El País
Existe en Cataluña otro cine, uno al margen de la industria estatal, que cosecha aplausos en el extranjero. Pero por una vez no hablaremos de política
El estreno de una cinta navideña, El cant dels ocells, podría ser especial para el cine español estas Pascuas. "Es una película religiosa que cuenta el viaje de los tres Reyes Magos a Belén", concede su director. Nada fuera de lo común si no se tratara del último filme de Albert Serra, joven y todavía desconocido cineasta catalán que colocó su debut, Honor de caballería, entre las 10 mejores películas de 2007 para Cahiers du Cinéma, y sus dos únicas cintas en la quincena de realizadores del Festival de Cannes, la misma en la que empezaron Michael Haneke o Sofia Coppola. Para muchos, Serra abandera un nuevo cine español en las antípodas de lo popularmente conocido como "españolada".
El cant dels ocells está rodada en catalán y con actores no profesionales, pero su autor rechaza el término subversivo: "Trabajo con actores no profesionales porque son los únicos que conozco, son de mi pueblo, y si no interpretaran en catalán quedaría poco natural", desvela. Ningún impedimento para su distribución internacional: la película ya tiene prevista fecha de estreno en Francia, Portugal o Estados Unidos. "Será que no es tan extraña. Quizá lo es dentro del contexto del cine español, pero porque nuestro país está un poco atrasado en esto del cine moderno".
Daniel Villamediana, director de El brau blau, sí considera su cine como un acto de subversión. Por ello ha rodado una película sobre el mundo del toreo en catalán. Para él, el cine español está en crisis. "La industria cinematográfica en este país sigue fracasando salvo por un modelo que está surgiendo en Barcelona, principalmente con nuevos cineastas liberados del peso del mal cine español".
Al margen de cuestiones territoriales, una nueva generación de directores se ha lanzado al rescate de un sector adormecido. Además de Serra y Villamediana, hay nombres como Pere Vilà (Pas a nivell), Jorge Tur (De función), Carla Subirana (Nadar) o Pedro Aguilera (La influencia). Todos comparten una forma similar de realizar y de entender el cine: ruedan documentales ficcionados o ficciones con un guión abierto a la improvisación, sin actores profesionales, y en muchos casos autoproducen sus películas o buscan financiación alternativa. Algunos de los padres espirituales de esta, llamémosle, nova onada (o nueva ola) catalana fueron el malogrado Joaquim Jordà o Jaime Rosales. Este último puso una pica en el underground patrio al ganar el pasado año el Goya a la mejor película por La soledad.
No es casual que el fenómeno se haya desarrollado en Cataluña. Allí, entre otras cosas, se ofrecen salidas académicas relacionadas con el mundo del celuloide que no existen en otros lugares de la Península. Entre ellas, el insigne (y productivo) Máster de Documental Creativo de la Universitat Pompeu Fabra. Jorge Tur, director de De función, salió de ahí: "Llevo varios años en Barcelona y pienso que en Madrid está el dinero y que aquí, al no haberlo, tenemos que buscarnos la vida por otros caminos".
Dicen perseguir la normalización de este otro cine y, ante todo, alegan que no forman parte de un movimiento intelectualizado, sino algo accesible y apto para casi todos los públicos. "Mi película está dirigida a cualquiera dispuesto a ver algo con un mínimo de creatividad en la puesta en escena", defiende Serra de su cinta navideña, "no es muy extraña. Lo que sucede es que el nivel medio de la gente se ha deteriorado. No puedo obligar a nadie a ver este tipo de cine y, sobre todo, no me voy a adaptar a los gustos del público. No me he dedicado al cine para hacer películas, sino para hacer este tipo de películas". Su cinta, pese al éxito de crítica internacional cosechado en su corta carrera, no encuentra por ahora exhibidor en Madrid más allá del Pequeño Cinestudio. "Así que apaga y vámonos", concluye el director. Confiemos en que algún exhibidor, aunque sea sólo por lo oportuno de las fechas, por lo menos se lo piense.
CREAR 'AMB QUATRE DUROS'
Nacidos o acogidos por Cataluña, he aquí una serie de cineastas que ruedan al margen de los presupuestos principales del cine español que se deciden en Madrid. Buscan el dinero debajo de las piedras o rompen la hucha para financiarse. La ventaja, que no hay intereses ni límites contra su creatividad.
DANIEL VILLAMEDIANA (Valladolid, 1975). "Tenía un enorme impulso por hacer una película y, aunque no tenía dinero, me lancé. Unos amigos me prestaron la pasta; de hecho, es el filme más barato de la historia del cine español, la primera película mileurista". De su afán y su tesón surgió El brau blau (El toro azul), primer largo de Villamediana, una cinta que habla de toros en catalán y que fue todo un éxito en el pasado Festival de Cine de Locarno. Asegura que el torero José Tomás fue su inspiración a la hora de hacerla: "Fui a verle y quedé totalmente deslumbrado. Era creación de verdad, un artista". Y desvela que en el futuro hará "una de acción, en plan Bruce Lee".
ALBERT SERRA (Banyoles, 1975). En su primer filme, Honor de caballería, pasaba por su filtro la historia de El Quijote. Logró permanecer un año entero en un cine de París y fue elegido por la emblemática revista Cahiers du Cinéma como uno de los diez mejores de 2007. Ahora, con El cant dels ocells, espera repetir la hazaña. Licenciado en Filología Hispánica y Literatura Comparada, dice que su dedicación al cine fue "repentina" y, según él, "aúna los aspectos más primitivos con un lenguaje muy sofisticado que bebe de la nouvelle vague y de los sesenta". Si Hollywood quisiera hacer un remake de su película, "preferiría que se lo encargaran a alguien que no fuera estadounidense".
ANDRÉS DUQUE (Caracas, 1972). Este venezolano lleva casi diez años en Barcelona. Su obra más premiada hasta el momento es Iván Z, un documental sobre el genial realizador de Arrebato (en la foto, Duque y Zulueta). Aunque tiene otras, también reconocidas en multitud de festivales, como Paralelo 10. De su cine destaca el uso de imágenes de la vida cotidiana como forma para construir piezas. Su referente, el cineasta escocés Bill Douglas. "De adolescente, la curiosidad me hizo ver siempre películas que estuvieran prohibidas para mi edad. Cine porno, por ejemplo", revela. Avanza poco de su próximo proyecto: "Soy bastante supersticioso, lo siento. Se llamará Color perro que huye".
JORGE TUR (Alcoy, 1980). "Me financio mis propios proyectos. Eres más libre así, pero estás abocado a que tus cosas lleguen a poca gente". En su primer corto documental (De función) narra el coreográfico ritual que siguen los empleados de una gran funeraria. La idea le surgió tras leer un artículo de Juan José Millás. El resultado dejó asombrada a la crítica. Su segundo corto documental (Castillo) es una historia de superación que narra la relación entre el interno de un psiquiátrico y su monitor. "Sonará tópico, pero estudié psicología y nunca pensé dedicarme al cine, hasta que mi padre compró una cámara, empecé a grabar compulsivamente a mi familia y...".
CARLA SUBIRANA (Barcelona, 1975). Su abuela trabajaba en un cine y la colaba: "Era una sensación entre placentera y de miedo por si me pillaba el jefe". Ahí empezó todo, pero la primera cinta de Carla nació cuando trabajaba en un documental en 1997: "Le conté a un periodista que habían fusilado a mi abuelo y me preguntó: '¿Por qué?'. No lo sabía". La respuesta surgió en Nadar, el debut en el largo documental de esta catalana que estudió Comunicación Audiovisual en Barcelona. ¿El documental le da para comer? "¡Definitivamente, no!". Carla cree que en el cine de este país aún no se ha encontrado "una manera propia de expresarnos".
PERE VILÀ (Girona, 1975). Pas a nivell es el debut en el largo de este catalán que se atreve a indagar en el verano de un chaval de 22 años que ha terminado la universidad. Algo así como una comedia teen en catalán y, además, independiente. Consiguió poner el proyecto en marcha gracias a los premios que recibieron sus cortos y, curiosamente, gracias también al apoyo de una empresa de fabricación de utensilios de cocina: "Es una compañía que distribuye ollas, sartenes, cazuelas... Los productos aparecen dentro del plano cuando el protagonista va a comer a casa de su abuela". Su héroe, dice, es el añorado cineasta catalán Joaquim Jordà: "Estudié guión con él y nos hicimos buenos amigos".
El cant dels ocells está rodada en catalán y con actores no profesionales, pero su autor rechaza el término subversivo: "Trabajo con actores no profesionales porque son los únicos que conozco, son de mi pueblo, y si no interpretaran en catalán quedaría poco natural", desvela. Ningún impedimento para su distribución internacional: la película ya tiene prevista fecha de estreno en Francia, Portugal o Estados Unidos. "Será que no es tan extraña. Quizá lo es dentro del contexto del cine español, pero porque nuestro país está un poco atrasado en esto del cine moderno".
Daniel Villamediana, director de El brau blau, sí considera su cine como un acto de subversión. Por ello ha rodado una película sobre el mundo del toreo en catalán. Para él, el cine español está en crisis. "La industria cinematográfica en este país sigue fracasando salvo por un modelo que está surgiendo en Barcelona, principalmente con nuevos cineastas liberados del peso del mal cine español".
Al margen de cuestiones territoriales, una nueva generación de directores se ha lanzado al rescate de un sector adormecido. Además de Serra y Villamediana, hay nombres como Pere Vilà (Pas a nivell), Jorge Tur (De función), Carla Subirana (Nadar) o Pedro Aguilera (La influencia). Todos comparten una forma similar de realizar y de entender el cine: ruedan documentales ficcionados o ficciones con un guión abierto a la improvisación, sin actores profesionales, y en muchos casos autoproducen sus películas o buscan financiación alternativa. Algunos de los padres espirituales de esta, llamémosle, nova onada (o nueva ola) catalana fueron el malogrado Joaquim Jordà o Jaime Rosales. Este último puso una pica en el underground patrio al ganar el pasado año el Goya a la mejor película por La soledad.
No es casual que el fenómeno se haya desarrollado en Cataluña. Allí, entre otras cosas, se ofrecen salidas académicas relacionadas con el mundo del celuloide que no existen en otros lugares de la Península. Entre ellas, el insigne (y productivo) Máster de Documental Creativo de la Universitat Pompeu Fabra. Jorge Tur, director de De función, salió de ahí: "Llevo varios años en Barcelona y pienso que en Madrid está el dinero y que aquí, al no haberlo, tenemos que buscarnos la vida por otros caminos".
Dicen perseguir la normalización de este otro cine y, ante todo, alegan que no forman parte de un movimiento intelectualizado, sino algo accesible y apto para casi todos los públicos. "Mi película está dirigida a cualquiera dispuesto a ver algo con un mínimo de creatividad en la puesta en escena", defiende Serra de su cinta navideña, "no es muy extraña. Lo que sucede es que el nivel medio de la gente se ha deteriorado. No puedo obligar a nadie a ver este tipo de cine y, sobre todo, no me voy a adaptar a los gustos del público. No me he dedicado al cine para hacer películas, sino para hacer este tipo de películas". Su cinta, pese al éxito de crítica internacional cosechado en su corta carrera, no encuentra por ahora exhibidor en Madrid más allá del Pequeño Cinestudio. "Así que apaga y vámonos", concluye el director. Confiemos en que algún exhibidor, aunque sea sólo por lo oportuno de las fechas, por lo menos se lo piense.
CREAR 'AMB QUATRE DUROS'
Nacidos o acogidos por Cataluña, he aquí una serie de cineastas que ruedan al margen de los presupuestos principales del cine español que se deciden en Madrid. Buscan el dinero debajo de las piedras o rompen la hucha para financiarse. La ventaja, que no hay intereses ni límites contra su creatividad.
DANIEL VILLAMEDIANA (Valladolid, 1975). "Tenía un enorme impulso por hacer una película y, aunque no tenía dinero, me lancé. Unos amigos me prestaron la pasta; de hecho, es el filme más barato de la historia del cine español, la primera película mileurista". De su afán y su tesón surgió El brau blau (El toro azul), primer largo de Villamediana, una cinta que habla de toros en catalán y que fue todo un éxito en el pasado Festival de Cine de Locarno. Asegura que el torero José Tomás fue su inspiración a la hora de hacerla: "Fui a verle y quedé totalmente deslumbrado. Era creación de verdad, un artista". Y desvela que en el futuro hará "una de acción, en plan Bruce Lee".
ALBERT SERRA (Banyoles, 1975). En su primer filme, Honor de caballería, pasaba por su filtro la historia de El Quijote. Logró permanecer un año entero en un cine de París y fue elegido por la emblemática revista Cahiers du Cinéma como uno de los diez mejores de 2007. Ahora, con El cant dels ocells, espera repetir la hazaña. Licenciado en Filología Hispánica y Literatura Comparada, dice que su dedicación al cine fue "repentina" y, según él, "aúna los aspectos más primitivos con un lenguaje muy sofisticado que bebe de la nouvelle vague y de los sesenta". Si Hollywood quisiera hacer un remake de su película, "preferiría que se lo encargaran a alguien que no fuera estadounidense".
ANDRÉS DUQUE (Caracas, 1972). Este venezolano lleva casi diez años en Barcelona. Su obra más premiada hasta el momento es Iván Z, un documental sobre el genial realizador de Arrebato (en la foto, Duque y Zulueta). Aunque tiene otras, también reconocidas en multitud de festivales, como Paralelo 10. De su cine destaca el uso de imágenes de la vida cotidiana como forma para construir piezas. Su referente, el cineasta escocés Bill Douglas. "De adolescente, la curiosidad me hizo ver siempre películas que estuvieran prohibidas para mi edad. Cine porno, por ejemplo", revela. Avanza poco de su próximo proyecto: "Soy bastante supersticioso, lo siento. Se llamará Color perro que huye".
JORGE TUR (Alcoy, 1980). "Me financio mis propios proyectos. Eres más libre así, pero estás abocado a que tus cosas lleguen a poca gente". En su primer corto documental (De función) narra el coreográfico ritual que siguen los empleados de una gran funeraria. La idea le surgió tras leer un artículo de Juan José Millás. El resultado dejó asombrada a la crítica. Su segundo corto documental (Castillo) es una historia de superación que narra la relación entre el interno de un psiquiátrico y su monitor. "Sonará tópico, pero estudié psicología y nunca pensé dedicarme al cine, hasta que mi padre compró una cámara, empecé a grabar compulsivamente a mi familia y...".
CARLA SUBIRANA (Barcelona, 1975). Su abuela trabajaba en un cine y la colaba: "Era una sensación entre placentera y de miedo por si me pillaba el jefe". Ahí empezó todo, pero la primera cinta de Carla nació cuando trabajaba en un documental en 1997: "Le conté a un periodista que habían fusilado a mi abuelo y me preguntó: '¿Por qué?'. No lo sabía". La respuesta surgió en Nadar, el debut en el largo documental de esta catalana que estudió Comunicación Audiovisual en Barcelona. ¿El documental le da para comer? "¡Definitivamente, no!". Carla cree que en el cine de este país aún no se ha encontrado "una manera propia de expresarnos".
PERE VILÀ (Girona, 1975). Pas a nivell es el debut en el largo de este catalán que se atreve a indagar en el verano de un chaval de 22 años que ha terminado la universidad. Algo así como una comedia teen en catalán y, además, independiente. Consiguió poner el proyecto en marcha gracias a los premios que recibieron sus cortos y, curiosamente, gracias también al apoyo de una empresa de fabricación de utensilios de cocina: "Es una compañía que distribuye ollas, sartenes, cazuelas... Los productos aparecen dentro del plano cuando el protagonista va a comer a casa de su abuela". Su héroe, dice, es el añorado cineasta catalán Joaquim Jordà: "Estudié guión con él y nos hicimos buenos amigos".