Isabel Coixet: "Me da igual ganar o perder en Cannes"

Tras su paso por la Berlinale con Elegy, Isabel Coixet asciende a la primerísima división con Map of the Sounds of Tokyo, película que ha rodado en Japón con Sergi López y que compe- tirá en la Sección Oficial. La directora repasa para El Cultural las constantes de su filmografía y reclama para los cineastas una “formación humanística” más allá del propio cine


JUAN SARDÁ
El Mundo




Tiene aspecto como de personaje de Mafalda y combina una timidez que no teme exteriorizar con una elocuencia a prueba de bombas. Isabel Coixet (Barcelona, 1960) forma parte de la Sección Oficial de Cannes de este año y con esta distinción pasa a engrosar, de forma definitiva, de la vanguardia de directores más importantes del mundo. Mapa de los sonidos de Tokio es el título castellano de un filme con el que la directora vuelve a salir de España para contar una historia de seres solitarios y hambrientos de amor aunque, en esta ocasión, según confesión propia, el sexo juegue un papel primordial. La cineasta recibe a El Cultural mientras está terminando de sonorizar la película, y aunque parece feliz por su ascenso al Olimpo de la Costa Azul, parece sincera cuando dice que está tranquila: “Yo no hago películas para ganar concursos ni para competir con nadie. De mi trabajo me gusta escribir, rodar, trabajar con los actores... me da igual ganar o perder. Hace poco estuve en los Oscar y no sentí ninguna emoción especial. Me pasé toda la fiesta de Vanity Fair (la más glamourosa) en una esquina charlando con una amiga”.

Mapa de los sonidos de Tokio, una película que nadie ha visto salvo los seleccionadores de Cannes, a quienes, según Coixet, les ha encantado, cuenta la historia de David, un empresario español afincado en la capital japonesa interpretado por Sergi López y Ryu, una pescadera pluriempleada como asesina a sueldo a la que da vida Rinko Kikuchi, conocida por su trabajo en Babel. Ambos vivirán una improbable historia de amor y atracción en el marco de un Tokio que Coixet se ha esforzado que no sea de postal: “Puede parecer una situación muy extraña lo de un español viviendo en Japón pero es frecuente. Se dan muchos casos de nacionales casados con orientales y, no sé muy bien por qué, hay pocos casos al revés. Lo que también te encuentras es que esos españoles, aunque lleven en el país 15 años, siguen siendo incapaces de hablar en japonés”. De nuevo, un tema frecuente en el cine de la directora, la incomunicación. Los suyos, como ella misma explica, son personajes “solitarios”. Solitarios y también cosmopolitas.

El sueño americano.

Coixet, una de nuestras artistas más inteligentes y con mayor proyección internacional, ha escogido de forma casi inequívoca el extranjero como escenario de sus películas. Cosas que nunca te dije (1996) y Mi vida sin mí; (2003) transcurren en Estados Unidos; La vida secreta de las palabras (2006), por la que ganó el Goya, en una plataforma petrolífera en medio del Atlántico y también participó en un segmento de la película Paris Je T'aime. “Emilio Salgari nunca escribió una novela ambientada en Italia. Yo soy de aquí y pago mis impuestos aquí”, se apresura a explicar. “Rodar en el extranjero-añade- me procura una distancia sobre lo que quiero contar. No tiene nada que ver con la frialdad”.

En su aventura japonesa, dos seres a la deriva se encuentran y desarrollan una volcánica pasión amorosa: “Los personajes descubrirán nuevas formas de relacionarse con su cuerpo a través del sexo. Es un tema que me fascina de la naturaleza humana y que los artistas explotan cada vez menos. Quizá han perdido el interés porque es muy accesible y está banalizado”.

Ella será una mujer fatal, inspirada en actrices como Veronica Lake o Gloria Graham. Referentes cinematográficos para una directora que asegura inspirarse “mucho más” en la literatura que en el cine: “Cuando doy clase en escuelas de cine siempre les digo lo mismo a mis alumnos y es que es fundamental para un artista tener una formación humanística. Las Cartas a un joven poeta de Rilke ya dicen lo más importante que tiene que saber un director. Mi maestro, John Berger, dice que los artistas no somos unos demiurgos ni personas especiales. Aprender humildad es básico. Yo no sabía eso cuando hice mi primera película (Demasiado joven para morir viejo) y por eso me salió mal”, explica la directora. La enfermedad es una presencia habitual en el cine de Isabel Coixet. Después de carraspear, afirma que en Mapa de los sonidos de Tokio no hay ningún moribundo pero sí “dolor”. “Me encantaría hacer películas corales pero soy incapaz. Mis personajes siempre están solos, algo que concuerda con mi personalidad, yo también soy antisocial. La enfermedad es una buena forma de hablar del dolor. Aunque siempre suelo decir que eso pasa porque yo estoy enferma”, afirma con ese tono naïf que a veces parece más una actitud inequívocamente cool que le da un aire abstracto.

Claro que aunque Isabel Coixet a veces da la impresión de vivir en una nube, también es capaz de bajar a la tierra: “No suelo meterme en la parte de la industria del cine español pero me duelen algunas cosas que se dicen por ahí a mi juicio excesivamente negativas. De todos modos, creo que, en general, vivimos en un momento que no es especialmente propicio para el cine. Yo, como directora, soy consciente de que hoy las películas ya no son tan importantes como lo fueron”. Porque Isabel, eso dice ella, sólo es “una cineasta con una inmensa curiosidad por las cosas y ganas de rodar”.