"Be set free", Langhorne Slim (2009)


KEPA ARBIZU
Lumpen





Hace cinco años irrumpió en la escena musical Langhorne Slim, nombre bajo el que se encuentra el compositor Sean Scolnick. Un EP fue la antesala a su primer disco, “When the sun’s gone down”, sorprendente ejercicio de folk tradicional, aderezado con otras texturas e interpretado con fuerza y desparpajo por un joven músico, poco más de veinte años por aquel entonces, de voz nasal y peculiar.

En el 2008 aparece su segundo disco, con su propio nombre como título, donde no es necesario investigar mucho para darse cuenta de su acercamiento a la figura de Bob Dylan. Se rodea de una banda, War Eagles, para conseguir abrir sus composiciones a un abanico sonoro mayor. El método utilizado es una mayor instrumentación de sus composiciones y así quedarse menos limitado en el folk-country acústico más clásico.

Ahora nos llega su tercer disco, “Be set free”, continuador en estilo y forma de su anterior. Su banda de acompañamiento también repite y la novedad viene de la incorporación como productor y como multiinstrumentista de Chris Funk, miembro de The Decemberists. Todos estos ingredientes consiguen que su sonido se expanda con diferentes matices y absorba múltiples influencias.

Langhorne Slim pertenece a ese tipo de músicos que no necesita nada más que una guitarra y su voz, aunque no siempre opte por ese método, para contar historias de hombres solitarios y perdedores anónimos. Sus canciones, innegablemente, tienen el sabor de los más clásicos, Woody Guthrie, Bob Dylan y Neil Young entre otros.

“Back to the wild”, su primer tema, deja claro los propósitos de este disco, que no son otros que por medio de un alto grado de instrumentación conseguir darles un tono más ecléctico a sus melodías. En este caso, la canción, de gran intensidad, tiene un indudable tono a Bob Dylan. “Sunday by the sea” posee un aire folk de aspecto bucólico y delicado. Parecida, aunque algo más melancólica y sobresaturada de instrumentación, es “Leaving my love”, cantada a dúo con Erika Wennerstrom. Y es que en este disco tampoco faltan los ritmos pop/rock amables y de cierto optimismo que incitan al movimiento, “Say yes” o “Yer wrong” son buenos ejemplos. También agitada pero está vez a ritmo de rock and roll aparece “Cinderella”.

Ya he insistido en que Langhorne Slim tiene la capacidad de no necesitar demasiado para conseguir emocionar al oyente, y precisamente creo que la parte más interesante, y que llega a niveles de altísima calidad es la dedicada a esa forma, es decir, los temas algo más crudos y con menos adornos. Son varios los que tienen un toque soul, la emotiva “Be set free” con su precioso y preciso órgano, o la potente “Boots boy”, donde demuestra su fuerza vocal. “For a little while” también se podría incluir en el grupo, aunque en esta aparecen mezclados toques de blues algo teatral.

“I love you, but goodbye” también es uno de los momentos más especiales del disco. Es un tema donde se conjuga todo lo anteriormente citado, el folk-rock al estilo Dylan, el deje soul, la emotividad, etc. “Blown your mind” es capaz de sostenerse únicamente con su voz y piano. Muchas veces un músico no necesita nada más para llegar al oyente. Y estamos ante un caso así. El toque country tradicional viene de la mano de “So glad I’m coming home”.

La música posee esa enorme virtud de conquistar el alma de las personas ya sea desde una forma rústica y minimalista o con adornos y melodías recargadas. Langhorne Slim ha demostrado que, pese a su juventud y a sus sólo tres discos, es capaz de utilizar ambos caminos con un resultado perfecto, “Be set free” es el mejor ejemplo.