"Buenos Tiempos", Los Deltonos (2008)


KEPA ARBIZU
Lumpen


Hendrik Röver, indudable líder de Los Deltonos, siempre ha dado síntomas de una incapacidad para estar quieto en un mismo sitio (musical, se entiende). No contento con la sólida carrera de su grupo se montó su propio proyecto personal, Hank, donde se camuflaba de descarado arquitecto de pildorazos power-pop. Este año también se ha visto en la necesidad de expresarse en solitario y de ahí ha salido, “Esqueletos”, un perfecto tratado del recién denominado sonido “americana”.

Es de sobra conocido su apasionado carácter a la hora de defender su profesión, no es extraño escucharle reclamar más seriedad con la labor de hacer canciones, ni mostrarse quejoso del desprecio y ninguneo que se le tiene a la música. Seguramente este hartazgo con la industria y sus derivados es el que le ha llevado a desde hace un tiempo contar con su propia productora y con un estudio hecho a su medida (Guitar town).

En el largo camino emprendido con Los Deltonos su sonido ha ido evolucionando, o mejor dicho cambiando, según el paso del tiempo y de los discos. Sus inicios claramente les catalogaban como una banda blues, paulatinamente fueron añadiendo, sobre todo, ritmos influenciados por el funk que les conformaron como una banda de rock pesado e irreverente. Ahí permanecieron tranquilos hasta que con “GT” se lanzaron a un camino mucho más clásico, las guitarras sonaron más delicadas y las melodías se volvieron menos hirientes.

Como es lógico esta variación también ha influido en el aspecto de las letras y en la actitud de su cantante. Estábamos acostumbrados a escucharle diseccionar con cinismo las (malas) costumbres del hombre medio y su despiadado sentido de lo “normal”. De un tiempo a esta parte queda claro que sus preocupaciones son más íntimas y sus formas algo menos ariscas. De ambas maneras, Hendrik se postula como un letrista magistral.

“Buenos tiempos”, su nuevo disco, aglutina todas estas nuevas características y grabado prácticamente del tirón y casi en directo, da rienda suelta a un grupo en excelente forma y donde la fuerza de antaño está canalizada en componer rotundas y certeras canciones, en “Repartiendo rock” recuerdan por igual a los Stones más campestres y a los Wilco menos experimentales. Habitualmente poco dados a las canciones lentas construyen a base de riffs, con reminiscencias innegables a Neil Young, “Sabanas blancas”, un sensible canto redentor. Para desquitarse se atavía de su mordacidad habitual para en “Distoquete breakdown”, utilizando el boggie rock más etílico, poner en orden sus prioridades y desprestigiar a los “modernos” en todas sus variantes. “Revolución” es un aguerrido ritmo con sonido “Nueva Orleans” cargado de ideología individualista y libre. Como de vuelta a épocas pasadas, “Oscuridad”, es una de las pocas canciones que encajarían en algún álbum anterior y como sublime colofón el tema, de idéntico nombre al disco, que sirve de resumen tanto en forma como en fondo (“Para ser un dios, tienes que aprender a quedarte con lo básico, ser más práctico y menos dios) y nos enseña cuál es el lugar exacto en el que se encuentran Los Deltonos y al que yo, personalmente, no logro encontrarle ninguna pega.