Kaos en la Red
Investir a los maestros como se pretende de una autoridad legal semejante a la de los policías y jueces es convertirlos descaradamente en parte del sistema represivo de un gobierno que se ve desbordado por los problemas que se crean en las aulas a diario.En vez de abordar estos problemas con valentía se pretende militarizar otro espacio social más: las escuelas.Qué parche tan descabellado.La autoridad o es moral o se convierte en dictadura.No es sorprendente en el camino que llevamos,pero convertir a los maestros en una especie de policías de conducta y pensamiento es una solución inútil, fatal y a la desesperada de los problemas en las aulas.
Es evidente que la estructura y dinámica de esta sociedad precisaría importantes cambios estructurales, culturales y sociales para que cada familia pudiese educar a sus hijos en buenas condiciones, con el tiempo y la dedicación necesarios.
El tiempo de trabajo fuera del ámbito familiar debería ser proporcionado a las necesidades de atención educativa y socia ldel niño-a, según edad, para que existiese un verdadero trabajo educativo conjunto de padres y profesores, cada uno en su respectivo ámbito de acción,y los padres no se sintieran culpables y tuvieran problemas de horarios laborales cada vez que un profesor les cita a una entrevista normal o para ponerles sobre aviso por losproblemas que dan sus hijos.
En ningún programa político aparece el tema de la educación como elemento determinante, ni siquiera en los partidos más aparentemente renovadores que se presentan a elecciones, lo que indica el poco valor social que se le atribuye y el poco valor real que se da a los individuos, tratados como piezas del engranaje político y económico.
Ahora bien: una sociedad como la presente hace aguas por todas partes, y una de las más importantes vías de inundación de conflictos está en el sistema educativo, justo en el tipo de educación formal que reciben los escolares, cada vez más aburridos y distantes de lo que se les pretende enseñar por carecer de interés para su vida y por fomentar la pasividad y sumisión. Eso no se corrige con métodos represivos.Se corrige fomentado la unidad de acción en cuestiones educativas entre los padres y los profesores y potenciando la participación crítica de los estudiantes en su propio proceso de aprendizaje.Se consigue con programas de trabajo en los que se cuente con ellos y con aulas democratizadas.Y se consigue con profesores capaces de tener la autoridad moral que precisan para ser escuchados.Y esta no la obtienen por real decreto.
Entre tanto,la enorme desmotivación en las aulas, y la creciente violencia escolar llega hasta el asesinato a profesores y estudiantes por parte de alumnos agresivos en todas partes, como ponen en evidencia los estudios al respecto y saltan a menudo a las páginas de sucesos.
Es importante dejar claro que un sistema social cualquiera carece de legitimidad, aunque sea legal, si no se posibilitan los medios para el desarrollo físico, mental , espiritual y de nivel de vida de todos sus miembros, con especial cuidado en la distribución de la riqueza de acuerdo con las necesidades reales de la gente y con atención especial a la infancia y juventud como cimientos del futuro colectivo.
A nivel político nunca hay que dejar de cuestionar este sentido peculiar de democracias capitalistas que permiten a verdaderos dictadores sentarse en sillones presidenciales enmascarándose como defensores de las libertades y actuando a la vez contra ellas mediante la manipulación, el engaño y el abuso de poder hasta los más aberrantes límites: guerras, represión, torturas, genocidios, robo de recursos, degradación de las poblaciones y de sus culturas. Con este material se elaboran los sistemas educativos mundiales.Y, por supuesto, los españoles.
Todos estos elementos: escuela autoritaria pero con maestros desprestigiados y carentes de autoridad moral, , sociedad insolidaria, política hipócrita, doble moral en todos los ámbitos, falta de tiempo de los padres y de acuerdos de estos con los maestros, intromisión de la iglesia católica en los colegios, y otras cuestiones de esta índole sirven para crear una completa barrera ccontra el progreso de la educacióin integral de los escolares, sometidos a las directrices de los partidos triunfantes, a la concepción de la enseñanza como negocio y a los dogmas eclesiales como elementos de perversión espiritual disfrazada de educación moral. Es cada vez más apremianteque esta barrera desaparezca, no por la violencia, sino por la acción de la conciencia libre ejercida por la base social de los pueblos y por los padres en primer lugar, para imponer a los gobiernos criterios progresistas y abiertos, controlando a los elementos retrógrados que aquí se denuncian..
Mientras no exista justicia, amor, fraternidad, unidad, y verdadera libertad (que nace en primer lugar de la liberación personal de los propios defectos) en el corazón de las gentes, no existirá nunca un mundo de felicidad y bienestar colectivo. Los padres y maestros son los primeros llamados a asumir su propio proceso de cambio positivo si quieren acabar con la doble moral y la hipocresía habitual de nuestro mundo e imponerse a los dictados de las administraciónes políticas siempre reaccionarias.
Esta es una tarea pendiente, la mayor tal vez de la Historia a estas alturas de tanto desarrollo tecnológico y abundancia de recursos en unas pocas sociedades, y tantas desigualdades, pobreza, esclavitud e infinitas injusticias y abusos de los fuertes en la mayor parte del Planeta, enmascaradas a menudo en falsas legitimidades ideológicas, religiosas o políticas.
Una superestructura, como la educativa, siempre se construye con los mismos ingredientes de lo selementos de base que la componen. Del mismo modo, una conciencia colectiva evolucionada es el resultado del desarrollo de la conciencia individual. Este es ahora mismo el reto de nuestra civilización: el salto de la sociedad de la violencia a la sociedad de la conciencia.
Es evidente que la estructura y dinámica de esta sociedad precisaría importantes cambios estructurales, culturales y sociales para que cada familia pudiese educar a sus hijos en buenas condiciones, con el tiempo y la dedicación necesarios.
El tiempo de trabajo fuera del ámbito familiar debería ser proporcionado a las necesidades de atención educativa y socia ldel niño-a, según edad, para que existiese un verdadero trabajo educativo conjunto de padres y profesores, cada uno en su respectivo ámbito de acción,y los padres no se sintieran culpables y tuvieran problemas de horarios laborales cada vez que un profesor les cita a una entrevista normal o para ponerles sobre aviso por losproblemas que dan sus hijos.
En ningún programa político aparece el tema de la educación como elemento determinante, ni siquiera en los partidos más aparentemente renovadores que se presentan a elecciones, lo que indica el poco valor social que se le atribuye y el poco valor real que se da a los individuos, tratados como piezas del engranaje político y económico.
Ahora bien: una sociedad como la presente hace aguas por todas partes, y una de las más importantes vías de inundación de conflictos está en el sistema educativo, justo en el tipo de educación formal que reciben los escolares, cada vez más aburridos y distantes de lo que se les pretende enseñar por carecer de interés para su vida y por fomentar la pasividad y sumisión. Eso no se corrige con métodos represivos.Se corrige fomentado la unidad de acción en cuestiones educativas entre los padres y los profesores y potenciando la participación crítica de los estudiantes en su propio proceso de aprendizaje.Se consigue con programas de trabajo en los que se cuente con ellos y con aulas democratizadas.Y se consigue con profesores capaces de tener la autoridad moral que precisan para ser escuchados.Y esta no la obtienen por real decreto.
Entre tanto,la enorme desmotivación en las aulas, y la creciente violencia escolar llega hasta el asesinato a profesores y estudiantes por parte de alumnos agresivos en todas partes, como ponen en evidencia los estudios al respecto y saltan a menudo a las páginas de sucesos.
Es importante dejar claro que un sistema social cualquiera carece de legitimidad, aunque sea legal, si no se posibilitan los medios para el desarrollo físico, mental , espiritual y de nivel de vida de todos sus miembros, con especial cuidado en la distribución de la riqueza de acuerdo con las necesidades reales de la gente y con atención especial a la infancia y juventud como cimientos del futuro colectivo.
A nivel político nunca hay que dejar de cuestionar este sentido peculiar de democracias capitalistas que permiten a verdaderos dictadores sentarse en sillones presidenciales enmascarándose como defensores de las libertades y actuando a la vez contra ellas mediante la manipulación, el engaño y el abuso de poder hasta los más aberrantes límites: guerras, represión, torturas, genocidios, robo de recursos, degradación de las poblaciones y de sus culturas. Con este material se elaboran los sistemas educativos mundiales.Y, por supuesto, los españoles.
Todos estos elementos: escuela autoritaria pero con maestros desprestigiados y carentes de autoridad moral, , sociedad insolidaria, política hipócrita, doble moral en todos los ámbitos, falta de tiempo de los padres y de acuerdos de estos con los maestros, intromisión de la iglesia católica en los colegios, y otras cuestiones de esta índole sirven para crear una completa barrera ccontra el progreso de la educacióin integral de los escolares, sometidos a las directrices de los partidos triunfantes, a la concepción de la enseñanza como negocio y a los dogmas eclesiales como elementos de perversión espiritual disfrazada de educación moral. Es cada vez más apremianteque esta barrera desaparezca, no por la violencia, sino por la acción de la conciencia libre ejercida por la base social de los pueblos y por los padres en primer lugar, para imponer a los gobiernos criterios progresistas y abiertos, controlando a los elementos retrógrados que aquí se denuncian..
Mientras no exista justicia, amor, fraternidad, unidad, y verdadera libertad (que nace en primer lugar de la liberación personal de los propios defectos) en el corazón de las gentes, no existirá nunca un mundo de felicidad y bienestar colectivo. Los padres y maestros son los primeros llamados a asumir su propio proceso de cambio positivo si quieren acabar con la doble moral y la hipocresía habitual de nuestro mundo e imponerse a los dictados de las administraciónes políticas siempre reaccionarias.
Esta es una tarea pendiente, la mayor tal vez de la Historia a estas alturas de tanto desarrollo tecnológico y abundancia de recursos en unas pocas sociedades, y tantas desigualdades, pobreza, esclavitud e infinitas injusticias y abusos de los fuertes en la mayor parte del Planeta, enmascaradas a menudo en falsas legitimidades ideológicas, religiosas o políticas.
Una superestructura, como la educativa, siempre se construye con los mismos ingredientes de lo selementos de base que la componen. Del mismo modo, una conciencia colectiva evolucionada es el resultado del desarrollo de la conciencia individual. Este es ahora mismo el reto de nuestra civilización: el salto de la sociedad de la violencia a la sociedad de la conciencia.