GUILLAUME FOURMONT
Público
Durante años y cada noche, en un canal privado de la televisión, los Deschiens consiguieron hacer reír a toda Francia con la historia de unos fabricantes de quesos. Nada extraño, aunque ese grupo de cómicos reflejaron con irrisión la realidad más popular de Francia. Había que ver a aquella mujer inocente, fea, vestida como hace un siglo. Era Yolande Moreau. Así que cuando la actriz vuelve a encarnar a una criada en Séraphine, que se estrena hoy, el tono es el mismo: tragicómico. A pocos pasos de la locura.
Casi nadie sabía quién era Séraphine Louis antes de que el cineasta Martin Provost decidiera llevar su historia al cine. "Cuando el director vino a casa para hablarme de ella sabía que era un regalo, un papel magnífico para una actriz", comenta Moreau (Bruselas, 1953). Séraphine Louis era una pintora de Arte Naïf del principio del siglo XX, ignorada por sus contemporáneos, huérfana y obligada a trabajar de criada para vivir. Murió de hambre en un manicomio en 1942.
"Fue una revolucionaria", insiste Moreau, "porque decidió pintar a los 40 años. Era impensable en la sociedad de aquella época pero se empeñó. Tenía una determinación formidable". La película se centra en la relación de Séraphine con un crítico y coleccionador de arte alemán, Wilhem Uhde. Cuando este descubre uno de sus cuadros, se queda fascinado y decide ayudarla.
Más que el retrato de una artista, Séraphine también es un homenaje a la pintura. No es una película en blanco y negro, aunque casi parece pintada con pasteles. Los colores primarios desaparecen y poco a poco se descubre la obra de Séraphine. Las flores y los árboles de sus cuadros expresan el dolor de una mujer que se refugió en la pintura y la fe para olvidar su condición social. Yolande Moreau, quien confiesa que no le gustaron "nada" las obras de Séraphine la primera vez que las vio, ofrece una interpretación perfecta. Su cara de mujer iluminada, como si estuviera viendo a Dios, recuerda a la fabricante de quesos de los Deschiens.
Una mujer del pueblo
"Cuando me proponen un papel, suelo preguntarme: ¿No estaba libre Catherine Deneuve?", bromea Moreau, consciente de que tiene "credibilidad para ser una mujer del pueblo". El personaje de Séraphine la conmovió, aunque no renuncia a "hacer reír a la gente con momentos dramáticos". "Me encanta", dice.
La actriz vive en Normandía, cerca de donde vivíaSéraphine. Cuando estalló la Primera Guerra Mundial, Uhde regresó a Alemania y la película refleja cómo la artista, entregada a la pintura y a Dios, va cayendo en la locura. Sin embargo, Moreau ve a Séraphine como "una persona herida, cuya vida nos habla del espíritu". Rechaza el término de locura y prefiere hablar de "gente al margen". De eso trata la película: "Personajes como Séraphine están cerca de nuestro yo profundo, el yo que adaptamos, que ocultamos, porque todos tenemos miedos".
Casi nadie sabía quién era Séraphine Louis antes de que el cineasta Martin Provost decidiera llevar su historia al cine. "Cuando el director vino a casa para hablarme de ella sabía que era un regalo, un papel magnífico para una actriz", comenta Moreau (Bruselas, 1953). Séraphine Louis era una pintora de Arte Naïf del principio del siglo XX, ignorada por sus contemporáneos, huérfana y obligada a trabajar de criada para vivir. Murió de hambre en un manicomio en 1942.
"Fue una revolucionaria", insiste Moreau, "porque decidió pintar a los 40 años. Era impensable en la sociedad de aquella época pero se empeñó. Tenía una determinación formidable". La película se centra en la relación de Séraphine con un crítico y coleccionador de arte alemán, Wilhem Uhde. Cuando este descubre uno de sus cuadros, se queda fascinado y decide ayudarla.
Más que el retrato de una artista, Séraphine también es un homenaje a la pintura. No es una película en blanco y negro, aunque casi parece pintada con pasteles. Los colores primarios desaparecen y poco a poco se descubre la obra de Séraphine. Las flores y los árboles de sus cuadros expresan el dolor de una mujer que se refugió en la pintura y la fe para olvidar su condición social. Yolande Moreau, quien confiesa que no le gustaron "nada" las obras de Séraphine la primera vez que las vio, ofrece una interpretación perfecta. Su cara de mujer iluminada, como si estuviera viendo a Dios, recuerda a la fabricante de quesos de los Deschiens.
Una mujer del pueblo
"Cuando me proponen un papel, suelo preguntarme: ¿No estaba libre Catherine Deneuve?", bromea Moreau, consciente de que tiene "credibilidad para ser una mujer del pueblo". El personaje de Séraphine la conmovió, aunque no renuncia a "hacer reír a la gente con momentos dramáticos". "Me encanta", dice.
La actriz vive en Normandía, cerca de donde vivíaSéraphine. Cuando estalló la Primera Guerra Mundial, Uhde regresó a Alemania y la película refleja cómo la artista, entregada a la pintura y a Dios, va cayendo en la locura. Sin embargo, Moreau ve a Séraphine como "una persona herida, cuya vida nos habla del espíritu". Rechaza el término de locura y prefiere hablar de "gente al margen". De eso trata la película: "Personajes como Séraphine están cerca de nuestro yo profundo, el yo que adaptamos, que ocultamos, porque todos tenemos miedos".