La última batalla de Gerónimo



PEDRO RODRÍGUEZ
ABC


Durante tres décadas como soñadas por el cineasta John Ford, Gerónimo -el legendario guerrero de los Apaches Chiricahuas- combatió contra la colonización del Oeste hasta morir víctima de una neumonía durante su cautiverio en un fuerte militar de Oklahoma. Al cumplirse este mes un siglo de su triste final como prisionero de guerra, una veintena de los descendientes de uno de los nativos más legendarios en la historia de Estados Unidos creen que su ancestro no descansa en paz. Hasta el punto de haber recurrido a los tribunales federales para lograr que sus restos mortales sean depositados en la cabecera del río Gila, en Nuevo México, donde el guerrero nació en 1829 y deseaba ser enterrado.

Sin embargo, completar la última batalla de Gerónimo resulta algo más fácil de desear que de hacer realidad. Ya que la tumba original en Fort Sill fue profanada en 1918 supuestamente por una secreta sociedad de estudiantes de la Universidad de Yale conocida como «Skulls and Bones» (Cráneos y Huesos). Tunada macabra en la que habría participado ni más ni menos que Prescott S. Bush, padre y abuelo de los presidentes número 41 y 43 de Estados Unidos.

El cráneo, en una vitrina

Los querellantes argumentan que los miembros de «Skulls and Bones» desde la Primera Guerra Mundial mantienen en su poder las reliquias de Gerónimo, incluido su cráneo, dos huesos, una brida y unos estribos. Hasta el punto, según la leyenda, de exponer su rapiña en una vitrina, a modo de particular trofeo, en la sede de la elitista sociedad «Skulls and Bones», por la que han pasado algunos de los grandes apellidos de Estados Unidos.

Esta versión ha cobrado bastante fuerza desde que hace cuatro años saliera a la luz una carta fechada 1918 en la que un miembro de «Skulls and Bones» confirma a otro compañero la obtención de restos procedentes de una tumba de Fort Sill. En toda esta polémica, la Universidad de Yale ha rechazado cualquier responsabilidad, indicando que «Skulls and Bones» no es una hermandad oficial de estudiantes y que su sede -conocida como «La Tumba»- no se encuentra tan si quiera dentro del perímetro del campus situado en la localidad de New Haven, Connecticut.

Dudas sobre la profanación

La familia de Gerónimo, en esta complicada batalla jurídica, está siendo representada por Ransey Clark, un ex fiscal general de Estados Unidos famoso por apadrinar causas perdidas. El jurista ha reconocido que no se dispone de pruebas fehacientes sobre el paradero de los restos del líder de los Apaches. Pero espera que la acción legal entablada ante los tribunales federales ayude a aclarar la cuestión de una vez por todas.

A falta de indicios de corroboración, algunos historiadores y antropólogos en Oklahoma han expresado sus dudas sobre la presunta profanación de la tumba de Gerónimo en 1918. Además de recordar que diez años después, el Ejército de Estados Unidos recubrió la tumba original con cemento y encima construyeron un monumento de piedra en honor de este guerrero que tuvo en jaque a fuerzas militares a ambos lados del río Grande hasta su rendición acompañado ante el general Nelson A. Miles en 1886.

Para complicación adicional no todos los Apaches quieren que sean trasladados hasta Nuevo México los restos de Gerónimo (o Goyathlay, «el que bosteza» en su lengua original). La rama de la tribu que se asentó en Oklahoma insiste en dejar la tumba como está. Según ha insistido Jeff House, el jefe de ese grupo, «no se gana nada con excavar a los muertos y tampoco se va a reparar todo el daño acumulado». Sin embargo, Harlyn Gerónimo, nieto del gran jefe renegado, insiste en la tradición de que «si los restos mortales de un apache no son propiamente enterrados, su espíritu queda condenado a vagar sin destino».