Su vida estuvo llena de pasajes oscuros y legendarios. 'Strange Fruit' fue considerada la mejor canción del siglo XX por 'Time'. Falleció por cirrosis hepática a los 44 años y con 70 centavos en el banco. El blues fue un fiel aliado para gritar su tragedia a los cuatro vientos
SOFÍA SANCHO CASTÁN
El Mundo
17 de julio de 1959. Billie Holiday fallece por cirrosis hepática en un hospital de Nueva York a los 44 años. En ese momento, la cantante estaba bajo custodia policial por posesión de narcóticos, un crimen en la América republicana de Eisenhower. Tenía 70 centavos de dólar en el banco. Arruinada, enferma y sola, así abandonó Eleanora Fagan Gough (como se llamaba) sus días de desenfreno en la meca del jazz. La sombra de su voz, de su buen sentido del ritmo, de su emoción inigualable todavía permanecen en la memoria universal de varias generaciones. Hoy la recordamos como a ella le gustaba verse: con dos gardenias blancas en su recogido.
50 años después, 'Lady Day', tal y como la apodó su gran (y al parecer, único) amigo Lester Young, sigue presente en el universo del jazz con su sensibilidad descarnada como si 'Strange Fruit' (considerada en 1999 la mejor canción del siglo XX por la revista 'Time') nunca hubiera dejado de sonar en las gramolas de todo el mundo.
A pesar de que su vida estuvo repleta de pasajes oscuros y legendarios, incentivados en parte por ella misma en la autobiografía 'Lady sings the blues' (1956), es cierto que a Billie la vida no se lo puso fácil. Su madre tenía 13 años cuando ella nació; su padre, Clarence Holiday, un guitarrista que tocó en la orquesta de Fletcher Henderson, 15. Se podría decir que Clarence asumió la paternidad como un niño que admite una travesura, aun así dejó a Eleanora la herencia de su nombre artístico 'Billie' (la llamaba Bill porque parecía un niño) y su apellido.
Una infancia plagada de desgracias
La pequeña Holiday creció en el Baltimore de entreguerras, donde su madre adolescente trabajaba como sirvienta doméstica o como prostituta, según el día, motivo por el que Billie pasaba sola mucho tiempo o con familiares que no siempre fueron un buen ejemplo para ella.
Lo único que consiguió sacarla de esa maltrecha vida fue un episodio que siempre quiso olvidar: su vecino Wilbert Roch la forzó a mantener relaciones sexuales. Con 11 años fue enviada a un colegio católico en el que permaneció internada.
Un par de años después, Billie prefirió las oscuras y frías estancias del prostíbulo de Harlem en el que trabajaba su madre. Lo único que necesitaba (y siempre necesitó) la joven Holiday era algo de afecto, algo a lo que aferrarse para dar sentido a sus días. Y libertad.
El destino quiso que conociera en aquella época la música de Louis Armstrong y Bessie Smith en una antigua vitrola. Mientras hacía las camas y limpiaba los baños, Billie canturreaba ese primer 'Potato Head Bluesesos' del trompetista afroamericano. Es fácil visualizarla con carmín rojo y las flores en su pelo, con aquella elegancia que la caracterizaba, aunque lo cierto es que su imagen poco se parecía a la dama que conquistó años más tarde el corazón de tantos hombres.
Ascenso desde el Pod's and Jerry's
Cantaba y se prostituía por algunas monedas en los bares de Harlem hasta su llegada al Pod's and Jerry's, el local que la propia Billie consideró el punto de inicio de su carrera. Consiguió una asignación semanal de 18 dólares que estiraba como podía contoneándose entre las mesas y recogiendo billetes con una sonrisa forzada. En ese momento sólo tenía 16 años, fumaba marihuana y bebía como si se fuera a acabar el mundo. El blues fue su fiel aliado para gritar su tragedia a los cuatro vientos. Si alguien la escuchaba...
No fue su perfecta dicción, ni su buen fraseo, ni su sentido del ritmo, ni, por supuesto, su voz ilimitada (muchos hablaban de que tenía una tesitura muy pobre) lo que precisamente llamaba la atención de los hombres que se reunían a beber cerveza, chocando sus vasos cuando la provocaban. Pero sí la de John Hammond, un productor que le dio el puntapié que necesitaba para comenzar a grabar temas, recorrer escenarios y hacer giras que se prolongaron durante dos décadas. Su primer disco no pasó desapercibido, el sonido de 'Your Mother's Son-in-Law' que influiría en cantantes como Janis Joplin o Nina Simone.
En 1935 hizo su presentación en el gran teatro Apollo (meca de la música afroamericana) y apareció interpretando un tema en el cortometraje musical 'Symphony in black' junto a Duke Ellington. Una joven e ilusionada Billie recorría los teatros de la ciudad actuando con diferentes bandas. Precisamente junto a una de ellas, conoció al saxo tenor Lester Young, aquel que sería casi un hermano para la caótica cantante.
En la meca del jazz
La década que siguió a su debut fue prolífica, Billie grabó cerca de 200 canciones. Entre ellas auténticas piezas magistrales del jazz como 'God bless the child','I love you porgy' o 'Fine and Mellow', tema que interpretó en el programa de la CBS The sound of the Jazz junto a su amigo Lester Young dos años antes de su muerte. Pero también fue el momento en el que comenzó a probar algunos psicotrópicos intravenosos que le proporcionaban sus diversos amantes, muchos de ellos miembros de la mafia que se acercaban a ella para exprimir su cuenta corriente.
Se casó en 1941 con el trompetista Jimmy Monroe, aunque varios amantes seguían merodeando su alcoba. Los clubes de la calle 52 y de Manhattan se la rifaban y su fama alcanzó el viejo continente y atravesó fronteras. Consiguió cantar con Armstrong y llenó locales por toda América. "Yo he vivido canciones como esa", se repetía Billie incluso cuando cantaba los temas más triviales. Fue ese sentimiento inmediato que fluía de sus interpretaciones, ese compromiso emocional lo que la llevó al estrellato. Y también, como un alma de doble filo, fue esa sensibilidad lo que la condujo, con pasos cada vez más certeros, hacia su propia tumba.
El ocaso de 'Lady in Satin'
En el 57 volvió a contraer matrimonio, esta vez con Louis McKay, quien impulsó su carrera y la alejó por un tiempo de las drogas. Aunque Louis no fue ningún héroe (así se le retrató en el biopic en 1972 'El ocaso de una estrella', aquel que le valió un Oscar a Diana Ross), ya que veía a Billie cual caja registradora. Un año más tarde, consumiendo a hurtadillas, Holiday publicó 'Lady in Satin', su último disco para el que su voz ya estaba desgarrada a pesar de sus esfuerzos. El sentimiento seguía intacto pero su vida se apagaba. Murió un 17 de julio en una cama de hospital junto a su perro.
Muchas han sido las voces femeninas que han llenado el universo del jazz. Ella Fitzgerald, por ejemplo, sobre la que se rumoreaba tenía una gran competencia con Billie. Muy larga ha sido la estela de Holiday que ha llegado hasta nuestros días con cantantes como Norah Jones o Corinne Bailey Rae, pero muy pocas han sido capaces de inspirar tanta emoción como 'Lady day', la reina del jazz.
50 años después, 'Lady Day', tal y como la apodó su gran (y al parecer, único) amigo Lester Young, sigue presente en el universo del jazz con su sensibilidad descarnada como si 'Strange Fruit' (considerada en 1999 la mejor canción del siglo XX por la revista 'Time') nunca hubiera dejado de sonar en las gramolas de todo el mundo.
A pesar de que su vida estuvo repleta de pasajes oscuros y legendarios, incentivados en parte por ella misma en la autobiografía 'Lady sings the blues' (1956), es cierto que a Billie la vida no se lo puso fácil. Su madre tenía 13 años cuando ella nació; su padre, Clarence Holiday, un guitarrista que tocó en la orquesta de Fletcher Henderson, 15. Se podría decir que Clarence asumió la paternidad como un niño que admite una travesura, aun así dejó a Eleanora la herencia de su nombre artístico 'Billie' (la llamaba Bill porque parecía un niño) y su apellido.
Una infancia plagada de desgracias
La pequeña Holiday creció en el Baltimore de entreguerras, donde su madre adolescente trabajaba como sirvienta doméstica o como prostituta, según el día, motivo por el que Billie pasaba sola mucho tiempo o con familiares que no siempre fueron un buen ejemplo para ella.
Lo único que consiguió sacarla de esa maltrecha vida fue un episodio que siempre quiso olvidar: su vecino Wilbert Roch la forzó a mantener relaciones sexuales. Con 11 años fue enviada a un colegio católico en el que permaneció internada.
Un par de años después, Billie prefirió las oscuras y frías estancias del prostíbulo de Harlem en el que trabajaba su madre. Lo único que necesitaba (y siempre necesitó) la joven Holiday era algo de afecto, algo a lo que aferrarse para dar sentido a sus días. Y libertad.
El destino quiso que conociera en aquella época la música de Louis Armstrong y Bessie Smith en una antigua vitrola. Mientras hacía las camas y limpiaba los baños, Billie canturreaba ese primer 'Potato Head Bluesesos' del trompetista afroamericano. Es fácil visualizarla con carmín rojo y las flores en su pelo, con aquella elegancia que la caracterizaba, aunque lo cierto es que su imagen poco se parecía a la dama que conquistó años más tarde el corazón de tantos hombres.
Ascenso desde el Pod's and Jerry's
Cantaba y se prostituía por algunas monedas en los bares de Harlem hasta su llegada al Pod's and Jerry's, el local que la propia Billie consideró el punto de inicio de su carrera. Consiguió una asignación semanal de 18 dólares que estiraba como podía contoneándose entre las mesas y recogiendo billetes con una sonrisa forzada. En ese momento sólo tenía 16 años, fumaba marihuana y bebía como si se fuera a acabar el mundo. El blues fue su fiel aliado para gritar su tragedia a los cuatro vientos. Si alguien la escuchaba...
No fue su perfecta dicción, ni su buen fraseo, ni su sentido del ritmo, ni, por supuesto, su voz ilimitada (muchos hablaban de que tenía una tesitura muy pobre) lo que precisamente llamaba la atención de los hombres que se reunían a beber cerveza, chocando sus vasos cuando la provocaban. Pero sí la de John Hammond, un productor que le dio el puntapié que necesitaba para comenzar a grabar temas, recorrer escenarios y hacer giras que se prolongaron durante dos décadas. Su primer disco no pasó desapercibido, el sonido de 'Your Mother's Son-in-Law' que influiría en cantantes como Janis Joplin o Nina Simone.
En 1935 hizo su presentación en el gran teatro Apollo (meca de la música afroamericana) y apareció interpretando un tema en el cortometraje musical 'Symphony in black' junto a Duke Ellington. Una joven e ilusionada Billie recorría los teatros de la ciudad actuando con diferentes bandas. Precisamente junto a una de ellas, conoció al saxo tenor Lester Young, aquel que sería casi un hermano para la caótica cantante.
En la meca del jazz
La década que siguió a su debut fue prolífica, Billie grabó cerca de 200 canciones. Entre ellas auténticas piezas magistrales del jazz como 'God bless the child','I love you porgy' o 'Fine and Mellow', tema que interpretó en el programa de la CBS The sound of the Jazz junto a su amigo Lester Young dos años antes de su muerte. Pero también fue el momento en el que comenzó a probar algunos psicotrópicos intravenosos que le proporcionaban sus diversos amantes, muchos de ellos miembros de la mafia que se acercaban a ella para exprimir su cuenta corriente.
Se casó en 1941 con el trompetista Jimmy Monroe, aunque varios amantes seguían merodeando su alcoba. Los clubes de la calle 52 y de Manhattan se la rifaban y su fama alcanzó el viejo continente y atravesó fronteras. Consiguió cantar con Armstrong y llenó locales por toda América. "Yo he vivido canciones como esa", se repetía Billie incluso cuando cantaba los temas más triviales. Fue ese sentimiento inmediato que fluía de sus interpretaciones, ese compromiso emocional lo que la llevó al estrellato. Y también, como un alma de doble filo, fue esa sensibilidad lo que la condujo, con pasos cada vez más certeros, hacia su propia tumba.
El ocaso de 'Lady in Satin'
En el 57 volvió a contraer matrimonio, esta vez con Louis McKay, quien impulsó su carrera y la alejó por un tiempo de las drogas. Aunque Louis no fue ningún héroe (así se le retrató en el biopic en 1972 'El ocaso de una estrella', aquel que le valió un Oscar a Diana Ross), ya que veía a Billie cual caja registradora. Un año más tarde, consumiendo a hurtadillas, Holiday publicó 'Lady in Satin', su último disco para el que su voz ya estaba desgarrada a pesar de sus esfuerzos. El sentimiento seguía intacto pero su vida se apagaba. Murió un 17 de julio en una cama de hospital junto a su perro.
Muchas han sido las voces femeninas que han llenado el universo del jazz. Ella Fitzgerald, por ejemplo, sobre la que se rumoreaba tenía una gran competencia con Billie. Muy larga ha sido la estela de Holiday que ha llegado hasta nuestros días con cantantes como Norah Jones o Corinne Bailey Rae, pero muy pocas han sido capaces de inspirar tanta emoción como 'Lady day', la reina del jazz.