"Grace and melody", Steepwater Band, (2008)

KEPA ARBIZU
Lumpen


En los últimos años hemos asistido a la aparición de un buen número de grupos interesados en rescatar un sonido genuinamente setentero basado en la mezcla del blues y el rock. Como siempre en estas situaciones hay que separar lo que es moda pasajera a lo que son aquellas bandas que hacen un intento serio y concienzudo por construir una identidad propia. Para conseguir ese propósito, gente como The Muggs, Rose Hill Drive, o Bufalo Killers no se valen únicamente de una antología de clichés basados principalmente en la estética, también ponen acento en aspectos formales coma la realización de grabaciones de una manera más añeja (recreando un sonido antiguo) y la utilización de instrumentos y demás complementos en consonancia con la época que intentan reproducir.

Steepwater Band es uno de esos casos también. Surgiendo en Chicago parece inevitable que sus pasos tiren hacia el blues eléctrico, no olvidemos que el padre de este género ,Muddy Waters, pasó parte de su vida en esta ciudad. No se puede decir que sean unos recién llegados a la música pero indudablemente forman parte de una misma generación con los anteriormente citados, cierto que no entendida como un mismo tiempo compartido pero sí en cuestiones estilísticas y a veces casi geográficas.

Con su nuevo disco, “Grace and melody”, siguen en el empeño de amoldar su viejo y rudo estilo a uno más personal y variado. Ya no están tan encorsetados en su mezcla de blues y boggie rock incendiario, no todo se basa en sostener las canciones a base de airados riffs. Aquí nos vamos a topar con mayor predominancia de las melodías, la voz Jeff Massey esta mucho más entonada y se nota un trabajo tras ella. Es verdad que todo esto ya se apuntaba en su disco anterior, “Revelation Sunday”, el que continúa siendo el mejor del grupo. Lo dicho no significa que se hayan salido de su habitual camino, encontraremos todo lo esperado, pero además, hay una banda empeñada en apuntalar su propia visión de la escuela clásica.

Casualidad o no, esta vez se han acompañado del ex guitarra de los Black Crowes, Marc Ford, para darle forma al trabajo. Ya desde la primera canción encontramos mayor densidad en la composición y una estructura más compacta donde ya no toma una prioridad absoluta la guitarra. “Lord Knows” se centra en un sonido acústico con la incorporación de teclados que hace que la composición nos recuerde a los propios Black Crowes. “One wide ride”, utilizando los mismos elementos la llevan hasta ambientes marcadamente Beatles. En “Roadluck blues” se ponen estrictos con el género hasta casi emular a los North Mississippi All Stars. Con “Healer” y “Grace Melody” demuestran todo su capacidad compositiva y no escatiman demostración de manejo de la guitarra que alcanzara el paroxismo en la extremadamente larga (casi 14 minutos) “Waiting to be offended”, un rock muy oscuro y denso que roza el instrumental.

Así que, para todos aquellos que hacen de la muerte del rock excusa para experimentos inservibles, que se escuchen este disco y comprendan que no es necesario desempolvar viejos elepés ni mirar eternamente al pasado, aquí y ahora, hay gente a la que merece la pena escucharla.