CAPITÁN SPAULDING
Cinempatia
No, no se trata de los Inglorious Basterds (con E) de Tarantino. Quel Maledetto Treno Blindato es el título original de The Inglorious Bastards (con A), película que dirigió Enzo G. Castellari en 1978 y que por aquí se conoció como Aquel Maldito Tren Blindado. El impacto de esta historia de criminales de guerra reconvertidos en héroes fue tal en el director de Pulp Fiction que éste decidió inspirarse en ella y homenajearla con un título similar (aunque no se trate de un remake propiamente dicho). Lo que queda claro de todo este lío alfabetístico es que, al margen de lo mucho o poco que puedan tener en común ambas películas y de lo más o menos lograda que esté Inglorious Basterds, nadie le puede negar a Tarantino un gusto exquisito por el cine en general y la serie B en particular.
La acción de Aquel Maldito Tren Blindado se sitúa en Francia en el año 1944, cuando la Segunda Guerra Mundial comenzaba a acercarse a su fin. Un grupo de prisioneros, encabezado por los reconocibles rostros de Bo Svenson y Fred Williamson, debe ser transportado desde el establecimiento aliado en que se encuentra para ser procesado por los respectivos delitos de cada uno, pero en mitad del trayecto el convoy es atacado por las fuerzas de Eje, lo cual permite la huida de los malhechores supervivientes. Deciden emprender una excursión por los campos franceses hasta llegar a Suiza, donde les espera la libertad, pero conforme avancen irán descubriendo que nadie escapa de sus deberes como patriota y soldado, y se verán envueltos en más de un episodio de guerrillas, ataques y fugas hasta llegar al asalto de un tren blindado que esconde una potente arma alemana.
La verdad es que no sé en qué demonios piensan las distribuidoras cuando se edita mil y una veces la misma película (edición básica, especial, remasterizada, definitiva, extendida...) en vez de descubrir al público gloriosos momentos cinematográficos como el que sin duda supone el visionado de Aquel Maldito Tren Blindado.
Cutre y casposa a matar, la película es un vendaval de adrenalina, sudor, machismo, pistolas y explosiones, donde el humor zafio no falta a la fiesta de la misma manera que tampoco lo hacen el nudismo gratuito y los discursos anti-guerra -sumamente torpes, naif y patilleros (vamos, que parecen de pitorreo), lo cual por supuesto no hace sino elevarlos a la categoría de brillantes.
Todo ello se traduce en una película terriblemente entretenida, desmadrada y adictiva, cuya principal baza reside, además, en un interés que no decae ni un ápice debido a la cantidad de cosas que suceden en pantalla.
De hecho, la que al principio podía parecer una simple exploitation del cine bélico clásico (sólo con leer la sinopsis quedan claras sus referencias) no tarda en ir desarrollándose por otras vías acercándose al spaghetti western, del que Castellari es un experto, e incluso a la tragedia griega.
Así, los cinco o seis protagonistas emprenden su particular odisea bélica, que los lleva incluso a enfrentarse contra peculiares sirenas (desnudas y aparentemente indefensas mujeres en un lago, en verdad miembros del ejército nazi y con metralletas a mano), que les llevará a atravesar unas tierras desconocidas y hostiles hasta llegar a la nada gratuita misión del asalto al tren, típico McGuffin de infinidad de cintas del Oeste.
Siguiendo por las vías de la clásica tragedia del hombre enfrentado a pasado y destino a la vez, asistimos a la transformación del grupo de malditos bastardos, que de delincuentes de poca monta se ven forzados a convertirse en héroes de guerra, redimiendo sus pecados aun a costa de empeñar sus vidas. Porque cuando se les necesita, los héroes aparecen disfrazados de la más extraña de las formas, y si son soldados del ejército de los Aliados, mejor que mejor, que así se ayudan con metralletas en su via crucis.
Al margen de posibles aunque no necesariamente válidas dobles lecturas (es válida perfectamente como simple película de acción burra), el caso es que entre el cínico humor de sus personajes, que no dudan en arremeter contra el color de la piel de su afroamericano compañero, la personalidad de sus actores y la trepidante y constante acción que apenas da un respito entre balazo y balazo, transcurren sin problema los poco menos de 100 minutos de metraje, creando de su visionado toda una experiencia de necesario revisionado. Ideal para cualquier ocasión, lo cierto es que Aquel Maldito Tren Blindado es una bastardez de cuidado, pero también una genialidad como la copa de un pino.
No es de extrañar que Tarantino diga que '¡Es mi película de guerra favorita de todos los tiempos!', y si dice que en ella se ha basado para sus basterdos, pues mejor que mejor.
La acción de Aquel Maldito Tren Blindado se sitúa en Francia en el año 1944, cuando la Segunda Guerra Mundial comenzaba a acercarse a su fin. Un grupo de prisioneros, encabezado por los reconocibles rostros de Bo Svenson y Fred Williamson, debe ser transportado desde el establecimiento aliado en que se encuentra para ser procesado por los respectivos delitos de cada uno, pero en mitad del trayecto el convoy es atacado por las fuerzas de Eje, lo cual permite la huida de los malhechores supervivientes. Deciden emprender una excursión por los campos franceses hasta llegar a Suiza, donde les espera la libertad, pero conforme avancen irán descubriendo que nadie escapa de sus deberes como patriota y soldado, y se verán envueltos en más de un episodio de guerrillas, ataques y fugas hasta llegar al asalto de un tren blindado que esconde una potente arma alemana.
La verdad es que no sé en qué demonios piensan las distribuidoras cuando se edita mil y una veces la misma película (edición básica, especial, remasterizada, definitiva, extendida...) en vez de descubrir al público gloriosos momentos cinematográficos como el que sin duda supone el visionado de Aquel Maldito Tren Blindado.
Cutre y casposa a matar, la película es un vendaval de adrenalina, sudor, machismo, pistolas y explosiones, donde el humor zafio no falta a la fiesta de la misma manera que tampoco lo hacen el nudismo gratuito y los discursos anti-guerra -sumamente torpes, naif y patilleros (vamos, que parecen de pitorreo), lo cual por supuesto no hace sino elevarlos a la categoría de brillantes.
Todo ello se traduce en una película terriblemente entretenida, desmadrada y adictiva, cuya principal baza reside, además, en un interés que no decae ni un ápice debido a la cantidad de cosas que suceden en pantalla.
De hecho, la que al principio podía parecer una simple exploitation del cine bélico clásico (sólo con leer la sinopsis quedan claras sus referencias) no tarda en ir desarrollándose por otras vías acercándose al spaghetti western, del que Castellari es un experto, e incluso a la tragedia griega.
Así, los cinco o seis protagonistas emprenden su particular odisea bélica, que los lleva incluso a enfrentarse contra peculiares sirenas (desnudas y aparentemente indefensas mujeres en un lago, en verdad miembros del ejército nazi y con metralletas a mano), que les llevará a atravesar unas tierras desconocidas y hostiles hasta llegar a la nada gratuita misión del asalto al tren, típico McGuffin de infinidad de cintas del Oeste.
Siguiendo por las vías de la clásica tragedia del hombre enfrentado a pasado y destino a la vez, asistimos a la transformación del grupo de malditos bastardos, que de delincuentes de poca monta se ven forzados a convertirse en héroes de guerra, redimiendo sus pecados aun a costa de empeñar sus vidas. Porque cuando se les necesita, los héroes aparecen disfrazados de la más extraña de las formas, y si son soldados del ejército de los Aliados, mejor que mejor, que así se ayudan con metralletas en su via crucis.
Al margen de posibles aunque no necesariamente válidas dobles lecturas (es válida perfectamente como simple película de acción burra), el caso es que entre el cínico humor de sus personajes, que no dudan en arremeter contra el color de la piel de su afroamericano compañero, la personalidad de sus actores y la trepidante y constante acción que apenas da un respito entre balazo y balazo, transcurren sin problema los poco menos de 100 minutos de metraje, creando de su visionado toda una experiencia de necesario revisionado. Ideal para cualquier ocasión, lo cierto es que Aquel Maldito Tren Blindado es una bastardez de cuidado, pero también una genialidad como la copa de un pino.
No es de extrañar que Tarantino diga que '¡Es mi película de guerra favorita de todos los tiempos!', y si dice que en ella se ha basado para sus basterdos, pues mejor que mejor.