Tras En la ciudad o Ficció, Cesc Gay le da la vuelta a la comedia romántica con la sofisticada adaptación de la obra teatral V.O.S., nueva vuelta de tuerca a su particular visión de las experiencias sentimentales. Hay ecos de Brecht en un filme con poderosos hallazgos visuales. El director admite a El Cultural cierta complejidad técnica aunque sólo quiere "divertir"
JUAN SARDÁ
El Mundo
Para producir el efecto de distanciamiento -escribía Brecht en sus buenos tiempos-, el actor tiene que desechar cualquiera de los medios que ha aprendido para persuadir al público a identificarse con los personajes...". La cita continúa de forma que casi recuerda a una clase de Pilates: "Sus músculos deben permanecer sueltos, dispuestos a dar un giro en la cabeza, por ejemplo. Los músculos del cuello deben estar estirados, de forma que mágicamente el público se vuelva cuando el actor los mira de frente. De esta manera, se disminuye cualquier especulación o reacción que el gesto pudiera tener". Muchos años después, Cesc Gay asistía una representación de la obra teatral de Carol López V.O.S. y tan sólo terminar la función anotaba en su libreta, de manera más prosaica que el sesudo Brecht: "Hay que mirar a los ojos al espectador, como desde un escenario. Hay que mentirle todo el rato... y hay que decírselo".
La idea es romper la frontera entre ficción y realidad y, de paso, la idea de un "discurso" preestablecido por el autor (Brecht diría que eso es manipulación) que ha formado parte intrínseca del pacto tradicional entre el espectador con la obra representada. Una idea que surge en la Alemania en los años 30 y que rescata Cesc Gay en su nueva película, V.O.S., filme que a pesar de su sofisticada estructura, basada en un continuo juego entre lo real y lo rodado (la pregunta que surge es obvia, ¿hay algo real en una película?), discurre con deliciosa fluidez, transmitiendo en cada plano una irresistible sensación de alegría y joie de vivre.
De hecho, el propio Gay es el primero en calificar V.O.S. como una "comedia" y, al margen de piruetas deconstructivistas, afirma que su intención ha sido que el público se divierta y se ría. La película sin duda, no defraudará a los fans del cineasta. Por una parte, regresan sus personajes burgueses y urbanitas, esa especie de sosias de Woody Allen barceloneses con profesiones liberales y angustias correosas. Por la otra, la materia prima siguen siendo las emociones, muy particularmente el enamoramiento y los secretos que ocultamos.
Del Dani (Jordi Vilches) de Krámpack (2000), locamente enamorado sin atreverse a confesarlo de su mejor amigo, pasando por las idas y venidas de los elegantes protagonistas de En la ciudad al romance efímero y apenas expresado entre Eduard Fernández y Montse Germán en Ficció, el universo del director se mueve siempre en el terreno del corazón y del misterio. En la película, además, también están algunos actores habituales de su filmografía: ágata Roca o Vicenta NDongo repiten y se incorporan Paul Berrondo y Andrés Herrera.
-Su película es como una torre de Babel versión española. Se habla en catalán, en castellano y en vasco...
- Reflejo lo que sucede en la calle. En Barcelona la gente habla los dos idiomas con naturalidad. Lo que me da rabia es que, por cuestiones de mercado, tenga que estrenar el filme en el resto de España enteramente hablado al castellano. Es una paradoja para una película que se llama V.O.S. Pero la realidad es que hay poca gente dispuesta a ver películas con subtítulos.
Experimental
-¿Cree que V.O.S. tiene vocación popular?
-Yo he procurado que la gente se ría. La obra teatral original ya era muy divertida. Por otra parte, aunque a la productora no le gusta que se diga de esta manera, es cierto que algo hay de experimental. Hay un juego que dejará desconcertado al espectador aunque no se trataba en absoluto de ser demasiado intelectual. Es una película sobre el cine, sobre un rodaje, pero muy distinta a lo acostumbrado. Y no es realista. Por ejemplo, me encanta esa escena en la que de repente se pone a llover dentro de una casa.
-Esa lluvia extemporánea recuerda a la nieve de la reciente Coeurs, de Alain Resnais. De hecho, las dos películas tienen mucho en común. Por ejemplo, el uso de la elipsis o el predominio del diálogo.
-Debo confesar que no he visto esa película aunque, por supuesto, me suele encantar el cine de Resnais.
-Lo que sí es indiscutible es la influencia de Brecht, con esos actores sobre los que resulta muy difícil adivinar cuándo están interpretando y cuándo están en su vida real.
-Por supuesto, es todo muy brechtiano. Creo que el teatro es actualmente un medio más valiente que el cine, un lugar en el que se experimenta más. Por una parte, al partir de una ilusión pura, ésa según la cual con dos sillas y una mesa tienes una casa, también puede permitirse jugar de forma más contundente con la imaginación. En esta película quería recuperar un cierto sentido teatral de la representación y aplicarlo al cine. Al hacer la adaptación podría haber optado por el modo clásico, o sea, llegar a un realismo que el escenario hace imposible. Pero, precisamente, lo que más me atraía era ese sensación de artificio.
De esta manera, la trama de V.O.S, centrada en dos parejas de amigos que acabarán cruzándose entre ellas como en una novela de Updike, trasciende la simplicidad de su tópico argumental al convertir el escenario teatral original por un plató de rodaje. Allí será difícil saber cuando los actores se interpretan a sí mismos en una película inspirada en sus experiencias reales (película escrita por uno de sus protagonistas) o estamos viviendo, en flash-back, los hechos que inspiraron la historia. Al poner en primer plano el artificio cinematográfico, surgen escenas e imágenes verdaderamente originales tocadas por una enorme gracia: fondos azules no disimulados cuando los protagonistas van en coche, bruscas rupturas de la trama que le dan un sentido nuevo a lo visto o fantásticas soluciones cromáticas para hacer incluso más patente el contraste entre lo real y la pura fantasía: "Sin duda, esta película ha sido la más complicada de mi filmografía visualmente", resume el risueño Gay, quien ha vuelto a contar con el operador Andreu Rebés para la cuidadísima fotografía del filme.
-Insiste en sus personajes "a lo Woody Allen"...
-Sí, hay quien dice que me estoy convirtiendo en el director de la burguesía. Así es la vida.
Soplo de aire fresco
-En esta ocasión, el protagonista es un guionista. Siempre da la impresión de que sus personajes se le parecen.
-No creo que mis películas sean autobiográficas aunque haya elementos de mi vida en ellas. Sí se basan en un entorno que conozco.
-En realidad, V.O.S. no parece española sino francesa.
-Ja, ja. Me imagino qué quiere decir: que no es la típica comedia costumbrista con chascarrillos.
En V.O.S. hay ecos confesos de Dogville y sus calles trazadas con tiza en el suelo o las imágenes del Océano de Y la nave va. Cuenta, además, con la ventaja de que el cuarteto protagonista es el mismo que representó la obra, con éxito, cuando se estrenó en el Teatro Lliure de Barcelona. V.O.S. es un soplo de aire fresco en la comedia española. Lo pedía a gritos.
La idea es romper la frontera entre ficción y realidad y, de paso, la idea de un "discurso" preestablecido por el autor (Brecht diría que eso es manipulación) que ha formado parte intrínseca del pacto tradicional entre el espectador con la obra representada. Una idea que surge en la Alemania en los años 30 y que rescata Cesc Gay en su nueva película, V.O.S., filme que a pesar de su sofisticada estructura, basada en un continuo juego entre lo real y lo rodado (la pregunta que surge es obvia, ¿hay algo real en una película?), discurre con deliciosa fluidez, transmitiendo en cada plano una irresistible sensación de alegría y joie de vivre.
De hecho, el propio Gay es el primero en calificar V.O.S. como una "comedia" y, al margen de piruetas deconstructivistas, afirma que su intención ha sido que el público se divierta y se ría. La película sin duda, no defraudará a los fans del cineasta. Por una parte, regresan sus personajes burgueses y urbanitas, esa especie de sosias de Woody Allen barceloneses con profesiones liberales y angustias correosas. Por la otra, la materia prima siguen siendo las emociones, muy particularmente el enamoramiento y los secretos que ocultamos.
Del Dani (Jordi Vilches) de Krámpack (2000), locamente enamorado sin atreverse a confesarlo de su mejor amigo, pasando por las idas y venidas de los elegantes protagonistas de En la ciudad al romance efímero y apenas expresado entre Eduard Fernández y Montse Germán en Ficció, el universo del director se mueve siempre en el terreno del corazón y del misterio. En la película, además, también están algunos actores habituales de su filmografía: ágata Roca o Vicenta NDongo repiten y se incorporan Paul Berrondo y Andrés Herrera.
-Su película es como una torre de Babel versión española. Se habla en catalán, en castellano y en vasco...
- Reflejo lo que sucede en la calle. En Barcelona la gente habla los dos idiomas con naturalidad. Lo que me da rabia es que, por cuestiones de mercado, tenga que estrenar el filme en el resto de España enteramente hablado al castellano. Es una paradoja para una película que se llama V.O.S. Pero la realidad es que hay poca gente dispuesta a ver películas con subtítulos.
Experimental
-¿Cree que V.O.S. tiene vocación popular?
-Yo he procurado que la gente se ría. La obra teatral original ya era muy divertida. Por otra parte, aunque a la productora no le gusta que se diga de esta manera, es cierto que algo hay de experimental. Hay un juego que dejará desconcertado al espectador aunque no se trataba en absoluto de ser demasiado intelectual. Es una película sobre el cine, sobre un rodaje, pero muy distinta a lo acostumbrado. Y no es realista. Por ejemplo, me encanta esa escena en la que de repente se pone a llover dentro de una casa.
-Esa lluvia extemporánea recuerda a la nieve de la reciente Coeurs, de Alain Resnais. De hecho, las dos películas tienen mucho en común. Por ejemplo, el uso de la elipsis o el predominio del diálogo.
-Debo confesar que no he visto esa película aunque, por supuesto, me suele encantar el cine de Resnais.
-Lo que sí es indiscutible es la influencia de Brecht, con esos actores sobre los que resulta muy difícil adivinar cuándo están interpretando y cuándo están en su vida real.
-Por supuesto, es todo muy brechtiano. Creo que el teatro es actualmente un medio más valiente que el cine, un lugar en el que se experimenta más. Por una parte, al partir de una ilusión pura, ésa según la cual con dos sillas y una mesa tienes una casa, también puede permitirse jugar de forma más contundente con la imaginación. En esta película quería recuperar un cierto sentido teatral de la representación y aplicarlo al cine. Al hacer la adaptación podría haber optado por el modo clásico, o sea, llegar a un realismo que el escenario hace imposible. Pero, precisamente, lo que más me atraía era ese sensación de artificio.
De esta manera, la trama de V.O.S, centrada en dos parejas de amigos que acabarán cruzándose entre ellas como en una novela de Updike, trasciende la simplicidad de su tópico argumental al convertir el escenario teatral original por un plató de rodaje. Allí será difícil saber cuando los actores se interpretan a sí mismos en una película inspirada en sus experiencias reales (película escrita por uno de sus protagonistas) o estamos viviendo, en flash-back, los hechos que inspiraron la historia. Al poner en primer plano el artificio cinematográfico, surgen escenas e imágenes verdaderamente originales tocadas por una enorme gracia: fondos azules no disimulados cuando los protagonistas van en coche, bruscas rupturas de la trama que le dan un sentido nuevo a lo visto o fantásticas soluciones cromáticas para hacer incluso más patente el contraste entre lo real y la pura fantasía: "Sin duda, esta película ha sido la más complicada de mi filmografía visualmente", resume el risueño Gay, quien ha vuelto a contar con el operador Andreu Rebés para la cuidadísima fotografía del filme.
-Insiste en sus personajes "a lo Woody Allen"...
-Sí, hay quien dice que me estoy convirtiendo en el director de la burguesía. Así es la vida.
Soplo de aire fresco
-En esta ocasión, el protagonista es un guionista. Siempre da la impresión de que sus personajes se le parecen.
-No creo que mis películas sean autobiográficas aunque haya elementos de mi vida en ellas. Sí se basan en un entorno que conozco.
-En realidad, V.O.S. no parece española sino francesa.
-Ja, ja. Me imagino qué quiere decir: que no es la típica comedia costumbrista con chascarrillos.
En V.O.S. hay ecos confesos de Dogville y sus calles trazadas con tiza en el suelo o las imágenes del Océano de Y la nave va. Cuenta, además, con la ventaja de que el cuarteto protagonista es el mismo que representó la obra, con éxito, cuando se estrenó en el Teatro Lliure de Barcelona. V.O.S. es un soplo de aire fresco en la comedia española. Lo pedía a gritos.