Entrevista con José Ignacio Lapido

KEPA ARBIZU
Lumpen


Cada novedad publicada por José Ignacio Lapido es una buena noticia segura para la música y la cultura en general. Su nuevo disco, “Cartografía”, no es ninguna excepción, algo más sosegado y nostálgico vuelve a situarle como uno de los músicos con más talento en España. Aprovechamos el hecho para hablar con él:


Lumpen: He escuchado decir que “Cartografía” es algo más lento, no me atrevería a decir yo tanto,pero sí parece algo más nostálgico y sobre todo un pasito más en esa carrera que parece que llevas en tus discos hacia la búsqueda, de digamos, “lo esencial”, ¿Estás de acuerdo?

Buscar lo esencial está bien, y lo esencial a la hora de grabar un disco es tener el mayor número de buenas canciones posible. Que sean más pausadas o más rápidas creo que es accesorio, lo fundamental es la melodía y la letra, y ahí me he centrado yo. En un momento dado del proceso, la canción misma te pide el tratamiento que le viene mejor, unas veces más acústico y otras más eléctrico.


L: Cartografía, ciencia relativa a los mapas. Utilizando como vehículo la música, o este disco en concreto, ¿Hacia dónde nos intenta orientar?

Quiero creer que las doce canciones que hay en el disco son una colección de pequeños mapas sonoros con las coordenadas que pueden llevar al oyente a algún lugar imaginario dentro mi mundo particular.

L: A veces tengo la sensación de que muchas de tus canciones tienen un poso “político” importante, ¿Te consideras un compositor con esa vertiente? ¿Se puede no serlo?

Tienes razón. Es innegable que hay una visión de la vida, de sus circunstancias y de los mecanismos sociales y de poder que está reflejada en mis canciones y eso es política. Cuando uno toma conciencia de lo que lo rodea se está autoafirmando políticamente. Por otra parte intento no ser panfletario, pues se supone que el bello arte de redactar panfletos es una cosa y escribir canciones de rock es otra.

L: En tus letras es imposible no ver influencias literarias, ¿tienes la sensación de que a menudo el rock margina o mira mal a aquellos que intentáis no limitaros al “sexo-drogas-rock and roll”?

No me siento marginado. Es cierto que en España, históricamente, suelen tener reconocimiento muchos grupos que abusan de la sal gorda de un humor cateto o de los mensajes políticos que de puro simplistas parecen infantiloides, pero eso no me afecta. Yo escribo teniendo en cuenta unas influencias que me han marcado a lo largo de mi vida, ya sean musicales, literarias o artísticas en general.

L: Colaboras en un periódico, escritor de poesías aparte lógicamente de letrista, ¿Son diferentes maneras de contar lo mismo o cada una tiene su características específicas?

Las columnas, los poemas y las canciones utilizan claves distintas porque hay que saber a quién va dirigido cada mensaje. Normalmente, las columnas de prensa que escribo tratan de política y en ellas comento y doy mi opinión sobre algún tema o noticia que ha ocurrido esa semana. A la fuerza eso tiene una fecha de caducidad. Aunque intento imprimirle un sello personal eso no quita para que el tema tratado pierda vigencia a los pocos días. Los poemas y las canciones son más intemporales.

L: Inevitable no decir algo sobre 091, habiendo pertenecido a un grupo mítico, ¿Qué sensación te produce ver a todos esos grupos que después de años se vuelven a reunir?

No puedo juzgarlos muy severamente porque sé que en esta profesión se pasa muy mal con el tema económico. Es una profesión muy inestable y a veces te ves empujado a aceptar cosas que de otra forma ni se te hubiera pasado por la imaginación hacer. El que se vuelvan a reunir grupos que hace 20 años que se separaron, artísticamente me parece una catástrofe pero humanamente comprensible.

L: Melodías para politonos, sobreinformación acerca de Eurovisión, casi ningún programa en las televisiones sobre música… Visto desde fuera del negocio musical parece que no hay un gran respeto por la música, en especial por el rock, ¿Desde dentro lo ves igual?

Un falta de respeto absoluta. Y cuando se toca el tema del rock en muchos medios se hace desde una óptica adolescente y divertida, o sea, descerebrada, como si todos lo que tocamos rock tuviésemos 18 años y repitiéramos la palabra “superguay” cada tres segundos. Un espanto.

L: Se oye mucho eso de “la crisis de las discográficas” ¿En qué medida le atañe a un músico como tú y cuál es tu valoración de esa llamada crisis?

Yo me autogestiono. Creé mi propio sello discográfico hace tres años y llamar industria a eso es exagerar: nuestra meta es la subsistencia, no podemos aspirar a más. Si las discográficas están en crisis es fundamentalmente por su ineptitud y por su avaricia. Son los últimos que se podrían quejar de la situación pues han sobreexplotado al comprador y a los artistas durante décadas.

L: Escuchamos a menudo a gente que lleva tiempo en la música decir que no hay nada actualmente que merezca la pena, que nada como lo pasado, creo que eres de la idea contraria o por lo menos no compartes lo anterior dicho, ¿No es así?

Yo creo que ahora hay bandas muy interesantes. Lo que pasa es que cualquier cosa que se haga ahora comparada con lo que se hizo en los 60 y en los 70 sale un poco malparada porque en esos años se fijó el canon artístico por el que nos hemos regido todos los que hemos venido después. Lo que hicieron Dylan, Beatles, Kinks o Hendrix fue marcar las pautas de todo un género y eso es difícil de superar.

L: ¿Crees que algún día te levantarás pensando que ya no tienes nada más que decir, que ya has dicho todo lo que te preocupa de todas las formas posibles?

Ya me ha pasado. Con este disco precisamente. Hubo un momento que pensé que sería incapaz de acabar las letras de las canciones. No se me ocurría nada que no hubiera escrito ya antes. Ha sido un proceso un tanto agónico. Al final en el estudio de grabación se me fueron aclarando las ideas y lo conseguí pero lo pasé mal.