Dayna Kurtz: "Mi público sí compra discos"


Su poderosa voz se mueve con elegancia entre el rock, el jazz y el country. Hoy (21.30 horas) presenta su cuarto disco, ‘American standard’


NANDO CRUZ
El Periódico de Catalunya





–Siempre ha sido aficionada a hacer versiones. ¿Qué aprende de ellas?

–Yo lo considero igual de creativo que componer. Entras en la cabeza de otro compositor y aprendes cómo construye las canciones de otro modo. Es un trabajo muy gratificante. Los artistas que más admiro lo han hecho y nunca noté que diesen menos importancia a las versiones.

–¿En qué artistas piensa?

–En Nina Simone, por ejemplo. Grabó una versión de I put a spell on you tan poderosa como la de Screamin’ Jay Hawkins. Jeff Buckley también creía que para hacer una versión sincera debes amar la canción como si la hubieses escrito tú. Si alguien grabase una versión mía tan buena como la que hizo Buckley del Hallelujah de Leonard Cohen, dejaría de cantarla.

–En American standard hay hasta cuatro versiones y, además, van seguidas.

–Ordené las canciones pensando en un disco de vinilo con sus dos caras porque así es como empecé a escuchar música.

–¿Y dónde está el vinilo?

–Tengo que esperar que la gente compre el CD para obtener dinero y fabricarlo. Hace poco edité uno con un proyecto paralelo y fue la primera vez que pude poner un disco mío en un tocadiscos. ¡Me sentí como un músico de verdad!

¿Cuál es la primera semilla de American standard, la idea que impulsa el disco?

La primera canción que compuse fue Good in ‘62 y surge de mi obsesión por el viejo rock’n’roll y rockabilly. Está inspirada en varios personajes que he conocido, autores de éxitos en sellos diminutos de hace medio siglo. Por cada Elvis Presley hubo 20 tipos más en Sun Records y por cada Sun Records hubo 20 sellos más que apenas vendieron centenares de copias de cada disco, pero también brillantes.

–¿Qué sentimiento le despiertan esos veteranos del rock’n’roll hoy desahuciados?

–En cierto modo me identifico con ellos Y pienso en cómo sería su vida a los 20 años, vendiendo cientos de discos y convirtiéndose en pequeñas celebridades locales.

–¿Tiene la sensación de practicar una música que sus nietos nunca conocerán?

–No sé. Hoy tenemos mucho acceso a músicas de otra era. De no haber vivido en Luisiana en 1951 jamás podría haber escuchado canciones que hoy puedo obtener comprando un recopilatorio. En este sentido, es más fácil que la puedan oír mis nietos que mis abuelos entonces. Hay mucha arqueología que hacer en la música.

–Y usted contribuye a ello rescatando canciones oscuras como ese rock’n’roll de Slim Willet titulado Lou Lou knows.

–Sí, y me encanta ser quien la da a conocer a un público nuevo. Me siento como si me hubiese tocado la lotería al tocarla.

–Usted que pasó diez años vendiendo sus discos desde el maletero del coche, ¿le inquieta la crisis de la industria musical?

–La música no desaparecerá, solo cambiará el modo en que se escucha. Lo que no está claro es quién podrá vivir de ella y cómo. Yo tengo suerte: mi público sí compra discos. No son niños y no se los bajan ilegalmente. Pero el artista que empieza hoy lo tiene más difícil porque su público cree que la música debe ser gratis. En cualquier caso, es un gran momento para la música. Oigo muchos grupos interesantes y lo veo todo mejor que hace 15 años.