La Fundación Guggenheim cumple este año medio siglo de vida y lo hace presentando, como parte inaugural de la conmemoración, obras escogidas de sus colecciones más relevantes. «De lo privado a lo público» expone parte de las colecciones que atesoraron Salomon y Peggy Guggenheim, Karl Nierendorf, Justin K. Thannhauser, Katherine S. Dreier y Hilla Rebay, así como la Fundación Bohen. A través de ellas se puede vislumbrar la evolución del arte del siglo XX
ANARTZ BILBAO
Gara
El Museo Guggenheim de Bilbo presenta con la exposición «De lo privado a lo público: Las Colecciones Guggenheim» las obras que dieron origen a lo que hoy es uno de los centros de arte moderno más importantes del mundo, el Guggenheim de Nueva York. A través de medio de un centenar de obras, se explora la naturaleza y evolución de la colección permanente de la Fundación Guggenheim, a través de siete grandes colecciones privadas, y permite realizar, además de conocer la historia de la Fundación, «una interesante lectura de los orígenes del arte moderno y de su evolución, con sus tendencias y escuelas, a través del siglo XIX y XX, además de su transición hacia el siglo actual, el XXI», según Juan Ignacio Vidarte, director general de la pinacoteca bilbaina.
El grueso corresponde a la colección vanguardista de Salomon R. Guggenheim (1861-1949), un estadounidense judío de origen suizo, y la de su sobrina Peggy Guggenheim (1898-1979), quien, además de mecenas del arte -aporta pintura y escultura abstracta y surrealista- fue la tercera esposa de Max Ernst, presente en la exposición con varias obras. A ellas hay que añadirle también las obras de la colección de la baronesa de origen prusiano Hilla Rebay (1890-1967), quien inculcó en Salomon la pasión por el arte no objetivo y participa además en la exposición también como artista; al igual que Katherine S. Dreier (1877-1952), coleccionista y artista que, como Rebay, fue muy influyente en la promoción del arte moderno en los EEUU.
A los anteriormente citados se le suma la colección del galerista alemán Karl Nierendorf (1889-1947), quien aporta el expresionismo alemán y el arte expresionista abstracto primitivo; y el impresionismo y el post-impresionismo que añade el también alemán Justin K. Thannhauser (1892-1976). Aparte de los movimientos artísticos más representativos del siglo XIX y de la primera mitad del siglo XX, la exposición se completa con una treintena de obras realizadas a partir de la década de los 90, provenientes de la Fundación Bohen (227 piezas de 27 artistas internacionales), quienes impulsan «el arte de mañana» con obras de, entre otros, la brasileña Jac Leirner, presente ayer en la apertura de la muestra.
Obras capitales
La representante de la Fundación Guggenheim, Nancy Spector, quiso recordar el origen de esta institución al mentar las «700 obras de arte no objetivo que Salomon R. Guggenheim acumuló en su colección, con más de 150 obras de Vasily Kandinsky, a quien compraba directamente», tras conocerlo a través de Hilla Rebay. Las obras, la mayoría pinturas, «no son más que una muestra» de las colecciones de la Fundación. «Se han elegido las más destacadas, las que iban mejor unas con otras y con las salas en las que han sido colgadas», declaró Spector.
En cuanto a lo más importante, el arte expuesto, una visita al museo ofrece al espectador la posibilidad de contemplar trabajos capitales de artistas fundamentales como Vincent Van Gogh, Paul Cézanne, Pablo Picasso, Vasily Kandinsky, Marc Chagall, Jackson Pollock y muchos más. Megan Fontanella, comisaria de la exposición junto a Tracey Bashkoff, se encargó de las explicaciones en la presentación de ayer. Las obras han sido colgadas en las salas «cronológicamente dentro de la corriente artística correspondiente, y no por coleccionista», explicó Fontanella. De esa manera, «es interesante observar el solapamiento que surge entre colecciones muy heterogéneas». Por ejemplo, «todas tienen a Paul Klee».
Fontanella destacó también el papel de tres mujeres visionarias de importancia capital para la presente muestra: las coleccionistas Peggy Guggenheim, Katherine S. Dreier y Hilla Rebay. Las dos últimas, además de coleccionistas, fueron también artistas y se cuelga una obra de cada una de ellas. Por otro lado, Katherine S. Dreier no aporta más que 26 obras, pero está incluida porque su legado, pequeño e importante, «mejoraba la colección».
«De lo privado a lo público» presenta el mayor número posible de artistas y, con sus obras, se procura además mostrar los aspectos históricos de las mismas. Fontanella señaló, por ejemplo, a «Montée gracieuse» (1934), de Vasily Kandinsky, como «la joya de la exposición». Como curiosidad, narró también cómo Salomon R. Guggenheim «tenía colgada `Violiniste' (1923-24) en `su casa', el Hotel Plaza, al ser Marc Chagall uno de sus artistas preferidos».
La mayoría de las obras expuestas son pictóricas, excepto las de la Fundación Bohen, con instalaciones y fotografía (la galería 304, dedicada íntegramente a Jac Leirner). Como escultura, «la joya» de Alexander Calder (1898-1976), pionero del arte cinético, con piezas que se mueven con el viento, «impredecibles pero equilibradas».
El grueso corresponde a la colección vanguardista de Salomon R. Guggenheim (1861-1949), un estadounidense judío de origen suizo, y la de su sobrina Peggy Guggenheim (1898-1979), quien, además de mecenas del arte -aporta pintura y escultura abstracta y surrealista- fue la tercera esposa de Max Ernst, presente en la exposición con varias obras. A ellas hay que añadirle también las obras de la colección de la baronesa de origen prusiano Hilla Rebay (1890-1967), quien inculcó en Salomon la pasión por el arte no objetivo y participa además en la exposición también como artista; al igual que Katherine S. Dreier (1877-1952), coleccionista y artista que, como Rebay, fue muy influyente en la promoción del arte moderno en los EEUU.
A los anteriormente citados se le suma la colección del galerista alemán Karl Nierendorf (1889-1947), quien aporta el expresionismo alemán y el arte expresionista abstracto primitivo; y el impresionismo y el post-impresionismo que añade el también alemán Justin K. Thannhauser (1892-1976). Aparte de los movimientos artísticos más representativos del siglo XIX y de la primera mitad del siglo XX, la exposición se completa con una treintena de obras realizadas a partir de la década de los 90, provenientes de la Fundación Bohen (227 piezas de 27 artistas internacionales), quienes impulsan «el arte de mañana» con obras de, entre otros, la brasileña Jac Leirner, presente ayer en la apertura de la muestra.
Obras capitales
La representante de la Fundación Guggenheim, Nancy Spector, quiso recordar el origen de esta institución al mentar las «700 obras de arte no objetivo que Salomon R. Guggenheim acumuló en su colección, con más de 150 obras de Vasily Kandinsky, a quien compraba directamente», tras conocerlo a través de Hilla Rebay. Las obras, la mayoría pinturas, «no son más que una muestra» de las colecciones de la Fundación. «Se han elegido las más destacadas, las que iban mejor unas con otras y con las salas en las que han sido colgadas», declaró Spector.
En cuanto a lo más importante, el arte expuesto, una visita al museo ofrece al espectador la posibilidad de contemplar trabajos capitales de artistas fundamentales como Vincent Van Gogh, Paul Cézanne, Pablo Picasso, Vasily Kandinsky, Marc Chagall, Jackson Pollock y muchos más. Megan Fontanella, comisaria de la exposición junto a Tracey Bashkoff, se encargó de las explicaciones en la presentación de ayer. Las obras han sido colgadas en las salas «cronológicamente dentro de la corriente artística correspondiente, y no por coleccionista», explicó Fontanella. De esa manera, «es interesante observar el solapamiento que surge entre colecciones muy heterogéneas». Por ejemplo, «todas tienen a Paul Klee».
Fontanella destacó también el papel de tres mujeres visionarias de importancia capital para la presente muestra: las coleccionistas Peggy Guggenheim, Katherine S. Dreier y Hilla Rebay. Las dos últimas, además de coleccionistas, fueron también artistas y se cuelga una obra de cada una de ellas. Por otro lado, Katherine S. Dreier no aporta más que 26 obras, pero está incluida porque su legado, pequeño e importante, «mejoraba la colección».
«De lo privado a lo público» presenta el mayor número posible de artistas y, con sus obras, se procura además mostrar los aspectos históricos de las mismas. Fontanella señaló, por ejemplo, a «Montée gracieuse» (1934), de Vasily Kandinsky, como «la joya de la exposición». Como curiosidad, narró también cómo Salomon R. Guggenheim «tenía colgada `Violiniste' (1923-24) en `su casa', el Hotel Plaza, al ser Marc Chagall uno de sus artistas preferidos».
La mayoría de las obras expuestas son pictóricas, excepto las de la Fundación Bohen, con instalaciones y fotografía (la galería 304, dedicada íntegramente a Jac Leirner). Como escultura, «la joya» de Alexander Calder (1898-1976), pionero del arte cinético, con piezas que se mueven con el viento, «impredecibles pero equilibradas».