Palestina existe en el fútbol



RICARDO MIR DE FRANCIA
El Periódico

Representan a un país que no existe y que cada dos por tres suspende la liga de fútbol debido a los vaivenes políticos. Tienen que jugar sus partidos de casa fuera de sus fronteras. No pueden entrenarse con regularidad o presentarse a todos los partidos de competición internacional porque Israel restringe el movimiento de sus jugadores o les impide salir del país. Este producto de la literatura kafkiana es la selección palestina de fútbol. Pero ayer, por primera vez en su historia, jugó un partido oficial dentro de su territorio.

Para los 6.500 espectadores que llenaron el estadio para presenciar el amistoso contra Jordania, fue uno de esos días de gloria a los que tan poco acostumbrados están. "Me siento casi tan feliz como cuando Arafat regresó a Palestina en 1994. Espero que esto nos ayude a mostrarle al mundo que somos un pueblo que merece un Estado, como cualquier otro", decía el funcionario Naser Sharif frente a uno de los puestos de falafel y frutos secos que ayer colonizaron las afueras del campo.

La dicha era inmensa. Con la inauguración del nuevo estadio Faisal Husein, construido con fondos de la FIFA, la selección palestina se estrenaba en su territorio. La FIFA y el Comité Olímpico Internacional son los únicos organismos que han reconocido a Palestina como país.

Pero, hasta ahora, su selección de fútbol jugaba como anfitriona en Qatar o Jordania por la negativa israelí a dejarles usar su territorio y por carecer de un estadio adecuado a los estándares internacionales.Los jugadores de ambos equipos quisieron sumarse a la solemnidad de la ocasión. Nada más salir a calentar besaron el césped, tal y como hizo Arafat al retornar a Gaza de su exilio en Túnez. Los retratos del difunto rais y los de su sucesor, Mahmud Abbás, colgaban de las vallas, junto a otro inmenso del monarca jordano, Abdulá II, cuyo padre gobernó Cisjordania y Jerusalén Este desde 1948 hasta el inicio de la ocupación israelí, en 1967. Ninguno de los vivos estuvo en la grada, presidida por el presidente de la FIFA, Joseph Blatter, y el primer ministro palestino, Salam Fayyad.

Política y deporte

La trascendencia política del encuentro dejó en un segundo plano lo deportivo. "Blatter ha dicho que a partir de ahora jugaremos todos los partidos en este estadio y eso es muy importante porque obligará a los israelís a dejar entrar en el país a otros equipos. Es una forma de reconocer a Palestina a través del fútbol", decía a este diario Jaled el Jatib, director general del Ministerio palestino de Agricultura.

Pero a la batalla le quedan muchos lances. El nuevo estadio está en Ar Ram, muy cerca de Jerusalén y a la vez muy lejos. Los ocho metros de muro de hormigón construidos por Israel en Cisjordania rodean el campo y lo separan de la ciudad santa. "Siento una alegría incompleta porque, políticamente, esta sede nos aleja de Jerusalén Este como capital palestina", añadía Sharif.

Sobre el césped, los jugadores se partieron el pecho. Esta es una selección atípica, que suele entrenarse en Egipto antes de los partidos oficiales porque Israel prohíbe a muchos de los jugadores de la diáspora --libaneses, sirios, kuwaitís, egipcios-- entrar en los territorios. Los de casa padecen como cualquier palestino. Muchos han visto cómo sus viviendas eran destruidas por el Ejército hebreo. Uno de sus compañeros murió incluso durante una incursión militar. Ayer, sin embargo, todos ellos soñaron con un futuro distinto.

El empate a uno contra Jordania fue lo de menos.