Roger Wolfe: "Mi poesía mezcla rigor y sordidez"


CARLOS PARDO
Público


Roger Wolfe (Inglaterra, 1962) no es un poeta al uso, y quizá por eso es tan bueno. La propia manera de presentar Noches de blanco papel. Poesía completa (1986-2001) en Huacanamo, una editorial que empieza su andadura, tiene que ver con su actitud clara y descarnada. Como su poesía, que revolucionó el panorama español de los años noventa. Se sienta delante de un café comentando que las mudanzas son "tan malas como los divorcios", y en cuanto la fotógrafa le pide pose, "no te va doler", podemos decir que comienza la entrevista: "El dentista duele más", dice.

¿Hablamos otra vez del realismo sucio?

Mmm. Me cansa. Es un termino mal aplicado, como muchos que vienen de EEUU. Fue una etiqueta inventada por el director de Granta para una selección de narradores, minimalistas cotidianos: Carver, Tobias Wolff, Richard Ford... El único poeta del grupo era Carver, muy buen poeta por cierto. Cuando en 1992 apareció mi libro Días perdidos en los transportes públicos, un crítico dijo que era realismo sucio, simplemente porque para él era escatológico. Me compararon sin que hubieran leído sus poemas, me temo con Bukowski. Pero Bukowski no es realismo sucio. Él es más clásico. Más sórdido.

¿Cómo usted?

Creo que con Bukowski tengo una "confluencia". Aunque lo leí tarde, hay muchas afinidades, más temperamentales que estéticas. Intento que mis poemas estén bien trabados, sean rítmicos. Una mezcla de rigor y sordidez.

¿Y qué leíste antes? Como dices, aunque sórdido, tu lenguaje es muy cuidado.

En español, a Rubén Darío, el maestro. Los clásicos. Manrique. Cernuda y Salinas. Y sobre todo Blas de Otero, el Blas de Otero formal y duro de Ancia.

¿Y tus orígenes natales?

Eliot y Larkin, con el que también siento afinidad. Pero antes leí franceses, Baudelaire, Verlaine. Y antes aún escuche las letras de Lou Reed, de Burning. Viví los ochenta y eso era otra cosa. Creo que en poesía nadie ha retratado de una manera realista la intensidad de la movida, ni lo que vino después.

Nadie, excepto usted.

Bueno, no he sido profesor. Para mí la realidad no era el ensimismamiento elegíaco, sino la violencia doméstica, el paro, el alcoholismo. No es premeditado. Desde luego no elijo los temas adrede, pero en España había pudor. La realidad debía pasar un filtro de buen gusto. Creo que el primer poema que leí como una liberación fue La malcasada, de Luis Alberto de Cuenca. Cuando dice que ella se aburre con los amigos de su marido: son colegas de Juan en IBM...


Tu poesía también presentó nuevos temas a la poesía española de los noventa. Tras ella se pudo escribir de tantas cosas...

Eso es cierto, aunque no me gusta adjudicarme paternidades. Con Arde Babilonia, que tuvo mucha repercusión, digamos que amplié lo que se consideraba digno de entrar en un poema. Mi realidad no era la de un profesor.

¿Y cuál era?

He vivido de milagro. Hace ya muchos años que no bebo. Viví la movida. Una generación que estaba bebiendo y drogándose, caótica y divertida. No tenía tiempo ni ganas de hacer vida literaria.

Dicen que su nuevo libro es el mejor. Ha estado a punto de publicarse en dos editoriales muy prestigiosas.

Pero al final nada. Querían tocar demasiadas cosas. Debo de estar mal acostumbrado. Siempre me habían dejado escribir lo que quería. Parece el fin de la literatura y el nacimiento de la producción industrial de textos, que no me interesa.