El Periódico de Catalunya
–En este nuevo disco sorprende la pureza del sonido. ¿Es intencionada?
–Sí. Está grabado totalmente en directo. Yo les indicaba a los músicos la idea que tenía para cada canción justo antes de empezar a grabar. E incluso, al escuchar las tomas dejaba cosas espontáneas, como al batería diciendo: «Estoy tocando cada vez peor, peor peor», y yo replicándole, «no, no; está bien».
–Por cierto, en la banda ya no están Adam Seymour (guitarra) ni Andy Hobson (bajo). Y el nuevo batería, Jim Keltner, le aporta un aire muy rockabily.
–Tras 10 años juntos, era el momento de tomar caminos diferentes. Creo que la banda que me acompaña actualmente está más cerca de la formación original del grupo, es un poco más salvaje e incorrecta. Y Jim Keltner, el batería que aparece en el disco, no me acompaña con esta banda. Me atrajo de él que proviniera del mundo del jazz. Y le pedí un sonido primario.
–Este lanzamiento propicia el regreso de Pretenders después de seis largos años. ¿Había hambre de escenarios?
–En realidad, aunque en Europa no se sepa, no hemos parado de tocar. Por ejemplo, hemos estado de gira con los Straycats en Brasil, y con Moreno Veloso, el hijo de Caetano. Pero supongo que sí, que es verdad: necesitaba una excusa para seguir tocando en directo, que es lo que más me gusta.
–El álbum también le ha granjeado volver a figurar en el top ten de Estados Unidos después de 22 años. ¿Cómo se siente tras la proeza?
–Si te soy sincera, desconocía este dato. Nunca me han interesado las listas de éxitos.
–¿Qué es para usted el éxito?
–Disfrutar con lo que haces, en eso se basa el proceso, más que en el resultado de lo que haces.
–Es sin duda la rockera por excelencia. Y hasta el mismísimo Neil Young ha declarado que usted «es la mujer del rock»; que «lo lleva en el corazón», que «va a estar rockeando hasta que se caiga...»
–En realidad, la mujer de Neil Young también es rockera y seguro que él conoce a muchas más mujeres que saben que no es necesario colgarse una guitarra y estar en una banda de rock para ser rockera. Ser un rocker significa afrontar la vida desde una perspectiva más personal, que te permita hacer y ver las cosas como tú quieras, sin caer en el convencionalismo.
–¿Y por qué siguen habiendo tan pocas mujeres rockeras?
–Creo que la mujer, en vez de espabilarse, se hace la víctima sobre esa supuesta minoría. Si no hay más chicas en bandas de rock a lo mejor es porque ellas no quieren. Hoy en día, cualquier discográfica prefiere a una mujer como líder de una banda; resulta más atractivo. De hecho, yo siempre hago esta broma: «Mi guitarra la lleva un chico y yo estoy aquí disfrutando de hablar contigo, de hacer entrevistas».
–Su nombre está muchas veces ligado a causas múltiples: apoyando a Greenpeace, en contra de Kentucky Fried Chicken... Pero no a todos los intelectuales y artistas les interesan los problemas sociales. ¿Se les debería exigir más compromiso?
–Es una opción individual. Siempre se ha creído que una celebridad tiene más repercusión en la prensa y en los medios, pero en realidad no deja de ser más o menos comprometida que cualquier otra persona, como una camarera, que de hecho fue mi primer trabajo. O que cualquier persona que esté asociada a Greenpeace u otras oenegés, al margen, insisto, de que sea famosa o no.
–La cuestión es que el mundo se puede cambiar, ¿no?
–Sí, claro. Luego está la opción real de cambiar la sociedad empresarial que destruye el mundo, las grandes corporaciones que se ocupan sobretodo de destruir la naturaleza. Dado que vivimos en una sociedad de consumo, lo que hay que hacer es romper esa cadena y no consumir. Si a día de hoy, de manera real, no consumes, tienes mucho más poder que cualquier político. No podemos quedarnos esperando a que la política solucione todo ésto.
–Ha abierto un restaurante vegetariano en su ciudad natal, Akron (Ohio). ¿Qué tal le va?
–Se llama The VegiTerranean. Me costó un par de años ponerlo en marcha, pero es un gran éxito. Es el único restaurante vegetariano de la ciudad, de modo que es casi un fenómeno. Tanto, que con mis socios nos estamos planteando abrir franquicias por el país.
–Bueno, quizás estaba en su destino. Ha explicado que su primer trabajo fue de camarera, y en el primer videoclip de Pretenders, Brass in pocket, interpreta a una, con su cofia y delantal. ¿Qué tal le sigue sentando el uniforme?
–Pues no es ninguna broma. El día de la inauguración hice de camarera y estuve sirviendo ¡vestida de uniforme! hamburguesas vegetarianas a la policía local y demás autoridades.
–¿Y cómo una vegetariana a ultranza como usted puede estar a favor ¡de las corridas de toros!?
–No es exactamente que esté a favor de las corridas de toros... A ver si ahora me explico mejor. Soy americana y he vivido muchos años en Inglaterra, de modo que no pinto nada en las discusiones anti o protaurinas. Prefiero dejárselas a la sociedad española. Además, yo lo enfocaba más desde un punto de vista cultural, porque es evidente que estoy en contra de matar a cualquier animal, desde una araña hasta un toro. Aunque se me ocurre que en lugar de sacrificar a la res al final, se podría variar el ritual y que fueran los toreros los que se desprendieran de sus ropas, que vendieran sus impactantes trajes, a modo de souvenir.
–Para acabar, cambiemos la carne por el espíritu. En la primera canción de este nuevo disco, Boots of chinesse plastic, habla de la reencarnación, de Buda, Jesucristo, Alá, Gobinda... Pero, ¿qué es lo que quiere explicar con esta letra?
–Que en el universo de las religiones que dividen a toda la humanidad hay representadas diferentes figuras, pero al final todas se reducen a una mínima expresión, a una visión espiritual básica, sustancial. Es una reflexión sobre esta idea.