Chuck Berry,el genio que sabe hacer el ganso

CARLOS TENA
Efe eme



En plena década del 50, cuando Elvis balbuceaba algunas baladas country, ya se habían editado varios títulos en los que se cantaba con los términos rock o roll (convenientemente silenciados en los poderosos medios de difusión), vocablos que a pocos escapa sus connotaciones sexuales; pero daba la casualidad, de que sus intérpretes y creadores eran de raza negra, lo que impedía su difusión masiva, que hubiese cambiado el curso de la historia de la música, al menos en cuanto a su repercusión internacional se refiere.

A sus ochenta y dos años, Charles Edward Anderson Berry, puede estar más que orgulloso, como símbolo de toda su generación y comunidad, de ser mil veces más auténtico, visceral y creíble, de lo fueron los falsos profetas de aquella música que ha superado ya el medio siglo de existencia, pariendo hijos de distintas coloraciones y matices para todos los gustos. No en vano, el propio John Lennon, que respetaba la figura de Presley, fue quien afirmó: “Si quisieras encontrar otra palabra para definir el rock and roll, tendrías que decir: Chuck Berry”.

Entre las leyendas de la música, Chuck ocupa un lugar de excepción, como corresponde a un compositor dotado de un talento especial, que ha legado para la historia canciones que resisten las estaciones del año, los calentamientos globales y los ciclones de las nuevas tendencias musicales, con la solidez de las pirámides de Egipto y la belleza de la Mezquita de Córdoba, donde me dicen mis espías que arrasó este verano de 2008 en el Festival de Guitarra.

Para quienes se fían de las listas confeccionadas por sesudos expertos y críticos, baste señalar que los colegas del magazine Rolling Stone incluyeron, entre las 500 mejores canciones de todos los tiempos, nada menos que seis obras maestras de este vibrante leptosomático, condición que le permite mantener una cierta agilidad, a pesar de su edad, para atreverse aún a esbozar en escena su célebre “duck-walk”.

Fue el primer artista de rock que escribía casi todas sus canciones. Sus textos, irónicos pero realistas, descarados aunque tiernos, denotaban su interés por la cadena invisible que unía a los jóvenes y el rock. La mayor parte de esas obras evocan las inquietudes esenciales del adolescente de la América de los años 50 y 60: el colegio, los coches, el sexo y el baile. En esa etapa de la historia, los púberes españoles sólo estaban preocupados por lo tercero.

Berry nació en San José (California), el 18 octubre 1926. En 1930, sus padres se trasladan a Saint Louis, en Missouri. A los seis años comienza a cantar en el coro de la iglesia, aunque no fue hasta 1940 cuando aprendió a tocar la guitarra. A los 18 fue detenido por robo a mano armada, pero cuando salió de prisión se da cuenta de que sus aspiraciones musicales no podrían cumplirse de haber seguido por esa senda, por lo que encuentra un empleo en la General Motors, disponiéndose a llevar una vida de currante de día y músico durante la noche y fines de semana. Lo habitual.

Chuck Berry se va así entrenando en clubs de mala muerte, hasta que en 1952 forma su Combo, junto al pianista Johnnie Johnson y el batería Ebby Harding, aunque el dinero le llegaba gracias a trabajar en ratos libres como fotógrafo, peluquero y maquillador, disciplinas que aprendió en una Escuela de Belleza. Hay que ver lo que da la imaginación, cuando se trata de comprar una guitarra eléctrica.

El gran éxito del grupo hace que Chuck se tome mucho más en serio su afición por la música. En 1955, durante unas vacaciones en Chicago, se encuentra con el gran bluesman Muddy Waters. El colega le recomienda a Leonard Chess, mandamás de la Chess Records, quien, impresionado por el talento de aquel flaco guitarrista, le ofrece un contrato. Se publica así su primer disco el 21 de mayo de 1955, que tendría como tema estrella “Ida Red” (1938), un viejo éxito de country & western de Bob Wills. La canción sería rebautizada por el joven Berry con el nombre de “Maybellene”.

El disco ocupa el número cinco de las listas de éxito de EEUU en el verano de aquel año. Es el primer bombazo sonoro, el primer gran hit en la historia del rock 'n' roll. En la grabación participaron Johnnie Johnson al piano y nada menos que Willie Dixon al bajo. El poderío de Berry se va sustentando sobre los cimientos de un estilo único: base de blues enérgica, en la que integra gotas de rockabilly, briznas de boggie boggie y una maravillosa forma de tocar la guitarra; secreto personal que ha llegado a ser legendario, inspiración de un número incalculable de artistas, que hoy reconocen a coro una verdad incontestable: Chuck Berry es un elemento más que esencial en la historia y evolución del rock.
Por pura casualidad, durante un concierto en Nueva York, al año siguiente, Berry cruza el escenario, sin dejar de rasguear la guitarra, sobre una sola pierna. Nace así, entre risas y el delirio del público, el famoso “duck walk”, ese paso de oca, que se convertiría con los años en la firma y rúbrica de un showman de primera fila. A partir de entonces, se le conoció como “Crazy Legs” (Piernas Locas), y en junio de ese 1956, nacía para gozo de la posteridad, el magnífico “Roll over Beethoven”, que por otra parte le supone la condena definitiva de la crítica más conservadora, que no concebía cómo se podía “faltar el respeto” al gran compositor alemán.

No obstante, en diciembre de ese mismo año, Chuck Berry aparece en el film Rock, Rock, Rock, en el que canta “You can't catch me”. Dos meses más tarde, se embarca en una gira nacional titulada el Mejor Show de 1957, compartiendo cartel con LaVern Baker, The Five Satins y el genial Fats Domino. En abril, Chuck construye, en un terreno ajardinado de quince hectáreas, al oeste de Saint Louis, el Berry Park Country Club. Y en mayo, de nuevo a las listas de éxito con la canción “School days”, que alcanza el tercer puesto. A eso lo llamo Esplendor en la Hierba.

En agosto del 1957, publica un nuevo single, “Oh! Baby doll” y participa en otra película: Mr. Rock and Roll, bajo el padrinazgo del astuto DJ Alan Freed (condenado en varias ocasiones por recibir dinero de las compañías discográficas, y más tarde, cocaína y marihuana), meses antes de unirse a la gira El Mayor Show de Estrellas de 1957, en compañía de Buddy Holly & The Crickets, Paul Anka, The Drifters y los Everly Brothers, espectáculo que se prohíbe en varios estados, ya que en aquella época estaba vetado que artistas blancos y negros actuaran juntos en un mismo escenario.

En diciembre de 1957, “Rock and roll music” confirma la grandeza de Chuck Berry, su carácter de auténtico pionero del rock and roll, mientras la sociedad de rostros pálidos preparaba el lanzamiento de Elvis Presley, para anular el dominio musical de fieras como Berry, Domino, Williams, Pennimann, etc.

Sin embargo, y a pesar de todas las mareas y obstáculos, en marzo del 58, Chuck Berry, imparable y brillante como nadie, edita “Sweet little sixteen”, que se clasifica en el número dos del Hit Parade de EEUU y 27 en Gran Bretaña. Como dato importante, revolucionario para aquellos años desde el punto de vista musical, señalaré que esa canción la estrenó en julio, dentro del Festival de Jazz de Newport, hecho insólito que por suerte recoge un documental (programado en más de una ocasión en la TV cubana), titulado: Jazz en una día de verano. Ahí puedes admirar a Chuck Berry en una actuación, que hoy se considera única.

Desde 1958, Chuck Berry continúa lanzando genialidades sin cuento, entre las que tendremos “Beautiful Delilah”, “Little queenie”, “Too much monkey bussiness”, “Brown eyed handsome man”, “Memphis Tennessee”, “Carol”, “Sweet little rock and roller”, “Jo Jo gun”, “You never can tell”, “Nadine”, pero sobre todo el ya mentado “Johnny B. Goode”, título que algunos expertos consideran autobiográfico, y que sin duda alguna es su creación más veces registrada por otros colegas a lo largo de medio siglo.

El resto fue una interminable historia de películas, shows, discos, interrupciones debidas a detenciones, homenajes o largos y variados procesos judiciales (incitación a la prostitución, corrupción de menores, consumo de estupefacientes, incluso un homicidio), que le suponen algunos años de cárcel, cumplidos de forma discontinua. Es el tiempo en el que su personalidad y obra se reivindicarían hasta el siglo XXI, no sólo por medio de las voces de cientos de grupos y solistas veteranos o muy jóvenes (pero también por medio de renombrados realizadores de cine); desde los miembros de la potente British Invasion (Beatles, Rolling, Animals), hasta rutilantes estrellas como Springsteen o los Sex Pistols; desde directores como Taylor Hackford en Hail hail rock and roll, al enorme Pulp fiction de Quentin Tarentino.

Antes de terminar, permitidme que recomiende, para curiosos de las nuevas generaciones o nostálgicos de la mía, una nueva recopilación titulada Johnny B. Goode: His complete '50's Chess recordings. Un cofre con cuatro CDs que reúne 102 temas de toda su vida en aquel sello. Casi, casi, lo mejor de lo mejor.Personalmente, no albergo la menor duda de que Berry es el verdadero Presidente de la República del Rock And Roll. Títulos como el de Rey, son para gacetilleros amarillentos, fans de La Pelvis, apóstoles del Hare Krishna, rockeros relamidos y ciertos periodistas musicales sin criterio personal. Y si un día me volviera loco y aceptara un nombramiento de esa calaña, afirmaría como Stevie Wonder: “Sólo existe un auténtico Rey del rock and roll: su nombre es Chuck Berry”.

Un pedazo de artista, vivo todavía, al que hayan cantado los más importantes grupos y los mejores solistas de todas las generaciones y estilos, junto a los que ha envejecido humilde y feliz. Gentes como Humble Pie, Iron Maiden, Jan & Dean, Waylon Jennings, Elton John, Tom Jones, AC/DC, The Animals, Paul Anka, Count Basie, The Beach Boys, The Beatles, David Bowie, The Byrds, Chubby Checker, Eric Clapton, The Dave Clark Five, Eddie Cochran, Cream, Dave Edmunds, John Denver, Bo Diddley, The Doors, The Electric Light Orchestra, The Everly Bros, Tanya Tucker, Conway Twitty, The Scorpions, Bob Seger, Sex Pistols, Shadows of Knight, Gene Simmons, Simon y Garfunkel, Spider Murphy Gang, Bruce Springsteen, Status Quo, Steve Gibbons Band, Rod Stewart, Uriah Heep, Gene Vincent, Wyclef Jean, Johnny Winter, The Yardbirds, Foghat, Rory Gallagher, Leif Garrett, Grateful Dead, The Germs, Bill Haley & His Comets, Emmylou Harris, Jimi Hendrix, Buddy Holly, Ted Nugent, Roy Orbison, Tom Petty & The Heartbreakers, Elvis Presley, The Ramones, REO Speedwagon, Keith Richards, Johnny Rivers, Tommy Roe, The Rolling Stones, Linda Ronstadt, Carlos Santana, James Taylor, George Thorogood, Three Dog Night, Judas Priest, The Kinks, Alvin Lee (Ten Years After), John Lennon, Gary Lewis & the Playboys, Jerry Lee Lewis, MC5, Peter Tosh y un larguísimo etcétera.

De no ser así, Jerry Lee Lewis no hubiera afirmado: “Berry es al rock lo que Hank Williams al country”, o el maestro del R&B, Smokey Robinson, diciendo: “Es la fuente de mayor inspiración de todos los guitarristas de rock. Por eso sus canciones serán eternas”. Y una mujer, la vibrante Joan Jett: “Chuck Berry es el mejor guitarrista, cantante y autor de rock and roll que haya existido jamás”. O la mía propia (ya no tengo abuelas): “Berry es tan genial, que sabe hacer el ganso sin perder la dignidad”.