Dos íconos de los años 60 y sus distintos modos de envejecer

"Woodstock" resulta cómoda y nostálgica. La radical "Zabriskie" hoy es ambigua


DAVE KEHR (Traducción de JOAQUÍN IBARBURU)
Revista Ñ




Woodstock y Zabriskie Point, ambas producto del boom juvenil de Hollywood de fines de los años 60, comienzan en el mismo momento cultural y toman direcciones por completo diferentes: Woodstock va hacia una mitificación del pasado reciente, mientras que Zabriskie lo hace hacia el temor al futuro próximo. Casi cuarenta años después, constituyen un dúo resonante: películas que parecen interpelarse mutuamente.

Zabriskie Point, una película de 1970 de Michelangelo Antonioni, se caracteriza por la aridez. El director italiano, que trabaja por primera vez en los Estados Unidos, no sólo observa con una total ausencia de pasión el panorama estadounidense, sino que también sitúa su película entre el desierto urbanizado de Los Angeles y el páramo del Valle de la Muerte.

El título de la película hace referencia a un sector del Parque Nacional Valle de la Muerte caracterizado por una sinuosa erosión y en el que los protagonistas del film –un militante estudiantil fugitivo (Mark Frechette) y una oficinista (Daria Halprin) que se dirige al complejo que su jefe (Rod Taylor) tiene en el desierto– intercambian observaciones filosóficas y políticas y terminan por hacer el amor.

En una secuencia memorable, Daria imagina que ella y Mark son sólo una pareja intercalada entre muchos pequeños grupos de figuras contenidas en un amplio sector del paisaje lunar desierto. Si bien algunas de las figuras están desnudas y son afectuosas, otros están vestidos y parecen hallarse enzarzados en algún tipo de lucha. Esas pequeñas escaramuzas están separadas por amplias franjas de arena blanca: una imagen de desolación, desesperación y resignación.

Zabriskie Point se estrenó el 9 de febrero de 1970 y fue un gran fracaso de taquilla y de crítica, con lo que contribuyó a poner fin al flirteo de Hollywood con la contracultura, que había comenzado menos de un año antes con el éxito inesperado de Easy Rider ("Busco mi destino"). Al culto a la juventud, sin embargo, todavía le quedaba un último éxito, el documental Woodstock, de Michael Wadleigh, que se estrenó el 27 de marzo, se convirtió en uno de los mayores éxitos de los años 70, sacó a la Warner Brothers de una crisis financiera y ganó un Oscar.

Si Zabriskie Point se caracteriza por la aridez, Woodstock es todo humedad. Rezumando nostalgia por un acontecimiento que había tenido lugar apenas ocho meses antes, Woodstock celebra la comunidad y la unión. Sus tomas aéreas acarician una multitud de quinientas mil personas como si todos los asistentes al festival estuvieran dedicados a estrecharse en un gigantesco abrazo grupal.

Woodstock no le va a la zaga a Zabriskie Point en lo relativo a paisaje. Transcurre entre las ondulantes colinas del Condado de Sullivan, en el estado de Nueva York, que se van convirtiendo gradualmente en un barrial luego de una tormenta. Los cuerpos también llenan este paisaje, si bien aquí están mucho más unidos que en la película de Antonioni.

Warner Home Video lanzó Zabriskie Point en DVD por primera vez en los Estados Unidos, y la película ya hacía mucho que no se veía en su formato cinematográfico. Woodstock, por su parte, parece no haberse eclipsado jamás, ya que constantemente reaparece en diversas formas restauradas. Anticipándose al 40° aniversario de la película (y del festival), Warner lanzó la versión Director's Cut de 1994, llamada Woodstock: Tres días de paz y música, tanto en DVD como en Blu-ray. Dura 3 horas y 44 minutos, unos 40 minutos más que la original. Un disco adicional del nuevo Woodstock incorpora otras dos horas de material.

Al final de Zabriskie Point, Daria tiene una visión: las explosiones sucesivas en voluptuosa cámara lenta de la lujosa casa de su empleador en el desierto. Entre la gran cantidad de restos de elementos de consumo que presenta Antonioni, un ejemplar de "Woodstock Ultimate Collector's Edition" no parecería fuera de lugar.

Sin duda, la mercantilización de la contracultura se convirtió en un fenómeno tan familiar que ya no se lo califica de paradoja. Sin embargo, si bien Woodstock envejeció a la manera de algo tan cómodo y nostálgico como un viejo par de pantalones acampanados, Zabriskie Point parece haberse vuelto más extraña con los años. Lo que alguna vez pareció una ficción didáctica brutal de la izquierda europea (idealistas jóvenes y bellos arrasados por el Hombre), ahora resulta políticamente ambiguo y artísticamente esquivo.