ELENA HEVIA
El periódico de Catalunya
–¿Preparar esta antología que reúne sus 21 mejores relatos antiguos y una decena de inéditos le ha revelado algo de sí mismo?
–Que no puedo dejar de rehacer las cosas. He revisado estas historias durante años. Pero preparándolas para su publicación no pude resistirme a pulirlas de nuevo. Quizá una de las cosas que todos los artistas tienen en común es la necesidad de conseguir la perfección en su trabajo. Lo que no podemos hacer en la vida real intentamos lograrlo en el arte.
–¿Cuál es el componente específico de un buen relato?
–Cada relato debe tener sus propias virtudes, pero la cualidad indispensable es la obligación de despertar el interés. Quizá eso puede parecer una observación banal, pero es un reto que cada escritor debe plantearse y es la base de nuestra relación con el lector.
–Chéjov aconsejaba eliminar la primera mitad del relato a la hora de escribirlo ¿El despojamiento es la receta infalible?
–Para alguien a quien le sobran kilos, perder peso siempre es algo bueno. Y eso es algo que también agradecen las historias demasiado adornadas. Pero hay que ser cuidadoso, no vaya a ser que mates al paciente rebanándole el corazón.
–¿La experiencia de combatir en Vietnam que tan bien relata en El ejército del faraónfue decisiva a la hora de convertirse en escritor?
–Imposible saberlo. Si hubieran existido dos Tobias Wolff y uno hubiera ido a Vietnam mientras el otro se quedaba en casa entonces tendríamos la respuesta. Es verdad que la experiencia fue crítica: ir allí dejó en mí un poso que me ayudó a juzgar y trabajar y afectó mi visión del mundo. Pero sin ese otro Tobias Wolff imaginario nunca sabremos cuánto me ha influido.
–¿Por qué las narraciones breves han calado tan hondo en la narrativa estadounidense?
–Como forma narrativa, el relato es perfecto para captar las sutilezas, las fracturas, el desarraigo propio de la vida norteamericana. También es la forma más cercana a lo que hacemos naturalmente cuando describimos nuestras experiencias: contamos historias breves. No contamos novelas, como no contamos poemas. Desde luego, el relato literario es muy diferente de la anécdota, pero, de alguna manera, se parece en la intención.
–¿De los jóvenes cuentistas, en quién deposita sus esperanzas?
–George Sanders, Jeffrey Eugenides, Donna Tartt, Jhumpa Lahiri, Ann Patchett, entre muchos otros.
–¿Se atreve a señalar el mejor relato jamás escrito?
-Los muertos, de James Joyce. Sencillamente, es la perfección.