Muere Odetta, la voz torrencial de los derechos civiles de EE UU


FERNANDO NAVARRO
El País


Su música venía del más profundo sur estadounidense, en el que confluían las historias y sentimientos de las novelas de Booket T. Washington, Alex Haley, Alice Walker y William Faulkner. Su voz era un torrente de emociones, que alumbró el folk americano con una intensidad escalofriante y marcó a varias generaciones de cantautores como Bob Dylan, Joan Baez y Janis Joplin. Odetta, la mujer de pelo corto que cantaba de pie acompañada de su guitarra como desafiando al oyente, ha muerto a los 77 años de edad a causa de una dolencia cardiaca en el hospital Lenox Hill de Manhattan.

Nacida en Birgmingham, Alabama, Odetta ha sido una de las cantantes más importantes de la música de raíces norteamericana. Llegó al mundo en 1930, en plena Gran Depresión. Su padre murió cuando era una niña y desde entonces tuvo como único referente a su madre, que siempre hizo lo posible por sacarla adelante y decidió que vivir en Los Ángeles sería mejor que hacerlo en el sur.

Allí, Odetta estudió música clásica y teatro, pero la teoría no era lo suyo. Quería el contacto directo con la vida y encontró su propia voz escuchando las viejas grabaciones de folk donde desembocaban las tradiciones afroamericana y anglosajona. "El colegio me enseñó a contar y a poner palabras juntas para construir una frase. Pero lo que significa el espíritu humano, me lo enseñó la música folk", reconoció en una entrevista en la radio nacional en 2005.

Y, ciertamente, su música desprendía humanidad por los cuatro costados. Sus composiciones (<>, <>) eran un caudal de tormento y orgullo herido en una época de desesperanza y miseria y en un país marcado por la segregación. Eran "canciones de liberación", dijo una vez su autora. Eran cantos apasionados, marcados por la furia y la frustración, que pedían libertad y gritaban contra la discriminación que planeaba sobre las carreteras y los campos de Alabama, Misisipi y así hasta cualquier parte donde los negros eran humillados.

Rosa Parks, la costurera que encendió la mecha del movimiento por los derechos civiles de los negros al sentarse en diciembre de 1955 en los asientos de un autobús reservados por ley a los blancos, llegó a decir que lo que representaba su boicot estaba ya en "todas las canciones de Odetta". La cantante estuvo en la famosa marcha a Washington en 1963, acompañando a Martin Luther King Jr y pidiendo pacíficamente que no hubiese ciudadanos de segunda.

Por esos años, su reconocimiento era creciente. Las nuevas generaciones de cantautores tenían en Odetta todo un referente. Su música había tenido acogida en los cafés bohemios de San Francisco pero donde caló más hondo fue en Nueva York. Bardos como Dylan o Joan Baez, que rejuvenecían los sonidos tradicionales americanos, reconocían su influencia directa de la cantante de Alabama. En el documental de Martin Scorsese, No Direction Home, sobre los primeros años en la carrera de Dylan, el músico de Minnesota asegura que Odetta le impactó de tal manera que se obsesionó con su folk rugiente. Un tema como <> sacaba con las dos manos la vitalidad a todos los compositores que estaban por venir y cambiar la historia de la música popular norteamericana.

En la última etapa de su carrera artística, Odetta disfrutó de aún más fama. EE UU sabía que era una de sus grandes artistas por su trascendencia más que por sus éxitos, que nunca llegaron como con casi todos los músicos de su generación. Bill Clinton reconoció a la cantante con la medalla nacional de mérito a las artes. Y, cómo no podía ser de otra forma, el presidente electo de EE UU, Barack Obama, había solicitado su presencia en el día de la toma de posesión. Odetta tenía previsto cantar para el primer presidente afroamericano en la historia de EE UU.

Ya será imposible. Como parece cada vez más inviable encontrar músicos de esta raza. Con la muerte de Odetta, se pone de manifiesto una triste realidad: cada vez quedan menos músicos de raíces, que representan un género en sí mismo. La música estadounidense despide a otra de esas figuras en auténtico peligro de extinción, como lo fueron Johnny Cash, John Lee Hooker o Bo Diddley, otros que se fueron no hace muchos años. Para hallar el canto roto de Odetta habría que retroceder medio siglo en el tiempo, o esperar un milagro.