara curtida en el descubrimiento de Nueva York y los grandes espacios, dialogando con otros maestros del vagabundeo celeste, como Helen Levitt, Robert Frank o Walker Evans, entre otros.
De ese mestizaje de culturas fotográficas -poco sensibles al color, trabajando de preferencia en blanco y negro, salvo en el caso de Helen Levitt, con objetivos de 50 mm.- floreció un París encantador, el de Cartier-Bresson. Que es un París clásico, de ayer, de hoy y de mañana. La ciudad tiene muchos otros rostros. Pero ese París, popular, sofisticado, irónico, poético, ilustrado, de intacta virginidad, el París del maestro del instante decisivo, tiene el encanto único de las ciudades imaginarias que viven en la tierra prometida de los sueños.
La Maison Européenne de la Photographie (MEP) presenta, hasta el 30 de agosto, una gran retrospectiva parisina, con 320 obras que reúnen, en una sola muestra, dos exposiciones anteriores, «Paris à vue d’œil» (1984) y «Des Européens 1997», presentadas ahora con un título ecuménico: «Henri Cartier-Bresson à vue d’oeil», una gozada para la vista, el alma y la revelación de París, justamente.
Fotógrafo parisino, formado en la escuela pictórica de André Lhote, seducido temporalmente por las locuras surrealistas, HCB se hizo célebre fotografiando la calle, los hombres y mujeres de España, los EE.UU., las Américas, Rusia, Asia, que sé yo, mucho más de medio mundo.
El corazón de los morales
De vuelta a casa, Cartier-Bresson no solo traía a la agencia Mágnum memorables imágenes de otros mundos. Descubría nuevos rostros de un París cambiante a una velocidad más vertiginosa que el corazón de los morales, según la imagen canónica de Baudelaire.
Cartier-Bresson conoció el París nocturno inmortalizado por Brassaï, y era sensible al Paris de la alta costura (de Avedon a Newton), entre muchas otras metrópolis parisinas, mestizas, cosmopolitas y reciamente tradicionales. Pero él veía con nuevos ojos la ciudad de su vida, a través de una cámara curtida en el descubrimiento de Nueva York y los grandes espacios, dialogando con otros maestros del vagabundeo celeste, como Helen Levitt, Robert Frank o Walker Evans, entre otros.
De ese mestizaje de culturas fotográficas -poco sensibles al color, trabajando de preferencia en blanco y negro, salvo en el caso de Helen Levitt, con objetivos de 50 mm.- floreció un París encantador, el de Cartier-Bresson. Que es un París clásico, de ayer, de hoy y de mañana. La ciudad tiene muchos otros rostros. Pero ese París, popular, sofisticado, irónico, poético, ilustrado, de intacta virginidad, el París del maestro del instante decisivo, tiene el encanto único de las ciudades imaginarias que viven en la tierra prometida de los sueños.