AIDA M. PEREDA
Lumpen
El Museo Reina Sofía hace justicia a una de las activistas artísticas más comprometidas de las últimas décadas, Nancy Spero (Cleveland, Ohio, 1926 -), con una retrospectiva capaz de contagiar la fuerza que desprende su obra. Esta norteamericana, pionera del arte feminista, es artífice de un lenguaje gráfico que toma el cuerpo femenino como herramienta base para formular un discurso en movimiento donde el poder masculino se esfuma en los márgenes.
Sensible a su entorno social, Spero elaboró un discurso político crítico con las atrocidades cometidas en la guerra de Vietnam, con dibujos que irradian una violencia y una obscenidad descarnadas. La escritura cobra especial importancia en sus pinturas, que pueden leerse como si de un libro se tratara. No sólo el título de la muestra, Disidanzas, (tomado de un texto de Hélène Cixous) bebe de referencias literarias. Spero no duda en incluir en sus mensajes citas caústicas del poeta francés Antonin Artaud, borrando las fronteras entre los géneros pictórico y literario.
A la búsqueda de un lenguaje personal


En 1969, Spero deja de lado su discurso político y se adentra en los textos del poeta francés Antonin Artaud, con unos poemas pictóricos, de lenguaje directo y punzante, que reflejan su odio contra el panorama artístico. Las Artaud Paintings (1969-1070) son una especie de códices, donde la palabra predomina sobre la pintura. En este mismo estilo, Spero confecciona el Codex Artaud (1971-1972), una pieza múltiple basada en la escritura antigua, que contiene las provocaciones que toma prestadas del controvertido poeta. ('All writing is pigshit').
Su obra Torture of women (1976) recoge su preocupación ante la violencia machista en catorce paneles desenrollados que combinan dibujos y testimonios. Los paisajes, construidos con cuerpos rotos, presentan la mujer en negativos o sombras. Para esta obra, Spero se hace eco de los informes de Amnistía Internacional sobre los crímenes y vejaciones cometidos por régimenes dictatoriales suramericanos. Pero su lucha feminista trasciende también a su vida profesional. Vinculada a las WAR (Women Artists in Revolution), participa en protestas, exigiendo paridad en la representación de hombres y mujeres dentro de los museos.
Con The first language (1981), Spero continúa con un trabajo de grandes dimensiones. Sin embargo, deja de lado la escritura y se sumerge en la expresividad del cuerpo desnudo, haciendo uso de un lenguaje basado en gestos y movimientos. Las figuras femeninas, en ocasiones fragmentadas, crean un peculiar alfabeto, con saltos en el espacio, pero también en la historia, recordando a las pinturas rupestres. Con esta obra, Spero renuncia a expresarse a través de los otros y define su propio lenguaje.
A partir de los años ochenta, Spero se sale del papel y estampa sus figuras en paredes. De esta época, se puede ver en la sala madrileña Let the priests tremble ... (1998), una reproducción de la instalación que Spero ideó para la Ikon Gallery de Londres, donde flotan sinuosas bailarinas acrobáticas. El título, extraído de un ensayo de Hélène Cixous, 'La risa de la medusa', trata de desmontar el equilibrio masculino-femenino.
Poco a poco, Spero va añadiendo color a sus composiciones. Un buen ejemplo de ello es Azur (2002), que comparte título con un poema de Mallarmé. Las siluetas están envueltas por la mezcla de tonalidades en esta secuencia onírica, signo de esperanza de que exista un lenguaje femenino en el que el cuerpo no sea motivo de exclusión del discurso.
En la última sala, la instalación que presentó en la Bienal de Venecia, Maypole: Take no prisoner (2007), cierra el círculo artístico de Spero. Con ella, retoma la reivindicación antibélica de sus orígenes. Se trata de una pieza tridimensional con forma de árbol del que cuelgan cabezas encadenadas. La guerra, esta vez la de Irak, reaparece en el imaginario de una creadora incapaz de apartar los ojos de la injusticia social.