Érase una vez un fontanero nominado al Mercury Prize


SEBAS ALONSO
Soitu




La semana pasada se dieron a conocer los nominados al premio Mercury Prize, pero lo bueno ha venido en los días sucesivos, con las reacciones de los artistas. Lily Allen diciendo que no está nominada porque el jurado la odia o el líder de Sweet Billy Pilgrim reconociendo penosamente que cuando se enteró de su nominación estaba trabajando. ¿Componiendo? ¿Dando un concierto? No: colocando un váter.

Tim Elsenburg nunca ha tenido demasiada suerte en el mundo de la música. No sólo con respecto a su banda Sweet Billy Pilgrim, sino con respecto al resto de sus trabajos musicales. Él y sus compañeros han tocado en discos y directos de The Boy Least Likely To o James Dean Bradfield de Manic Street Preachers, pero el bueno de Tim nunca ha conseguido librarse de su trabajo como fontanero.

La nominación al Mercury Prize, uno de los galardones más prestigiosos de las artes en Reino Unido, le ha pillado completamente por sorpresa, llegando a declarar: "Mis dos realidades chocaron y tiempo y espacio formaron un conjunto extraño. Tuve que repetir improperios durante intervalos regulares de tiempo durante los primeros minutos".

Es fácil imaginarse a un completo desconocido exclamando "¡joder, joder!", mientras trata de adaptarse a su posible estatus de estrella, pero a ningún seguidor de estos premios extrañará la nominación después de escuchar el álbum que ha hecho. En primer lugar, 'Twice Born Men' responde al mismo sonido que el premiado disco de Elbow el año pasado. Mientras la juventud británica busca continuamente el nuevo hit joven para las emisoras de radio, la crítica adulta se reconforta en un tipo de pop más pausado, de origen medio folk y medio electrónico, más pensado para escuchar sentado. En segundo lugar, el Mercury Prize siempre nomina a artistas completamente desconocidos frente a otros consolidados (este año The Horrors, Kasabian, La Roux), aunque a la hora de fallar el premio, suele decantarse sin excepción por estos últimos.

Los tres miembros de Sweet Billy Pilgrim, Anthony Bishop, Alistair Hamer y Tim Elsenburg se conocieron en el colegio. Formaron una banda llamada Cordisto y en 2003 cambiaron su nombre por el actual, inspirándose en un personaje de la novela 'Matadero cinco' de Kurt Vonnegut, llevada al cine por George Roy Hill y consiguiendo el Gran Premio del Jurado en Cannes en 1972.

A los Sweet Billy Pilgrim, en cambio, nadie les hacía caso, ningún sello ni indie ni gigante se fijo en ellos, y por tanto decidieron comprarse un Power Book, bajarse un programita y grabar todo ellos solos en su casa. Pronto sacaron un single llamado 'Experience', ya agotado, y después su primer disco, 'We Just Did What Happened and No One Came', en 2005, que incluía canciones como 'Stars Spill Out Of Cups'.

Más allá de unas casi anecdóticas buenas críticas en revistas, eso sí, muy conocidas, nunca pasó gran cosa con Sweet Billy Pilgrim. Y sería raro que pasase ahora. 'Twice Born Men' no es un disco de singles. Contiene sólo ocho pistas, pero ninguna es demasiado amiga de sonar en la radio. La inicial 'Here It Begins', con guiños a la indietrónica de Mùm y a las bandas sonoras de Gustavo Santaolalla, desconcierta. Contiene, de hecho, un extracto de la película 'La música del azar', inspirada en un libro de Paul Auster.

El grupo nunca duda en tomar prestado lo ajeno para desarrollar su talento. Si Billy Pilgrim era un personaje bélico, el título de su segundo disco tiene un origen parecido. Twice Born Men ("hombres nacidos por segunda vez") fue el nombre de una asociación de veteranos del Vietnam que buscaban la reinserción en la sociedad. Según explicaba en una entrevista reciente, Tim considera que cuando te enamoras también es como si tuvieras que volver a nacer. "Nadie es el mismo después de enamorarse. Si el amor dura y florece o si se quema y se transforma en veneno, vuelves a nacer igualmente mientras tratas de acostumbrarte a una vida con ese alguien o sin ese alguien".

Estas inquietudes tan profundas encuentran su sitio en las texturas de 'Longshore Drift', que podrían haber pertenecido a Angelo Badalamenti, o en la cadencia folk de canciones como 'Joy Maker Machinery'. En la final 'There Will It End' suena un coro duplicado más de 30 veces y comprendes por qué Tim dice que no puede transportar lo que graba en su casa, sin las prisas del estudio, durante horas y horas, al directo, que presenta un sonido muy distinto. No será cuestión sólo de técnica, también de lo irrepetible de la pasión.