«Washington quiere hacernos creer que estamos en 1933»


Mike Davis, teórico urbano. Considerado uno de los padres del ‘cyberpunk’, anticipó algunos de los conflictos urbanos contemporáneos y la repercusión de la crisis en todo el mundo


CARLOS PRIETO
Público

1992, Mike Davis (Fontana, 1946), profesor de Teoría Urbana en el Instituto de Arquitectura del Sur de California, escribió Ciudad de cuarzo (Lengua de Trapo), una historia de Los Ángeles como espejo del capitalismo avanzado, que arrancaba así: "El mejor lugar para contemplar Los Ángeles del próximo milenio es desde las ruinas de su futuro alternativo".

El libro se transformó en un superventas y le otorgó el calificativo de "Raymond Chandler de la geografía urbana". Recientemente, Davis ha centrado sus estudios en analizar el nuevo paisaje urbano del Tercer Mundo en libros como Planeta de las ciudades miseria (Foca, 2007).

El ensayista, que vive en el estado de Baja California, no lejos de Tijuana, pasó por Madrid, con su llamativo aspecto de rudo hombre de la frontera, para intervenir en un seminario sobre la crisis del capitalismo. Es uno de los apocalípticos que anticiparon el colapso económico global.

Pese a que en sus últimos ensayos se ocupa de los suburbios del Tercer Mundo, su obra se asocia a la ciudad de Los Ángeles.

Sí. Puede que el salto de estudiar un fenómeno aparentemente local a analizar el mundo de las ciudades-miseria no sea tal. Y digo aparentemente local porque algunas características del proyecto angelino (por ejemplo, la eliminación del espacio público urbano) tiene reflejos globales. Es una ciudad con una doble cara: combina características urbanas del Primer y del Tercer Mundo.

En 1990, escribió que Los Angeles se ajustaba al patrón global de malestar social. Dos años después, se produjeron los graves disturbios por el caso Rodney King. Algunos analistas consideraron que ‘Ciudad de cuarzo’ predecía las tensiones que estallaron luego.

El malestar social era obvio para cualquiera que mirase a la calle. No hay que olvidar que los disturbios coincidieron con una fuerte recesión, la más grave en California desde finales de los años treinta que, en cierto modo, fue un ensayo general de la situación que estamos viviendo ahora. De todas las imágenes que se publicaron sobre los disturbios, la más escalofriante no fue una de las hordas quemando un supermercado, sino la que se tomó un poco antes, el día de Navidad. En una de las iglesias del sur de California, daban pollo gratis para cenar: 22.000 personas permanecieron toda la noche bajo el frío para poder comer. La mayoría eran inmigrantes, mujeres y niños. Esto no se veía en Los Angeles desde la Gran Depresión. ¿Se habló de este tipo de consecuencias de la crisis en la reciente campaña electoral? En absoluto.

Curiosamente, si para hablar de Los Angeles analizó ‘Blade Runner’, para hacerlo de las nuevas ciudades miserias usó otra película de Ridley Scott, ‘Black Hawk derribado’.

Si en su día Blade Runner (1982) fue considerada un mito del futuro próximo, las imágenes icónicas de nuestro futuro urbano actual son sin duda las de Black Hawk derribado. Para entenderlo, hay que remontarse a los años ochenta, cuando los ajustes estructurales del Banco Mundial destruyeron los débiles servicios públicos de muchas ciudades del Tercer Mundo. Los estados dejaron entonces de proveer de vivienda a los sectores desfavorecidos, obligados a construir sus propios suburbios. Nadie pensó en las consecuencias geopolíticas de dejar el control de los suburbios en manos de la población. Los primeros efectos militares se pudieron ver en Mogadiscio en 1993, cuando 19 soldados estadounidenses murieron tras un enfrentamiento con una guerrilla urbana, evento narrado en la película de Scott. Toda una generación de jóvenes coroneles americanos, que ahora mandan en el Pentágono, se dio cuenta de que el campo de batalla del futuro ya no era el convencional. Es decir, destruir las infraestructuras claves de la ciudad moderna. Se dieron cuenta de que esa estrategia no servía para eliminar a los poderes paralelos de los suburbios del Tercer Mundo, recluidos en zonas laberínticas sin infraestructuras centralizadas.

¿Cómo hacer la guerra en los suburbios?

De ahí mi fascinación por las escenas de helicópteros derribados en este filme premonitorio: no hay más que ver el fracaso del Ejército de Bush en las barriadas de Irak, como Faluya o Sadér City, un ejemplo paradigmático de este nuevo tipo de megasubúrbios (dos millones de habitantes).

¿Quién controla ahora esos suburbios?

El abandono ha generado varias formas de organización política singulares. Desde las bandas juveniles hasta partidos revolucionarios clásicos, pasando por jóvenes nacionalistas o milicias étnicas sectarias, que han controlado estos espacios abandonados. La obsesión con Al Qaeda nos impide comprender por qué son tan respetadas las organizaciones islamistas populares, como Hamás, Hezbolá o Los Hermanos Musulmanes (Egipto). En algunos suburbios, han sustituido al Estado como proveedor de servicios básicos a la población. Yo cubrí el huracán Katrina para varios periódicos y recuerdo estar allí un día leyendo en el diario cómo, a los pocos días de los bombardeos israelíes sobre Beirut, Hezbolá financió la construcción de las casas destruidas. Así que mis amigos de Nueva Orleáns que se habían quedado sin casa me decían: igual deberíamos unirnos a Hezbolá, son mucho más eficientes que nuestro Gobierno [risas].

Al hilo de la actual crisis económica, poco antes de las elecciones aseguró que el próximo presidente de los EEUU sería ciego. ¿A qué se refería?

Usé una analogía un poco extraña. Los primeros europeos que se asomaron a las profundidades del Gran Cañón del Colorado en el siglo XVI fueron incapaces de verlo. Echaron un vistazo, pero no lo llegaron a comprender en toda su magnitud porque nunca habían visto algo semejante. Quedaron tan espeluznados por la visión de este paisaje novedoso que dieron media vuelta. Los políticos de Washington son como los exploradores pioneros del cañón: tienen a la vista un abismo de turbulencias económicas. Su mareo se intensifica porque desconocen la profundidad de la crisis.

¿Tiene algún sentido entonces el debate sobre un hipotético regreso del ‘New Deal’ a EEUU?

Ahora mismo, todo el mundo en Washington pretende hacernos creer que estamos en 1933 y que, por tanto, saben lo que hay que hacer. Pero en realidad no tienen ni idea de dónde está el fondo y mucho menos qué va a ocurrir los próximos meses. Las diferencias históricas son evidentes. Para empezar, está uno de los aspectos más inesperados de la crisis: el contagio. Estamos ante la crisis económica más sincronizada de la historia (ah, la magia de la sofisticada tecnología de nuestros mercados). En los treinta, la crisis tardó tres años en globalizarse, ahora bastaron tres semanas para que Europa y Asia se contagiaran de la gripe estadounidense. Todo el mundo ha sido absorbido al tiempo por la crisis. Por otro lado, la economía estadounidense actual no tiene nada que ver con la de entonces: es mucho más débil y caótica, lastrada por las políticas de restructuración de los años ochenta. Por ejemplo, aunque el presupuesto del Pentágono es ahora muchísimo mayor, el Gobierno es incapaz de crear los centenares de miles de puestos de trabajo estables de la época en las fábricas de la industria. ¿El motivo? Gran parte de la producción está ahora externalizada. Por último, Roosevelt y compañía tenían a mano una teoría económica, el keynesianismo, con la que respaldar la intervención del Estado. Actualmente, la única tradición económica conocida por los políticos en EEUU es el neoliberalismo. ¿Puede Obama pensar más allá de la doctrina impuesta por Goldmann-Sachs? Aunque le voté, no lo creo. Con todo, no está de más recordar que el New Deal no apareció frotando una lámpara: las masivas luchas sociales tuvieron mucho que ver.

¿Está la clase media preparada para ese desafío?

La burbuja en la que vivía la clase media americana, ajena a la realidad del mundo, se ha evaporado. Por eso el 11-S fue tan traumático. La clase media no estaba preparada para el sufrimiento. ¿Qué ocurrirá cuando no podamos mantener los niveles de consumo y aspirar a coches mejores? Ejemplos un poco simples de todo esto son los graves problemas económicos por los que atraviesa la cadena estadounidense de cafeterías Starbucks. ¿Quién quiere pagar ahora dos euros por un café? ¿Sabe a qué empresa le está yendo relativamente bien con la crisis? A Wal-Mart. La clase media no compraba ahí, porque era un local de clase obrera. Ahora se ha convertido en un cliente más.


QUÉ VE UN TEÓRICO URBANO EN ALGUNAS DE LAS PELÍCULAS MÁS IMPACTANTES


‘Blade Runner’

«Predijo el futuro de la ciudad»


Blade Runner se había convertido en el logo de Los Angeles cuando escribí Ciudad de cuarzo. Intenté reflejar que Los Ángeles se había vuelto una ciudad glamurosa porque es la clásica imagen de la California soleada. También porque es la visión distópica generada por productos de ciencia ficción como Blade Runner. Pero al mismo tiempo me interesaba mostrar los límites del filme como predicción del futuro de la ciudad. También me interesaba la orientalización urbana. Ridley Scott describe muy bien las ciudades asiáticas, particularmente Los Ángeles como un Tokio oscuro, como si estuviéramos en el distrito de Ginza. Me interesaba mucho el modo en que la diversidad de Los Ángeles es retratada en películas y novelas. No hay que olvidar que este lugar es una ciudad que se alimenta de sus propias imágenes".


‘Black Hawk derribado’

« Es el icono de una nueva civilización»


"Este filme me recuerda a Gunga Din, el poema de Kipling, un paradigma de la ficción colonial de aventuras: "De todos los años que estuve en la India, no conocí a nadie más valiente que el aguador de nuestro regimiento, Gunga Din", escribía. Black Hawk derribado es la versión posmoderna del poema de Kipling, del nuevo imperio americano, aunque no acaba de contarte bien lo contundentemente que fueron derrotados los estadounidenses en este episodio. En mi opinión, es una de las películas de acción mejor coreografiadas desde Grupo Salvaje (Sam Peckinpah, 1969). Se trata del icono de una nueva frontera de la civilización: soldados que parecen salidos de un videojuego luchando contra las fuerzas descentralizadas de los suburbios pobres urbanos. ¡La cantidad de soldados que se han alistado tras ver esta película!".



‘El jardinero fiel’

«Nos asusta la escala de la pobreza»


"En los años treinta, Walter Benjamin escribió que en algún momento los ricos colgarán fotos de niños hambrientos de los muros de sus casas como si fueran obras de arte. El supersuburbio de África, América Latina y Asia se ha glamuralizado gracias a ficciones de aventuras como esta, pero, al mismo tiempo que nos fascina, también nos sobrepasa por la escala de la pobreza que representa y por el miedo que nos inflige. Con todo, el famoso arquitecto Rem Koolhaas puede tranquilamente ir a Lagos y decir que es el mejor ejemplo de creatividad humana y de autoorganización. Bien, puede ser que lo sea de algún extraño modo, pero como cuento en Planeta de las ciudades miseria enseguida aparecen los límites al ingenio de los pobres para construir la ciudad".