Bill Wyman: "No busco el éxito, ni volver a ser famoso"

Mañana actúa en el Black Musical Festival de Salt. Coleccionista de amantes. Nació en londres, en 1936. Fue bajista de los rolling stones durante 30 años. En 1993 se jubiló de los Stones y montó los Rhythm Kings para hacer la música que realmente le gusta: 100% blues



GEMMA TRAMULLAS
El Periódico de Catalunya




–La media de edad de los Rhythm Kings debe de rondar los 60 años. ¿Es que hay una edad mínima para entrar en la banda?

–Ja, ja, ja. Los jóvenes no conocen la música que hacemos, de hecho no saben de música y no tenemos tiempo de enseñarles. O sea que es más fácil trabajar con gente que está familiarizada con esta música y que la toca bien en directo.

–Con 72 años, es usted mayor que Tina Turner. ¿Y aún tiene ganas de ir tocando por ahí?

–Soy mayor que ella, pero ella está más gorda, je, je. Y yo conservo todo el pelo y no se me ha caído ningún diente. Dicen que parezco 10 años más joven. Si no me gustara tanto la música me quedaría en casa, porque tengo una familia muy joven, tres niñas de 11, 13 y 14 años.

–¿Las ha llevado a ver a los Stones?

–Las llevo siempre que puedo. Con los Stones somos como una familia. Nos felicitamos los cumpleaños y nos mandamos christmas por Navidad, incluso regalos. Es como si tuvieras un tío con el que te llevas bien, siempre que no lo veas más de dos veces al año . Con quien sí me veo a menudo es con Charlie Watts.

–¿Tocarán alguna canción suya?

-Normalmente no lo hacemos, aunque a veces yo canto Honky tonk woman. Como solo tiene dos versos y el resto son coros, es muy fácil de recordar y eso me facilita las cosas.

–¿Cuál es su canción favorita?

-Georgia on my mind, cantada por Ray Charles. Solo la tocamos en ocasiones especiales.

–A última hora Georgie Fame se ha incorporado a los teclados. ¿Va cambiando la alineación?

–Desde hace 10 años los miembros de los Rhythm Kings somos prácticamente los mismos. Es como un equipo de fútbol pero, como cada jugador tiene su propia carrera, si tiene otro partido, está lesionado o le han sacado una tarjeta roja, entonces hay que sustituirlo.

–Blues, jazz, gospel, soul, rockabilly, baladas... Dicen que usted hace arqueología músical.

–Mi vida es la arqueología. Soy un arqueólogo de la música, de los libros, de la fotografía, y me paso horas buscando objetos perdidos con un detector de metales. En el pasado se hicieron grandes cosas. ¿Hay alguien mejor que Leonardo da Vinci? Nadie. ¡Y vivió en el siglo XV! No se puede ignorar algo solo porque pertenece al pasado. Ahora solo nos fijamos en lo ocurrido esta última semana. Ese es el problema de los músicos de hoy, que no miran al pasado.

–He leído que no le interesa en absoluto la música que se puede hacer con ordenador.

-Me metí en ella hacia finales de los años 80, pero no me gusta. Es para holgazanes, no es artesanía musical. Los jóvenes prefieren ser holgazanes antes de aprender a tocar bien un instrumento. Cuando voy a un concierto, siempre escucho la misma melodía; no hay luces y sombras, todo es borroso. Después de tres canciones, me muero de aburrimiento. Pero nosotros cambiamos continuamente de estilo y tocamos canciones de 1920 o de 1990. Los jóvenes han escogido el camino fácil, quieren ser ricos, ir en limusina y vivir la parte romántica del negocio de la música. A mí esta parte no me gustó nunca. Jamás he tenido ropa de diseño.

–¿Quizá porque viene de una familia obrera?

–Quizá sea eso, sí. En aquella época costaba mucho aprender tu oficio. Era una dificultad común entre todos los grupos que surgieron en los años 60, por eso eran todos tan buenos en el escenario. Luego la música ha ido evolucionando y cada vez los grupos son menos buenos en directo. Hacen buenos discos y luego no saben cómo tocarlos. Para mí una gran canción solo puede salir del corazón, por eso amo a los Rhythm Kings. Es un espacio libre, donde cada uno deja espacio al otro. Nos lo pasamos en grande durante los conciertos y siempre volvemos al hotel con una sonrisa en la cara. De eso tratan los Rhythm Kings. No busco un buen puesto en las listas de éxitos, no quiero volver a ser famoso, sino tocar una música realmente buena.

–¿El espacio es lo que más añoraba durante sus años con los Stones?

–Allí no había sitio para más compositores y fue una frustración para Brian Jones, para Mick Taylor, para mí e incluso para Ronnie Wood. Las canciones que no me aceptaban, yo las publicaba en mis discos en solitario y también hacía bandas sonoras para películas. Esto satisfizo mi frustración, evitó peleas y me permitió seguir adelante.

¿Por qué eligió tocar el bajo?

–Cuando vivía en el sur de Londres, en los años 60, tenía una banda de rhythm&blues, pero éramos tres guitarras. Una día fui a un concierto y escuché un bajo. ¡Esto es lo que nos falta!, me dije. Pero nadie quería ser el bajista, así que decidí serlo yo. Como no tenía dinero para comprarlo, me fabriqué uno yo mismo.

–Viene a Girona en tren. ¿No le gusta el avión?

–Me han invitado a tocar en América, en Canadá, en Australia y en Japón, pero no voy porque en 1990 dejé de volar. Fue durante la última gira europea de los Stones. Allí empezó el miedo. Ahora solo voy allá donde pueda llegar por carretera.

Aparte de música, hay otra cosa que usted lleva haciendo toda la vida: escribir.

–Empecé a escribir un diario de pequeño, cuando aún iba a la escuela y caían las bombas sobre Londres. Luego me fui al servicio militar y mi madre, pensando que esos papeles no eran importantes, los tiró. Todos. Al volver del servicio, en 1959, volví a escribir y ya no lo dejé nunca. Ya verá, hoy escribiré algo sobre usted.
[Y cumplió. Véase su blog: www.billwyman.com/site/blog/387/]


–Hace giras, escribe libros, regenta el restaurante Sticky Fingers, expone sus fotografías... Agotador.

–Agotadores fueron los 30 años con los Stones. Ahora por fin puedo hacer todo lo que yo quiero.