"Escape from the chicken coop", Watermelon Slim (2009)


KEPA ARBIZU
Lumpen




Para tocar blues hay que ser negro o haber sufrido en primera persona duros avatares de la vida. Cierto, es una “boutade”, pero si la aceptamos, aunque sea parcialmente, y observamos el tono blanco de piel de Watermelon Slim, ya podemos adivinar de dónde le viene su pericia para ejecutar este género musical.

Este superdotado (142 de cociente intelectual) tiene su primera relación con la música cantando de pequeño en la iglesia de su ciudad. Abandona su carrera universitaria para alistarse en la guerra de Vietnam. Más tarde, deambula por todo tipo de trabajos, legales e ilegales, y harto de estar quince años dando tumbos conduciendo un camión, se dedica al blues, previo paso por el hospital debido a diferentes ataques al corazón y derrames cerebrales. ¿Está, o no, capacitado para cantar lo dura que es la vida?

La carrera musical de Bill Homans, su nombre real, comienza esporádicamente en los setenta, recién llegado de la guerra de Vietnam, pero no es hasta mediados del 2000 cuando se consolida e inicia a labrarse un nombre dentro de la escena. No tarda mucho tiempo en recibir todo tipo de parabienes, tanto de revistas especializadas como más generalistas. A esto hay que sumarle la multitud de nominaciones y premios conseguidos.

Pocos pueden presumir de alcanzar el éxito tan pronto, y tan merecidamente, pero es que sus discos, uno tras otro, no han hecho más que consolidar su talento. Cantante y guitarrista, utiliza el método slide para tocar, lo que le emparenta con el blues más ancestral (Charlie Patton, Jimmy Rodgers), del que parte para llegar a terrenos mucho más eléctricos y rockeros. En el 2006 se rodea de una banda con vocación de continuidad, The Workers, aunque es justo en este trabajo cuando queda interrumpida la relación. La explicación es muy sencilla, en “Escape from the Chicken Coop”, su estilo queda más influenciado que nunca por el country y se ha rodeado de músicos más afines para tal propósito.

El disco comienza con un vibrante y magnífico blues-rock, “Caterpillar whine”. Se trata de una excepción pues no serán muy habituales estos ritmos en los siguientes temas. “Skinny women and fat cigars” nos sitúa en un ambiente más cercano al que prevalecerá a partir de aquí. En este caso concreto, violines y country con un toque vodevil. “You see me like I see you” suena mucho más clásica, incluida la mezcla entre la voz femenina dulce, algo aflautada, y la voz de Watermelon mucho más ruda. En esa misma onda aparecen “America’s wives” y “The way I am”. Ninguna de ellas forman parte de lo más destacable del disco ni tampoco parece ser el entorno en el que mejor se maneje el músico norteamericano.

Al contrario, sí resultan mucho más interesantes sus acercamientos a un country más oscuro, con un deje blues y cantado de forma más arrastrada. Así se puede entender al escuchar “Wreck on the highway”,“Hank Williams you wrote my life”, “It´s never too hard to be humble” y, sobre todo, la brillante “Should hace done more”, la más “rockera” de todas ellas. “300 miles” es una sentida y bella canción a medio camino de ambos estilos (el clásico y el mezclado con el blues). El final llega con dos temas donde el ritmo se acelera y el ambiente se transforma más “amable” y risueño. Un boggie rock como “Truck drivin’ songs” y el hillbilly eléctrico de “18, 18 Wheeler” propician ese hecho.

“Escape from the Chicken Coop” no es el mejor disco de Watermelon Slim, de hecho puede ser uno de los peores. Suena rotunda la afirmación, pero perder en la comparación con sus anteriores grabaciones no es nada grave, el nivel habitual que lleva demostrando a lo largo de los años es envidiable. Así que, estamos ante una pieza más, esta vez en tono country, de la personalidad artística de uno de los bluesman más interesantes de la actualidad.