El último reducto del cine independiente

Os proponemos un recorrido por los festivales IndieLisboa y DocumentaMadrid, donde el documental, sin necesidad de grandes presupuestos y con una dosis envidiable de originalidad y claridad de ideas, se ha revelado como un seguro de calidad y compromiso ético


IENE FORTEA y PEDRO RAMOS
Diagonal




Si por algo destaca DocumentaMadrid, sin entrar en su incuestionable calidad, es por su capacidad de abrumar con su programación al público. 10 sedes, 108 películas en competición y más de 400 títulos programados en 10 días, imposibilitan que se pueda obtener una visión de conjunto del Festival. Más aún si los documentales poseen la calidad de los presentes en esta edición. Demasiado bueno como para no ampliar la cita en próximos años.

Respecto a los títulos en competición, la mexicana Los que se quedan de Juan Rulfo y Carlos Hagerman, se alzó con el Premio de Creación, al acercarnos, mediante un relato de ausencia y memoria, a la realidad de las familias de quienes emigran a EE UU. Asimismo, se premiaron documentales de cariz socioeconómico (L’argent du charbon sobre las rutas del carbón en China, o Coyote de Chema Rodríguez, que complementa a Los que se quedan al mostrar las vías de tráfico de inmigrantes ilegales a EE UU), retratos culturales nacionales como el que Boris Mitin realiza de Serbia en Goodbye, How are you?, reportajes de suicida investigación como Fixer de Ian Olds sobre Afganistán, o pequeñas obras desgarradoramente poéticas como La Chirola, del boliviano Diego Mondaca. Fuera de competición destacó el ciclo La risa oblicua, sobre documental y humor, al servir de amable contrapunto irónico (La isla de las flores o The atomic cafe) e incluso desternillante (VHSKahloucha) a la solemnidad natural del documentalismo.

En otro registro, también destacó, por su compromiso cívico y humanístico, la última propuesta de Javier Corcuera y Fermín Muguruza, Checkpoint rock, con la que recorremos, de la mano de músicos palestinos, los territorios ocupados de Cisjordania y Gaza.

Encuentros con directores

Junto a los ciclos dedicados a Chris Marker o Manoel de Oliveira, destacaron en el Documenta09 las clases magistrales impartidas por Frederick Wiseman y Andres Veiel.

El primero, quizás el más importante autor de cine documental norteamericano, continúa, desde los años ‘60, con su intención de construir un gran fresco de identidad yankee a través del realismo. “Más que cine verité, el mío es un cine justo con la gente”, declaró.

Mientras, Andres Veiel, alemán, rastreador de gran calado e investigador laborioso –“cuanto más descubro, menos me parece saber”–, recalcó ante el público la necesidad de emplear una mirada subjetiva y comprometida.

Os proponemos un recorrido por los festivales IndieLisboa y DocumentaMadrid, donde el documental, sin necesidad de grandes presupuestos y con una dosis envidiable de originalidad y claridad de ideas, se ha revelado como un seguro de calidad y compromiso ético. En Lisboa, a su vez, destacó la presencia de Jacques Nolot, director, guionista y actor fetiche de André Téchiné; quien conversó con DIAGONAL. “Desde mi primer guión me he basado en mis propias experiencias. La muerte de mi hijo, el VIH, la homosexualidad, las relaciones tormentosas; todas las pequeñas catástrofes que circulan en mis guiones le pertenecen a mi familia. Trato de ponerme en lugar de los personajes y escribir desde ellos, en un ejercicio de esquizofrenia”.

Un cine desequilibrado

Curiosamente, cuatro de los principales premios del Indie- Lisboa (entre ellos los dos del público) recayeron en propuestas documentales. Justo en la edición en la que se ha homenajeado a uno de los más arriesgados documentalistas contemporáneos, Werner Herzog, la ficción programada no ha tenido más remedio que sucumbir ante el documental.

Pese al bajo nivel en competición, retrospectivas y exposiciones, ciclos de metacine, de audiovisual emergente, de cine y música, observatorios internacionales, coloquios diarios o paseos en velero por el Tajo, hacen del IndieLisboa un festival imprescindible que ya alcanza la sexta edición. Más imprescindible aún en cuanto se celebra en la capital de un país cuya producción cinematográfica apenas alcanza las 20 películas anuales y cuya cuota de mercado no llega al 3%, la más baja de Europa.

“Existe un fondo público que prefiere financiar una película comercial de alto presupuesto que diez de bajo”, subraya Ivo Ferreira, director portugués. “Para mi última película he acabado en Suecia participando en ruedas de guionistas, teniendo siete minutos para convencer a los productores”. Mientras, Oliveira estrena su película 49 y el nuevo cine portugués, capitaneado por Pedro Costa, asombra en Cannes. Desequilibrios.