Siete fotógrafos descubren la violencia oculta en lo cotidiano

Foto Colectania reúne a autores jóvenes de varios países en ‘Rastros’

Javier Ayarza



GEMMA TRAMULLAS
El Periódico de Catalunya



En una pradera donde las excavadoras acaban de remover la tierra, un grupo de personas mayores charlan alrededor de una mesa de cámping. Esta imagen aparentemente bucólica del fotógrafo e historiador Javier Ayarza no conmueve a primera vista, pero encierra una doble violencia: la de los muertos enterrados anónimamente durante la guerra civil y la de sus familiares que, solos, «sin apoyo institucional y contra los reproches de la sociedad bienpensante», según su autor, luchan por recuperar la memoria histórica.

Ayarza es uno de los siete fotógrafos emergentes reunidos hasta el 31 de julio en la exposición Rastros de Foto Colectania, coproducida con el Centro de Fotografía de la Universidad de Salamanca y Caja Sol. Todos ellos retratan hechos, personas, objetos e ideas que no aparecen en la imagen, sino que están enterrados, sumergidos, rotos u olvidados, pero que han dejado su huella en el presente.

LA OBSCENIDAD DEL DOLOR

«Cuando se abre una fosa, la prensa se tira a retratar los huesos para destacar la obscenidad del dolor –explica Ayarza–. Yo no quería hablar de eso, sino de las personas de hoy». Rastros está comisariada por un fotógrafo, Xavier Ribas, y se centra en una de las tendencias de la fotografía contemporánea, que ha ido alejándose del acontecimiento periodístico: «La radio y la televisión han llevado la fotografía hacia una mirada más lenta y reflexiva, que tiene un lado documental, pero también alegórico, de reflexión y de improvisación sobre la realidad».

Y también crítico. En el caso de la serie Racional de la joven fotógrafa catalana Anna Ferrer (ahora vive en Colombia), las fotos muestran a personas junto a edificios anónimos. Sin embargo, bajo cada instantánea aparece escrito el nombre de la empresa que se aloja en cada uno de los edificios. Se trata de firmas que participan en el negocio de la venta de armamento. «Nada induce a pensar en la violencia, la opresión y la muerte asociados a los conflictos armados –escribe Ribas en el catálogo de la muestra–. La aparente normalidad podría formar parte del discurso de legitimación corporativa».

Tampoco conmueve al primer vistazo la foto de gran formato de la ciudad de Amsterdam del holandés Gert Jan Kocken. Hay que fijarse mucho para dar con un cartel semioculto en una calle donde está escrita la palabra help (ayuda). En este mismo punto fue asesinado por cuatro borrachos el joven Joes Kloppenburg. Nadie le ayudó, y sus familiares colocaron el cartel como recordatorio.

Jan Kocken tiene otras tres fotos en la exposición. Una de ellas es un lienzo rajado que representa a la reina Guillermina de Holanda. El retrato decoraba un salón en un edificio oficial de Yakarta (Indonesia), pero en 1960 un grupo de estudiantes entraron por la fuerza y atacaron la pintura con bayonetas. «Cuando rompes una imagen, creas una imagen nueva», dice el autor. Todos los trabajos están fechados entre el 2001 y el 2008.