Steven Soderbergh: "Los gobiernos mienten cuando quieren resultados"


Una historia real, una película de verdad. Steven Soderbergh recibe a El Cultural en su casa de Los Ángeles para descubrirnos el mundo de ¡El soplón!, película que llega hoy a nuestras pantallas tras su díptico sobre el Che Guevara



JUAN SARDÁ
El Mundo




Un año después de Che, su biografía sobre el mito argentino, el director Steven Soderbergh regresa con ¡El soplón!, una comedia acidísima sobre la impostura y los manejos de las grandes multinacionales con la que cambia radicalmente de registro. Un soberbio Matt Damon encarna a un alto ejecutivo que denuncia a su propia empresa aunque él sea el primer mentiroso. El ganador de una Palma de Oro en Cannes por Sexo, mentiras y cintas de vídeo (1989) o un Oscar por Traffic (2003) recibió a El Cultural en su propia casa de Los ángeles para hablar sobre una de las mejores películas de su filmografía.

Sobre la mesa del salón hay apilados coquetamente varios libros de arte y fotografía. Soderbergh y su mujer, la periodista Jules Asner, partirán dentro de unas horas al Festival de Venecia (donde, por cierto, ¡El soplón! obtuvo una gran respuesta). La casa, una construcción estilo bauhaus de una sola planta en Hollywood Hills, tiene una decoración espartana en la que, como los propios libros, todo parece formar parte de un decorado escasamente manoseado. Su residencia principal está en Nueva York por lo que esa elegante y discreta construcción sólo sirve para los frecuentes viajes laborales de Soderbergh a la ciudad californiana. En medio de tanta pulcritud, destaca 2666, la novela de Roberto Bolaño, con la que Soderbergh aparece debajo del brazo como si fuera un amuleto -o un monaguillo llevando el misal- y que deja de forma descuidada encima de la mesa aportando un poco de vida.

-Mis amigos me dijeron que la leyera y estoy fascinado. Realmente es una obra grandiosa.

-Ahí tiene usted material para varias películas. En España hubo una adaptación teatral. Soderberg abre mucho los ojos como si la idea llevara tiempo rondándole por la cabeza.

-Sí, ¿pero cómo lo haces? Como no sea haciendo una miniserie…

En la pared, un mural con siluetas de celebridades recortadas de revistas por el director (muchas de ellas, se supone, amigos y compañeros). Se niega a dejarse fotografiar en la piscina porque, afirma, no se ha bañado nunca en ella. De todos modos, el motivo del viaje y la entrevista no es Bolaño o sus collages -aunque la conversación se alargue- sino ¡El soplón!, película basada en hechos reales que se estrena hoy en España y que delata las fabulosas cualidades de Soderbergh como director a prueba de bombas al meterse de lleno en una comedia de raíz clásica y solucionarla con un ritmo endiablado, unas interpretaciones portentosas y una carga de profundidad vitriólica, en la mejor tradición de los grandes de la ironía, de Billy Wilder a Lubitsch pasando por La muerte de un viajante de Miller, referentes en los que se ha inspirado de forma confesa. De ¡El Soplón!, basada en una historia real, puede decirse, como escribió Pushkin sobre las Almas muertas de Gogol, que “uno se ríe pero después se da cuenta de que se está riendo de cosas terribles”.

Una comedia con veneno

-¡El soplón! puede entenderse como una comedia pura y dura pero también como un filme profundamente pesimista sobre la naturaleza humana y el sistema capitalista.

-Cuando leí el libro que explicaba la historia real de Mark Whitacre no pude concebir otra forma de abordarla que como una comedia. El protagonista es un señor que se pasa todo el día mintiendo. La única forma de que la audiencia reaccione de una forma positiva ante una experiencia como ésta es haciendo que se ría.

-Usted ya dirigió Erin Brokovich (2000), en la que Julia Roberts se enfrentaba a las grandes corporaciones. ¿Ha tenido la impresión de hacer una versión de su propia película pero dándole completamente la vuelta?

-Voy a poner otro ejemplo, El dilema, de Michael Mann. Allí, un hombre denunciaba los tejemanejes de la industria del tabaco. En mi película con Julia, se trataba de aguas infectadas. Aquí también tenemos a una empresa corrupta. No olvidemos que el espionaje al que sometió Whitacre a ADM (multinacional de la alimentación) en los 90 desveló el caso de fijación de precios fraudulentos entre empresas rivales más grave de la historia. Lo sigue siendo y es execrable. Durante muchos años las grandes corporaciones de la alimentación impidieron que hubiera una verdadera competencia entre ellas. Sin embargo, se trataba de dinero. Nadie salió físicamente dañado.

-Desde el principio, usted parece más interesado en Witheacre que en los manejos corporativos.

-También por eso le dije al guionista, Scott Z. Burns, que lo planteara como una comedia. Fue entonces cuando se le ocurrió la voz en off que revela los pensamientos de Whitacre y todo comenzó a tener sentido. Me encantaba la idea de que fuera un voz en off absolutamente inútil, ¡no aporta nada a la historia! Pero eso me introdujo en el territorio que yo quería explorar: la historia que nos contamos a nosotros mismos para sobrevivir al día a día. Lo cual resulta mucho más divertido si tenemos a un protagonista especialmente inestable. Aquí lo esencial es que Witheacre se comporte exactamente igual en cualquier situación.

Mentiras sin control

-Dentro del género de la comedia, es una farsa.

-Absolutamente. Lo que más me gusta es que se basa en una mentira que se sale de control. Una mentira que sólo crece y crece… Es un principio clásico para la farsa.

Un año exacto después del último encuentro con El Cultural por Che, Soderbergh se muestra mucho más contento. En Madrid apareció con gorra y gafas de sol, esquivo. En Los ángeles es todo entusiasmo. él mismo reconoce el cambio de humor sin entrar en muchos detalles. Quizá porque esta película le devuelve a un terreno sobradamente conocido. La propia Wikipedia advierte que a Soderbergh le gustan los personajes mentirosos, empezando por su sonado debut, Sexo, mentiras y cintas de vídeo, y pasando por filmes como El rey de la colina (1993) o su popularísima saga de ladrones Ocean con Clooney, Pitt y Damon.

-¿Dónde nace su interés por la mentira?
-No comparto la idea de que la mentira sea siempre mala. Hay una mentira necesaria para que el mundo siga girando. Uno debe decir cosas como “qué bonito es ese vestido”. El problema es cuando uno comienza a mentirse a sí mismo. Entonces no ves una diferencia entre decir “qué bonito vestido” y cobrar un cheque que no debes porque te engañas con la idea de que todo el mundo lo está haciendo y no está mal. Hay gente que hace la transición entre pensar que si un tipo de mentiras están socialmente aceptadas por qué no iban a estarlo también las otras. él piensa que no es un ladrón y que por eso deja de serlo. Puedo entender cómo uno un día dice o se dice una mentira, al día siguiente sigue con ella y en un año piensa que es verdad. Es lo que hace Whitacre, construye un muro de falsedades y acaba creyéndoselas.

-Hay algo muy contemporáneo en Whiteacre y es que constantemente se hace la víctima para provocar simpatía.

-Hay una pregunta esencial sobre este caso para la que nadie tiene respuesta, está en la película: ¿por qué un señor que gana cantidades ingentes de dinero denuncia a su propia empresa? ¿Por qué se mete en un asunto tan peligroso? Y hay algo también muy americano en él, y es que incluso en los peores momentos se mantiene optimista. Aquí me basé mucho en La muerte de un viajante. También siempre me ha intrigado por qué su mujer le aguantó. Quizás es porque mucha gente es capaz de renunciar a casi todo por tener seguridad. Y ellos, al fin y al cabo, tenían un hogar y unos hijos...

-Quizá Whitacre sencillamente buscara la fama.

-Hay también algo muy reconocible: querer llamar la atención. Y el dinero. Aquí sí que hablamos de cultura corporativa. En ese mundo sólo te define cuánto dinero tienes. Después hay un clima de falta de ética generalizada. Todo el mundo sabe que los gobiernos mienten cuando quieren obtener resultados. Cuando uno mira a este mundo, no hay nada que indique que hacer lo correcto todo el tiempo hará que consigas lo que quieras. Más bien lo contrario. De todos modos, también creo que esta idea de la moralidad es una construcción de los seres humanos. No entiendo por qué la gente se sorprende cuando alguien hace lo que hace Witheacre. Nunca habrá una generación en la que desaparezca la mentira o el mal.

Humilde y pomposo

-¿Usted ha conocido a Whiteacre?

-No quise. Me interesaban los hechos. Pero no lo que significaban esos hechos para los que lo vivieron. Hay una diferencia en una película entre buscar la verdad y lo real. Yo quería que fuera verdad. Lo interesante es que Whitacre vio la película y dijo que fue exactamente así. Quizá fue puro instinto.

-El trabajo de Damon es asombroso…

-A él también le pedí que no conociera a Whiteacre aunque quería. No me interesaba que hiciera una imitación del verdadero personaje. Para él hubiera sido demasiado fácil. Creo que la película funciona muy bien sobre todo gracias a él. Sólo hubo un momento en el que tuve que corregirle. En el juicio, cuando hace su defensa final, a Matt se le ve demasiado sentido. Le dije que tenía que ser como un discurso de aceptación de Oscar, falsamente humilde y pomposo. Lo entendió a la perfección.

El apoyo del guionista

-Después de Che, a muchos les sorprenderá ese cambio de registro. Y eso que en España no se ha visto una película de bajísimo presupuesto que rodó en medio, The Girlfriend Experience.

-Cuando me dieron la Palma de Oro en Cannes yo ya dije que no pensaba hacer Sexo, mentiras y cintas de vídeo una y otra vez. Para mí, el gran cambio se produjo cuando me di cuenta de que era bueno dirigiendo pero debía dejar la escritura a un guionista profesional. Creo que a partir de entonces mis películas comenzaron a ser mucho mejores. Me gusta adaptarme a cada proyecto aunque muchas veces trabajo con el guionista desde el principio.

-Usted rueda muchísimo…

-Yo lo veo como estar en Off o en On. Algún día pulsaré el botón y no haré nada.