Norma reedita la biografía de Elmyr de Hory, autor de más de mil falsificaciones


NATÀLIA FARRÉ
El Periódico de Catalunya




Qué diferencia hay entre un picasso y un elmyr de hory? ¿Y entre un matisse, un modigliani, un dufy y un elmyr de hory? Aunque se supone que mucha, durante años, para numerosos marchantes, galeristas, coleccionistas y expertos en arte no hubo ninguna. Elmyr de Hory –también conocido como Von Houry, Herzog, Cassou, Hoffman, Raynal y Dory-Boutin– falsificó durante tres décadas más de mil dibujos, acuarelas, gouaches y óleos de los grandes artistas del siglo XX, y se convirtió en el falsificador más importante de la historia sin que nadie sospechara la estafa. No se tuvo certeza de todas sus andanzas hasta 1969, año en el que el escritor Clifford Irving, basándose en las confidencias de De Hory, publicó Fraude, su biografía.

El libro llevaba años descatalogado y ahora, gracias a la persistencia de Rafa Martínez, responsable de Norma Editorial, se ha vuelto a reeditar con un epílogo. De Hory se suicidó en Ibiza en 1976, siete años después de que Irving publicara el libro, y Martínez sentía curiosidad por saber qué había sido del virtuoso falsificador: «Localicé al autor y compré los derechos de la obra con la condición de que escribiera un último capítulo explicando que había pasado con De Hory». En este nuevo apartado Irving insinúa que la muerte voluntaria del artista puede que no sea más que su última gran estafa. Pues hay quienes aseguran haberlo visto en las playas de Australia.

Pero, ¿quién era realmente De Hory? La pregunta tiene difícil respuesta. El artista se pasó la vida huyendo por miedo a ser descubierto, cambiando de nombre para no ser identificado y mintiendo o callando para no dar pistas de su vida ni siquiera a sus amigos. Cuenta Irving que el pintor llegó a Ibiza en 1961 y que rápidamente se extendió el rumor de que «era la oveja negra de exiliada familia real húngara: quizá una especie de príncipe o, al menos, barón. Sonriendo taimadamente, Elmyr ni lo admitía ni lo negaba». Lo que sí parece cierto es su origen húngaro y aristocrático, sus estudios de arte con Fernand Léger y la pérdida de toda su fortuna después de la segunda guerra mundial. Pero lo que nunca desapareció fueron sus gustos caros, «llevaba un monóculo pendiente de una cadena de oro y sus jerséis siempre eran de cachemira», y su amor por la buena vida, «si había alguna opinión unánime sobre el suave y acicalado húngaro era que nunca había trabajado, ni podría, ni iba a hacerlo».

Fue esa inclinación por las cosas refinadas y la falta de dinero lo que le condujo, casi por casualidad, a practicar su oficio. En 1946, después de la guerra, estaba sin un duro. Entonces, una amiga rica confundió uno de sus dibujos con un picasso e insistió en comprárselo. Elmyr, desconcertado, se lo vendió. «Fue tan fácil que no podía creerlo. Ni siquiera me sentí culpable, porque no lo había hecho por vicio o para hacer daño a alguien, o con la idea de hacer fortuna. Era una cuestión de supervivencia». Ya no paró.

La genialidad de De Hory es indiscutible. Sus piezas llegaron a ser adquiridas por museos y a figurar en catálogos y libros como auténticas. Picasso fue incapaz de discernir sobre la veracidad de una supuesta copia suya y acabó sentenciando: «Si han pagado 100.000 dólares, debe ser auténtica». Y Van Dogen estampó su firma en un óleo que en realidad había pintado De Hory. Al final fue descubierto, pero no por falta de pericia artística, sino a causa de las peleas entre sus socios. Pero nunca pudo ser juzgado por el fraude.

Coincidiendo con la reedición del libro, Rafa Martínez, que además de responsable de Norma Editorial es propietario de la galería Montcada, ha organizado una exposición basada en Pequeñas imposturas. Partiendo de la base de que todo pintor recibe influencias de otros artistas, la muestra invita a 12 autores actuales a reinterpretar la obra de 12 artistas consagrados. La colectiva se abre con dos falsificaciones de Elmyr de Hory. Un juego y un guiño al artista. Porque a veces los juegos son serios y las falsificaciones, verdaderas obras de arte.