"El enemigo de todos nosotros es el cinismo", Billy Bragg


PATRICIA TUBELLA
El País




Media ya un cuarto de siglo -y por el camino, toda una leyenda- entre aquel joven cantautor que abanderó con su música la lucha de los mineros británicos frente a Margaret Thatcher y la respetada figura que hoy encarna Billy Bragg en la industria. A excepción de la mata de pelo canosa, y quizá de un talante más templado, pocos cambios han operado en la personalidad y la obra del trovador del proletariado inglés.

La cita es en domingo, en el Royal Festival Hall londinense. Sus composiciones aún se nutren de las complejas relaciones personales y de la perenne reivindicación de justicia social. "No creo en un mundo en el que puedes amar a alguien pero no querer a la humanidad", dice Bragg, en paráfrasis libre del pensador marxista italiano Antonio Gramsci, para resumir el espíritu de su álbum más reciente, Mr. love & justice (2008). Lo presenta en una gira española que arranca mañana.

Amor y justicia, la simbiosis de ambos elementos, conforman el material de un disco con aires de country-soul que el artista y su banda The Blokes desgranarán en Madrid (mañana), Barcelona (15 de octubre), San Sebastián (16) y Bilbao (18), junto a esos puntales de su repertorio, como New England, que siguen reclamándole en todos los conciertos. Con Mr. love & justice, uno de sus mejores trabajos, Bragg explora su lado más íntimo, las reflexiones desde la madurez de los 52 años que presentan especial carga emotiva en los temas You make me brave o I keep faith, esta última "el tipo de canción que más me gusta, personal y al mismo tiempo política". Porque, siempre músico y activista a partes iguales, Bragg no deja de lado las inquietudes sobre el mundo de hoy, ese lamento que por ejemplo entona en el tema O freedom contra la merma de libertades en aras de la obsesión por la seguridad. "Aunque vivamos en un tiempo sin ideologías", reconoce, "sigue habiendo causas que mueven a la gente, ya sea la lucha contra el cambio climático o la exigencia de responsabilidades a los bancos".

Fascinado por la escena punk de finales de los setenta, pero finalmente rendido ante el blues y el folk con mensaje político, cuando Steven William Bragg se decidió a emprender una carrera musical en solitario armado de una guitarra "la música pop era la forma que teníamos los jóvenes de transmitir lo que pensábamos, había esa dinámica de cambiar el mundo". La delicadeza y pasión de sus canciones, el compromiso personal de sus letras, se tradujo en un insospechado éxito comercial de su primer trabajo de estudio, Life's a riot with spy vs spy (1983), en su recordada aparición en el programa musical de BBC Top of the pops, donde se solidarizó con la huelga de las minas interpretando Between the wars, y en una coherente y sólida carrera de 12 álbumes.

Entre sus trabajos más queridos brillan los dos volúmenes de Mermaid Avenue en los que musicó junto a la banda Wilco canciones inéditas de Woody Guthrie. Todo un homenaje al decano de los cantantes folk estadounidenses y su decisiva influencia en la música popular.

El artista que charlaba de poesía con el recaudador de impuestos (Talking with the Taxman about poetry, 1986) al tiempo que pedía el voto para los laboristas, no se identifica hoy con un partido que "ha abandonado a los trabajadores". Bragg se prodiga en los foros políticos, es autor de un sinfín de artículos en la prensa y del libro El patriota progresista (2006), una respuesta al auge de la ultraderecha del BNP en Barking, su querido barrio del East End londinense que finalmente ha abandonado para instalarse en un pueblecito de la costa inglesa.

Aunque, al igual que su admirado Bob Dylan, se declare convencido de que "los músicos no pueden cambiar el mundo", sus iniciativas sociales le desdicen: ha conseguido reunir a dos de sus antiguos ídolos de The Clash, Mick Jones y Nicky Topper, por primera vez en cinco lustros, para grabar una nueva versión de la canción Jail guitar doors, cuyos beneficios sufragarán el envío de guitarras a las cárceles. Padre de un adolescente, admite que los jóvenes de hoy "ya no ven en la canción protesta una vía para hacer carrera", pero sigue declarándose un optimista impenitente: "El enemigo de todos nosotros no es el conservadurismo, sino del cinismo, que destruye la esperanza en un mundo mejor".