
Lumpen
Tu labio superior, el nuevo trabajo de Christina Rosenvinge, presenta los retales de una separación sentimental de manera valiente y, por momentos, descarada. La voz de la que fuera pareja musical de Álex o de Los Subterráneos, suena frágil, como de costumbre, pero destila el trance de una rehabilitación forzosa.
Parapetada tras el batería de Sonic Youth, Steve Shelley, el guitarrista Chris Brokaw (de Come y The New Year) y su ya inseparable Charlie Bautista (The Sunday Drivers y Amigos Imaginarios), Rosenvinge se atreve con once crudas composiciones en castellano. Aunque en Continental 62 ya incluyó algunos temas en este idioma, no sacaba un disco entero en español desde Mi pequeño animal en 1994. De todas formas, no se ha desprendido de sus influencias norteamericanas y ha escogido Hoboken (Nueva Jersey), el hogar de Yo La Tengo, para una grabación que busca diferenciarse del sonido estandarizado en el panorama nacional.
En Tu labio superior, la instrumentación se torna más ligera y la estructura, más sencilla. También las melodías recuperan el sesgo pop que había abandonado en su etapa estadounidense: Frozen Pool (2001), Foreign Land (2002) y Continental 62 (2006). Las letras, en la línea de Cerrado (1997), coinciden con éste en la carga de ironía y la repetición de estribillos simples pero de gran contundencia.
El carácter naïve impregna el corte que abre el disco, ‘La distancia adecuada’, erigido sobre una letra obvia y de ritmo pegadizo, que a pesar de intentar ocultar su anonimato con la colaboración de Nacho Vegas en los coros (a modo de prolongación de su Verano Fatal conjunto), no alcanza el nivel del resto de los temas.
‘Anoche’ viene marcada por un ritmo cabaretero y una vulnerabilidad exquisita, manifiesta en fragmentos como: “Mira mis ojos, dime lo que ves / veo una penita más grande que un ciempiés / yo quiero aplastarla con la punta de este pie”.
‘Alta tensión’ aspira a imitar la oscuridad de Nick Cave, pero el misterio llega a su punto álgido en ‘Eclipse’, creación heredera de ‘Tok, tok’, que lleva la supremacía dentro del disco. En este corte, el piano suena con una intensidad casi punk que en ‘Alta tensión’ llega a brillar, con un protagonismo que consigue incluso relegar la voz. ‘Eclipse’ cuenta la historia de una atracción destructiva, basada en una relación de mutuo sometimiento y conformismo, tal y como reza el estribillo: “donde tú estás / donde yo estoy / no pido más / de lo que hay hoy ...”.
También sobresale ‘Tu boca’, con esa sensualidad en clave pop que aloja frases como “el cielo está en obras / nadie nos va a salvar”. La delicadeza es otro elemento perenne en la carrera de Rosenvinge, visible en ‘Nadie como tú’ y en la versión que hace de ‘In the evening’ de Leroy Carr, inspirándose en la interpretación de C. Brokaw y G. Farina. Envuelta en un halo de ensoñación, se asemeja a una nana que se viste de tristeza a la hora de dormir.
‘Las horas’ es una de las más flojas, apoyada en una instrumentación monótona, con una letra disfrazada de rutina, que culmina con una moraleja: “deja la hierba crecer”. Demasiado experimental para este trabajo. Le sigue la mediocridad de ‘Animales vertebrados’, que, simplemente, se deja escuchar.
‘Negro cinturón’, por su parte, destila ironía y buen humor. Es la canción más escenificada, con pullas para apuntar como “sé que estás pensando en ella cuando hacemos el amor” o “no pienso volver al infierno de la vida conyugal”.
Por último, ‘Tres minutos’ descubre el lado más rockero de esta compositora, pero en el estilo desgarbado y la entonación dulce que la caracteriza.
Un disco desnudo en torno a la vulnerabilidad de una Rosenvinge susurrante. Hace tiempo que conoce sus limitaciones, pero ha sabido convertir sus defectos en una seña de identidad. Lánguida y desgarbada en apariencia, pero de calado profundo y musicalmente enigmático.