"Old Joy", un clásico reciente a recuperar


JULIO VALLEJO
Pasión por el cine




En un mundo cinematográfico repleto de efectos visuales y películas en 3-D, las cintas pequeñas y sencillas parecen estar perdiendo poco a poco lugar en nuestras carteleras. Algunas, como Old Joy, no se llegan a estrenar en las salas españolas. Solo el DVD nos permite recuperar unas joyas del séptimo arte que hablan más de la vida que cien superproducciones.

Dirigida por Kelly Reichardt en 2006, Old Joy aborda uno de los elementos fundamentales en la existencia de cualquier ser humano: la amistad. El filme nos cuenta la historia de Mark y Kurt, dos viejos colegas que deciden hacer un viaje a una fuente de aguas termales que se encuentra en medio de un bosque. Mark está asentado, tiene pareja y está a punto de ser padre, mientras que Kurt es un hombre a la deriva que parece no haber encontrado su lugar en el mundo.

Ambos quieren revivir, como bien indica el título del filme, el viejo gozo de la amistad adolescente y juvenil. Sin embargo, algo falla. El tiempo parece haber dejado su huella en ambos: Mark no parece consciente del cambio de la relación con su amigo y Kurt quiere revivir un paraíso perdido, la amistad que les unió, imposible de recuperar. Ambos terminarán siendo conscientes de estar viviendo el fin de una época y de una relación, por lo menos tal y como la concebían cuando tenían unos años menos. Todo ello ocurre en una película de escasos diálogos y repleta de miradas que dicen mucho más que cualquier palabra.

El tercer largometraje de Reichardt demuestra que la forma de hacer de hacer cine de esta realizadora está tan lejana de los productos “mainstream” como de la autoría autoconsciente de algunos directores. De lo que no puede escapar es de la influencia de un cierto cine independiente empeñado en mostrar sin aspavientos la vida íntima del ciudadano corriente.

Reichardt opta por un ritmo acertadamente lento, donde la atmosférica banda sonora de Yo La Tengo ayuda al espectador a reflexionar sobre lo que está viendo. Si a ello sumamos la sabia utilización del silencio, nos daremos cuenta que el largometraje nos ha introducido casi físicamente en el mundo íntimo de los dos amigos.

No obstante, y aunque el trabajo de la cineasta norteamericana sea impecable, sería injusto no destacar las excelentes interpretaciones de un contenido Daniel Johnson y un impresionante Will Oldham, encargado de dotar de melancolía a su algo perdido personaje.

Con estos ingredientes no resulta extraño que el filme se haya convertido en una película de culto entre la parroquia indie. Su prestigio, fraguado en su exhibición en numerosos certámenes cinematográficos, ayudó a Reichardt a realizar Wendy y Lucy, una pequeña y bonita cinta sobre el algo atropellado viaje de una joven y su perra por la geografía estadounidense. A la espera de su estreno en nuestras pantallas, los más inquietos pueden entretenerse y emocionarse viendo Old Joy, una película que en nuestro país se puede encontrar en el pack Festival Internacional de Cine de Gijón, editado por Avalon en 2008.