Lumpen
A la hora de escribir un relato de espías se puede afrontar desde dos maneras muy diferenciadas. La primera sería hacer un análisis tanto de las consecuencias que tan peculiar oficio tiene en la persona concreta que lo ejerce y en su entorno particular, como el contexto histórico donde sucede tal hecho. John Le Carré y Graham Greene serían dos referencias válidas que optan por este camino. La otra opción es la de convertirla en una sucesión de acciones más o menos glamourosas sin indagar más allá, el mejor ejemplo sería Fleming. Por suerte “Sin permiso” opta por el primer camino.
William Boyd pertenece a lo que a mi juicio es la última, de momento, gran generación de escritores. A ella pertenecen nombres como Ian McEwan, Julian Barnes, Martín Amis, Hanif Kureishi, etc....Todos ellos tienen en común como rasgos esenciales, aparte obviamente de publicar sus obras en una época concreta, una literatura carente de excesivos adornos y centrada en un lenguaje sobrio, casi siempre adornado con cierto cinismo (más patente en algunos autores) con la intención de, en muchos casos, retratar una mirada critica del Reino Unido, donde se trasluce un amor/odio hacia dicho país.
El estilo personal de Boyd suele estar marcado por un humor negro muy peculiar, “El Armadillo” puede ser el mejor ejemplo. En esta ocasión, sin embargo, se decide por una escritura más ágil y elegante que encaja perfectamente con la historia, consiguiendo que el lector no se preocupe tanto por la extensión del libro, 500 páginas, sino por la necesidad de ir avanzando a grandes saltos por la narración.
Todo parte de un elemento obvio en este tipo de historias, el descubrimiento por parte de una hija de la doble vida de su madre. En consecuencia esto conlleva el desmoronamiento de la biografía familiar así como el del comportamiento monótono y convencional. A partir de ahí no sólo encontraremos el esclarecimiento de la vida pasada de la mujer sino los cambios que acontecen a su propia hija a la hora de acometer sus vivencias actuales. Pero sobre todo hay una desoladora muestra de la política, principalmente en época de guerra o de tensión, donde se muestran los intereses particulares, muchas veces viles, que hacen a rostros anónimos y neutrales verse involucrados en tremendos dramas.
La sensación de intriga y de ir desenmascarando los diferentes secretos está totalmente conseguida por el autor, aunque lo que hace atractivo al libro es, como dije en un principio, el análisis perfecto de los personajes, dejando bien claro y transmitiéndonos la desolación que les invade por las decepciones personales y por el gran engaño en que se ven inmersos. La pega precisamente surge en este punto, en la proliferación de personajes secundarios, muchos de ellos poco matizados y que no aportan nada al tono general, más bien al contrario, consiguen lastrarlo en algún punto.
William Boyd pertenece a lo que a mi juicio es la última, de momento, gran generación de escritores. A ella pertenecen nombres como Ian McEwan, Julian Barnes, Martín Amis, Hanif Kureishi, etc....Todos ellos tienen en común como rasgos esenciales, aparte obviamente de publicar sus obras en una época concreta, una literatura carente de excesivos adornos y centrada en un lenguaje sobrio, casi siempre adornado con cierto cinismo (más patente en algunos autores) con la intención de, en muchos casos, retratar una mirada critica del Reino Unido, donde se trasluce un amor/odio hacia dicho país.
El estilo personal de Boyd suele estar marcado por un humor negro muy peculiar, “El Armadillo” puede ser el mejor ejemplo. En esta ocasión, sin embargo, se decide por una escritura más ágil y elegante que encaja perfectamente con la historia, consiguiendo que el lector no se preocupe tanto por la extensión del libro, 500 páginas, sino por la necesidad de ir avanzando a grandes saltos por la narración.
Todo parte de un elemento obvio en este tipo de historias, el descubrimiento por parte de una hija de la doble vida de su madre. En consecuencia esto conlleva el desmoronamiento de la biografía familiar así como el del comportamiento monótono y convencional. A partir de ahí no sólo encontraremos el esclarecimiento de la vida pasada de la mujer sino los cambios que acontecen a su propia hija a la hora de acometer sus vivencias actuales. Pero sobre todo hay una desoladora muestra de la política, principalmente en época de guerra o de tensión, donde se muestran los intereses particulares, muchas veces viles, que hacen a rostros anónimos y neutrales verse involucrados en tremendos dramas.
La sensación de intriga y de ir desenmascarando los diferentes secretos está totalmente conseguida por el autor, aunque lo que hace atractivo al libro es, como dije en un principio, el análisis perfecto de los personajes, dejando bien claro y transmitiéndonos la desolación que les invade por las decepciones personales y por el gran engaño en que se ven inmersos. La pega precisamente surge en este punto, en la proliferación de personajes secundarios, muchos de ellos poco matizados y que no aportan nada al tono general, más bien al contrario, consiguen lastrarlo en algún punto.