Transformando el espacio masculino del arte



AIDA M. PEREDA
Lumpen


El Museo Reina Sofía hace justicia a una de las activistas artísticas más comprometidas de las últimas décadas, Nancy Spero (Cleveland, Ohio, 1926 -), con una retrospectiva capaz de contagiar la fuerza que desprende su obra. Esta norteamericana, pionera del arte feminista, es artífice de un lenguaje gráfico que toma el cuerpo femenino como herramienta base para formular un discurso en movimiento donde el poder masculino se esfuma en los márgenes.

Sensible a su entorno social, Spero elaboró un discurso político crítico con las atrocidades cometidas en la guerra de Vietnam, con dibujos que irradian una violencia y una obscenidad descarnadas. La escritura cobra especial importancia en sus pinturas, que pueden leerse como si de un libro se tratara. No sólo el título de la muestra, Disidanzas, (tomado de un texto de Hélène Cixous) bebe de referencias literarias. Spero no duda en incluir en sus mensajes citas caústicas del poeta francés Antonin Artaud, borrando las fronteras entre los géneros pictórico y literario.

A la búsqueda de un lenguaje personal

El recorrido, ordenado cronológicamente, parte de 1959, la fecha en la que Spero decide instalarse en París con sus hijos y su marido, Leon Golub (también pintor). En esta época, realizó la serie Black Paintings (1959-1960), un conjunto de piezas figurativas sobre tela. En ellas, predomina una sensación de soledad que refleja la situación que vivía la artista, desconocida y aislada en una ciudad extranjera. Spero explica, que por aquel entonces, su trabajo era la sombra de su tarea como madre. En esta etapa, más existencialista, predominan dibujos sobre fondos oscuros multicapa que giran en torno a diferentes estadios de la vida, siempre en clave femenina (enfermedad, maternidad... ). La artista cuenta que pintaba de noche, mientras sus hijos dormían.

En 1964, cuando la sociedad estadounidense comienza a manifestarse contra la guerra de Vietnam, Spero y Golub regresan a Nueva York. La artista abandona el lienzo y se pasa al papel, cuya fragilidad le permite exteriorizar su condición sexual de una manera más expresiva. Con ello, Spero persigue crear un lenguaje gráfico, específicamente femenino, que represente la capacidad de la mujer para transformar un espacio propio. Coge el papel, lo escupe, lo ralla e incluso lo agujerea. En su serie War (1966-1970), se muestra más libre para gritar su ira ante la masacre, con unas pinturas a modo de manifiesto contra el poder de la violencia, donde lenguas, explosiones y helicópteros protagonizan la crueldad en sus dibujos. Destacan personificaciones en los títulos, como ‘Bomba cagando’ o Bomba tirándose pedos’, que ponen de relieve la responsabilidad humana en los ataques. Aparece el pene como arma, águilas representando al gobierno americano y helicópteros con forma de monstruos, metáforas omnipresentes que ayudan a “mostrar la guerra como una sexualidad obscena y pornográfica”.

En 1969, Spero deja de lado su discurso político y se adentra en los textos del poeta francés Antonin Artaud, con unos poemas pictóricos, de lenguaje directo y punzante, que reflejan su odio contra el panorama artístico. Las Artaud Paintings (1969-1070) son una especie de códices, donde la palabra predomina sobre la pintura. En este mismo estilo, Spero confecciona el Codex Artaud (1971-1972), una pieza múltiple basada en la escritura antigua, que contiene las provocaciones que toma prestadas del controvertido poeta. ('All writing is pigshit').

Su obra Torture of women (1976) recoge su preocupación ante la violencia machista en catorce paneles desenrollados que combinan dibujos y testimonios. Los paisajes, construidos con cuerpos rotos, presentan la mujer en negativos o sombras. Para esta obra, Spero se hace eco de los informes de Amnistía Internacional sobre los crímenes y vejaciones cometidos por régimenes dictatoriales suramericanos. Pero su lucha feminista trasciende también a su vida profesional. Vinculada a las WAR (Women Artists in Revolution), participa en protestas, exigiendo paridad en la representación de hombres y mujeres dentro de los museos.

Con The first language (1981), Spero continúa con un trabajo de grandes dimensiones. Sin embargo, deja de lado la escritura y se sumerge en la expresividad del cuerpo desnudo, haciendo uso de un lenguaje basado en gestos y movimientos. Las figuras femeninas, en ocasiones fragmentadas, crean un peculiar alfabeto, con saltos en el espacio, pero también en la historia, recordando a las pinturas rupestres. Con esta obra, Spero renuncia a expresarse a través de los otros y define su propio lenguaje.

A partir de los años ochenta, Spero se sale del papel y estampa sus figuras en paredes. De esta época, se puede ver en la sala madrileña Let the priests tremble ... (1998), una reproducción de la instalación que Spero ideó para la Ikon Gallery de Londres, donde flotan sinuosas bailarinas acrobáticas. El título, extraído de un ensayo de Hélène Cixous, 'La risa de la medusa', trata de desmontar el equilibrio masculino-femenino.

Poco a poco, Spero va añadiendo color a sus composiciones. Un buen ejemplo de ello es Azur (2002), que comparte título con un poema de Mallarmé. Las siluetas están envueltas por la mezcla de tonalidades en esta secuencia onírica, signo de esperanza de que exista un lenguaje femenino en el que el cuerpo no sea motivo de exclusión del discurso.

En la última sala, la instalación que presentó en la Bienal de Venecia, Maypole: Take no prisoner (2007), cierra el círculo artístico de Spero. Con ella, retoma la reivindicación antibélica de sus orígenes. Se trata de una pieza tridimensional con forma de árbol del que cuelgan cabezas encadenadas. La guerra, esta vez la de Irak, reaparece en el imaginario de una creadora incapaz de apartar los ojos de la injusticia social.


La muestra Disidanzas, que ya ha pasado por el MACBA de Barcelona, se podrá visitar en el Reina Sofía de Madrid hasta el 5 de enero y luego viajará al Centro Andaluz de Arte Contemporáneo de Sevilla.