Haroldo de Campos: el lirismo contra los límites

ÁLVARO CORTINA
El Mundo


Haroldo de Campos (1929-2003), poeta brasileño, resumido por una reciente antología en 'Hambre de forma' (Veintisieteletras) cantó a la poesía y a la forma como algo indistinto. Escribe en 1985:

"Te detestan/ lumpenproletaria/ voluptuaria/ vicaria/ elitista piraña de la basura/porque no tienes mensaje/ y tu contenido es tu forma/ y porque estás hecha de palabras/ y no sabes contar ninguna historia/ y por eso eres poesía".

Con 'Un golpe de dados no abolirá el azar', Mallarmé hizo de la lírica una sofisticación de caligrama, un soplo gráfico sobre el silencio del papel y no un cantar, y de aquí Apollinaire tomaría el relevo hacia una cierta deshumanización del arte.

Poesía hermética, poesía pura que indaga sus propios límites, más allá de la representación, más allá de la morfosintaxis. La unidad estrófica queda obsoleta, y las palabras se espolvorean como en ramas de arbol o acertijos o caprichos orientales.

Después Vladimir Mayakovski añadió a esta enseñanza su carácter bronco y bolchevique cuando habló del arte como un martillo y no como un espejo. El martillo terminó partiendo el espejo, y sus pedazos fueron el material de una larga tradición experimental, de aspiraciones puristas y poliédricas.

De Campos, con su hermano Augusto de Campos y con Décio Pignatari hicieron su revolución del verso con la "poesía concreta". Sus antecesores fueron Oswald de Andrade, que se tuvo por antropófago, por mal salvaje que deglutía la tradición en pos de la palabra libertaria y Cabral de Melo, el "Mondrian del verso". Como todo poeta, De Campos continuó en solitario, con su propio poliedro, con su propio martillo, más allá de grupos y clasificaciones.

'Hambre de forma' incluye un espacio de tiempo de cinco décadas, entre 'Auto del poseso', de 1950, a 'La máquina del mundo repensada', de 2000. Consta aquí la vindicación desligada del poema como algo autónomo, de geometría y luz ("el Poema se piensa/como un círculo se piensa en su centro/como los rayos del círculo lo piensan"), donde la construcción, fluctuante y esparcida, se despliega en paréntesis y palabras o elementos.

Estas palabras elementales se hibridan o se deshilachan. El poeta señala una y otra vez las fronteras con audaces sufijos y prefijos: trans, supra, meta... y son a su vez las palabras, como estrellas, que iluminan y al mismo tiempo certifican que las brújulas, los sufijos y los prefijos, sólo dan cuenta de un orden fútil e irrisorio. A veces De Campos se descubre así mismo en andanadas cerradas y obsesivas:

"De gano a gano/engañado/de logro a logro/lucrado/de lado a lado/lisiado/de lodo a lodo/largado".

Filiación constructivista

Andrés Fisher, autor del prólogo, asevera: "En Brasil hay una filiación más orientada a lo futurista, constructivista y dadaísta, reformulado por las ideas antropofágicas de Oswald de Andrade, mientras en Hispanoamérica la presencia del surrealismo es mayor".

Pero como en los versos del Aleixandre surrealista de 'Espadas como labios' y en los territorios lumínicos de Dalí, De Campos conjura a la fauna en sus visiones. Libélulas que son "diamante volátil" o ornitorrincos, que son "animal litúrgico". También conjura a sus popes, inevitables en todo "comunista cultural", como Benjamin, como Brecht o como Luckács (reseñable la 'Oda (explícita) en defensa de la poesía en el día de San Luckács').

De Campos se pasa medio siglo redundando en el formalismo. "Tu propiedad es la forma", escribe, y se enfrenta poco a poco, necesariamente, al borde blanco, al hueco final después del punto, a la palabra ausente que siempre cultivó mientras tomaba el pulso al agua fugitiva de sus letras:

"Ya hice todo con las palabras/ ahora quiero hacer de nada".

De Campos padeció la congoja de los límites y la temeraria entrega a la hora de transgredirlos desde su lengua, la lengua de Pessoa. Eso que siente todo escritor de reinventar y reinventarse. Escribió Juan Gelman en sus 'Anunciaciones': "Inventa una lengua donde quepa/ todo el furor que falta".