KEPA ARBIZU
Lumpen
Que vivimos tiempos estresantes, de inmediatez y donde todo parece empezar y acabar en el mismo día, es una obviedad. Lógicamente es aplicable al mundo del rock, donde infinidad de blogs, páginas personales y redes sociales presentan al “nuevo grupo revelación” o la mejor canción del año sin descanso. Es arriesgado para los músicos, por lo tanto, tomarse un descanso dentro de esa vorágine. Corren el riesgo de ser olvidados y sepultados por un sinfín de novedades. Pues Drivin' n' Cryin'ha estado, nada más y nada menos, que 12 años sin sacar material nuevo. Toda una insensatez visto desde el punto de vista del marketing y la promoción. Eso sí, contemplando el resultado final, no sólo recuperarán a sus viejos fans sino que tienen muchas probabilidades de atraer a otro buen número de oyentes.
El grupo surge a mediados de los años ochenta en Atlanta (Estados Unidos). Siempre se han caracterizado por mezclar fuertes guitarras con sonidos más clásicos de rock. Observando sus características, todavía se hace más extraño su lapso en blanco, ya que en estos últimos tiempos, este tipo de música, gracias entre otras cosas al mediático epígrafe de “americana”, ha cosechado bastante éxito. Aunque no debemos olvidar que su cantante y compositor principal, Kevn Kinney, ha estado editando discos en solitario, de mucha calidad por cierto, centrado básicamente en el lado más acústico y tradicional del grupo.
No se puede entender la vuelta al estudio de grabación de Drivin' n' Cryin' sin tomar en consideración el satisfactorio resultado que tuvo la intervención quirúrgica en la garganta del vocalista del grupo. A esto hay que añadir lo exitoso de su pasada gira. Todo ello colaboró a insuflar la energía necesaria para volver al trabajo.
“The great american bubble factory” , su nuevo lanzamiento, tiene la particularidad de estar grabado, o por lo menos planeado, desde hace bastantes años. El grupo decidió paralizar todos sus planes a raíz de los atentados del 11 de septiembre. Consideraron que no era el momento para seguir disfrutando con la música. Eso tampoco ha impedido que el trasfondo del disco esté plagado de referencias a la anterior administración americana y al colapso que actualmente vive la economía mundial.
“Detroit city” abre el disco. Atronadora canción, encargada de glosar las bondades (sus grandes grupos de rock) y desgracias con las que cuenta la ciudad del motor. Compuesta de rudas guitarras, norma común a lo largo de todo el trabajo, y con un Kinney entonadísimo en cuanto a voz, que suena como si estuviera liderando a los AC/DC. Primer gran aviso de que esta nueva grabación va en serio y que han vuelto con ganas de rock. Cosa que queda meridianamente clara al elegir versionar “I stand tall” de los potentes Dictators y en facturar un punk rock de lo más juvenil y adrenalítico en “Get around kid”. Pero lo que hace de Drivin' n' Cryin' un grupo atractivo es que para nada siguen un canon estricto de estilo, así por ejemplo, utilizan una potente sección de vientos en “(Whatever happened to the) Great american bubble factory?" para darle un aire mucho más dinámico al tema.
Una de las partes más reseñables y con más calidad de este trabajo es en la que se dedican a interpretar su lado más clásico. Temas que pertenecen a ese estilo de rock, influenciado por el country, que recuerda irremediablemente a artistas como Tom Petty o Elliot Murphy. Ahí esta la brillante “I see Georgia”, o las no menos interesantes “Midwestern blues” o “Preapproved, predenied”. "This town" y “Don’t you know taht I know taht you know ” todavía dan una vuelta más a ese tipo de sonido y de una forma acústica realizan melodías de country-folk.
Es fácil, o a lo mejor más complicado que nunca, definir un disco como éste. Es puro rock. Si todavía hay alguien que no sepa qué significa ese término disipará cualquier duda sometiéndose a una sesión de “The great american bubble factory”.
El grupo surge a mediados de los años ochenta en Atlanta (Estados Unidos). Siempre se han caracterizado por mezclar fuertes guitarras con sonidos más clásicos de rock. Observando sus características, todavía se hace más extraño su lapso en blanco, ya que en estos últimos tiempos, este tipo de música, gracias entre otras cosas al mediático epígrafe de “americana”, ha cosechado bastante éxito. Aunque no debemos olvidar que su cantante y compositor principal, Kevn Kinney, ha estado editando discos en solitario, de mucha calidad por cierto, centrado básicamente en el lado más acústico y tradicional del grupo.
No se puede entender la vuelta al estudio de grabación de Drivin' n' Cryin' sin tomar en consideración el satisfactorio resultado que tuvo la intervención quirúrgica en la garganta del vocalista del grupo. A esto hay que añadir lo exitoso de su pasada gira. Todo ello colaboró a insuflar la energía necesaria para volver al trabajo.
“The great american bubble factory” , su nuevo lanzamiento, tiene la particularidad de estar grabado, o por lo menos planeado, desde hace bastantes años. El grupo decidió paralizar todos sus planes a raíz de los atentados del 11 de septiembre. Consideraron que no era el momento para seguir disfrutando con la música. Eso tampoco ha impedido que el trasfondo del disco esté plagado de referencias a la anterior administración americana y al colapso que actualmente vive la economía mundial.
“Detroit city” abre el disco. Atronadora canción, encargada de glosar las bondades (sus grandes grupos de rock) y desgracias con las que cuenta la ciudad del motor. Compuesta de rudas guitarras, norma común a lo largo de todo el trabajo, y con un Kinney entonadísimo en cuanto a voz, que suena como si estuviera liderando a los AC/DC. Primer gran aviso de que esta nueva grabación va en serio y que han vuelto con ganas de rock. Cosa que queda meridianamente clara al elegir versionar “I stand tall” de los potentes Dictators y en facturar un punk rock de lo más juvenil y adrenalítico en “Get around kid”. Pero lo que hace de Drivin' n' Cryin' un grupo atractivo es que para nada siguen un canon estricto de estilo, así por ejemplo, utilizan una potente sección de vientos en “(Whatever happened to the) Great american bubble factory?" para darle un aire mucho más dinámico al tema.
Una de las partes más reseñables y con más calidad de este trabajo es en la que se dedican a interpretar su lado más clásico. Temas que pertenecen a ese estilo de rock, influenciado por el country, que recuerda irremediablemente a artistas como Tom Petty o Elliot Murphy. Ahí esta la brillante “I see Georgia”, o las no menos interesantes “Midwestern blues” o “Preapproved, predenied”. "This town" y “Don’t you know taht I know taht you know ” todavía dan una vuelta más a ese tipo de sonido y de una forma acústica realizan melodías de country-folk.
Es fácil, o a lo mejor más complicado que nunca, definir un disco como éste. Es puro rock. Si todavía hay alguien que no sepa qué significa ese término disipará cualquier duda sometiéndose a una sesión de “The great american bubble factory”.